Sanchez Tovar, Fernan o Fernand Biografia

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Biografía de don Fernán o Fernand Sánchez Tovar


Dibujo en blanco y negro representando a un soldado medieval con espada y escudo, embarcado en una nave con el escudo de Castilla a color en su pecho.
Fernán Sánchez de Tovar.
Recreación ficticia


XXII Almirante del reino de Castilla.

Orígenes

Se desconoce su fecha de nacimiento, nada anormal en los marinos de esta primera época. Hay conjeturas al respecto, que debió de tener lugar en el primer tercio del siglo XIV. La ciudad en la que tuvo el acontecimiento es sin duda Sevilla, donde ya estaban residenciados sus padres y abuelos. Fueron sus padres don Ruy Fernández de Tovar y su esposa doña Elvira Ruiz Cabeza de Vaca.

Hoja de Servicios

En la pugna por el trono de Castilla, tomó el partido de don Pedro I, por ello éste lo nombró Alcalde de la Mesta, por Real Decreto del día cinco de enero de 1355. Siendo el primer dato que sabemos de él con alto cargo, por sus buenas dotes ya el Rey don Pedro I, le nombró al año siguiente capitán de una de sus galeras, por necesitar gente de valor por la guerra que comenzó entre los dos Pedros por una provocación desusada.

Se encontraba el Rey don Pedro I de Castilla en la población de Sanlúcar de Barrameda en el año de 1356, donde permanecía observando la pesca del atún, cuando ante sus ojos un capitán aragonés, don Francisco de Perellos, al mando de diez galeras apresó a dos buques con estandarte de Génova, por lo que el Rey ordenó al aragonés fueran puestas en libertad, pues los buques pertenecían a un país en paz con Castilla y habían sido apresados en aguas del mismo reino.

Pero el aragonés se negó a ello, ya que Aragón sí estaba en guerra con Génova, por lo que desoyó al Rey y se puso a su rumbo que era proseguir para doblar el cabo de San Vicente, para continuar a Norte y arribar a Francia.

El así desdeñado, no quiso ceder, desplazándose inmediatamente a Sevilla, donde armó una escuadra de siete galeras y seis naos, haciéndose a la vela y poniéndose al frente de la escuadra, tomando el rumbo de persecución que llevaba el aragonés, pero a pesar de los esfuerzos de remeros y velas, no consiguió darle alcance, arribando a Tavira donde le indicaron que ya habían zarpado y llevaban buen andar, decidiendo abandonar la persecución y poner de nuevo rumbo a sus costas.

Lo que si le satisfizo, fue enterarse de la suerte de la escuadra aragonesa que iba con rumbo a Francia, pues éste país estaba siendo atacado por los ingleses y directamente por su Príncipe de Gales, pero cuando arribó Perellós se encontró con que toda la costa ya estaba en manos de Inglaterra, por lo que sus galeras quedaron en poder de los enemigos y ellos después de pagar un buen rescate, pudieron regresar a Aragón por tierra.

De aquí y por este hecho, comenzó un conflicto entre los reinos peninsulares de Castilla y León, contra el de Aragón, aunque en realidad habían otros motivos, pero mucho más ocultos, por lo que no se desperdició la ocasión de aprovechar éste como pretexto abierto para el enfrentamiento.

Don Pedro I, conocedor de que potencialmente en el mar era muy superior Aragón, quiso y puso todo su empeño en conseguir la victoria en la mar, por lo que a principios del año de 1357 armó una escuadra, con cuatro naos y doce galeras, con la orden de frecuentar y batir las costas de las islas Baleares.

Al mismo tiempo, armó otra escuadra, con otras doce galeras castellanas, más seis genovesas que fueron alquiladas y una nao del puerto de Laredo, pero de esta tomó el mando en persona.

Puso rumbo al Mediterráneo, alcanzando las costas del reino de Valencia, intentó conquistar la población de Guardamar, pero su fortaleza consiguió resistir, ordenó desembarcar y poner sitio a la plaza, pero se fue alargando el tiempo y al entrar el otoño, un fuerte temporal consiguió que la flota quedara muy maltrecha, perdiéndose varios de los buques y la galera Real, se pudo salvar al conseguir hacerla varar en la arena de la playa, todo ello le llevó a levantar el sitio y regresar a su territorio.

Pero no por esto cejó en su empeño, pues volvió a formar nueva escuadra, esta vez ya era una fuerte escuadra para poder tener garantías en un combate, estando formada por veintiocho galeras, cuatro leños más dos galeotas, pertenecientes a la corona de Castilla.

A las que hay que añadir, que del reino de Portugal se añadieron diez galeras; del rey moro de Granada, otras tres; de la republica de Venecia, se incorporaron tres galeotas y una carraca, á más de otras ochenta naves, que fueron para esta ocasión cedidas por varias ciudades de los referidos reinos.

Al frente de tan gran escuadra se puso don Pedro I al frente de ellas, pero él enarbolaba su pabellón en un uxer, que a su vez había sido apresado a las regencias norteafricanas, el cual fue reforzado con tres castillos, en los que se repartían ciento veinte ballesteros y cien hombres de armas.

La escuadra así formada, se encontraba al mando del almirante de Castilla, don Gil de Bocanegra, a sus ordenes iban el almirante de Portugal Lanzarote Pezana, los capitanes de mar castellanos, don García Álvarez de Toledo, don Jaime García de Padilla y don Pedro López de Ayala, poniendo rumbo para atacar de nuevo a Guardamar, pero esta vez la guarnición del castillo no pudo soportar la presión de los combatientes y cedió, siendo conquistada.

Al tomar este punto de partida en las aguas del Mediterráneo, se dispuso a atacar la ciudad de Barcelona, a la que consiguió arribar el día nueve de junio (según otra fuente fue en el mes de julio) del año de 1359.

En el puerto de la ciudad Condal, se hallaban en esos momentos solo diez galeras, pero la cantidad de embarcaciones menores era muy superior a la de los castellanos, estando todas ellas al mando del conde de Osona y del vizconde de Cardona, a quienes seguían los capitanes de mar, Gilaberto, Bernardo de Cruilles, Bernardo Margarit y Pedro Asbert.

Además, no pudo atacar por sorpresa, ya que las galeras y naves más grandes, estaban con una protección, formada por grandes anclas fondeadas, que impedían el acceso a ellas, por lo que se tuvo que mantener en las cercanías del puerto.

Al ver que el rey de Aragón no aceptaba el combate y que desde tierra habían recibido sus buques, algunos impactos de bombardas, se decidió a atacar, así que sorteó como pudo aquella maraña de anclas y cables entablando combate, el cual quedó indeciso por haberse hecho de noche, consiguiendo no sin alguna pérdida el abandonar el puerto; lo que hoy es el ante puerto de la ciudad. 

A la mañana siguiente, volvió al ataque la escuadra castellana, pero esta vez los aragoneses ya estaban bien dispuestos, ya que habían preparado toda clase de recursos, pues desde algo que después se parecería a las baterías flotantes, hasta los ya muy conocidos buques con espolón de la época griega, fueron utilizados en este combate, a parte de la complejidad de las aguas plagadas por las anclas, la ballestería y el fuego de las bombardas, juntando todo esto consiguieron poner en fuga a la escuadra castellana, abandonando aquella ratonera evitando así ser destruida.

Este enfrentamiento, fue el primero de la Historia, en que se enfrentaron dos formas de combatir, unos a la defensiva y los otros a la ofensiva, por lo que es muy conocido por los tratadistas tácticos navales y descrito en mucha literatura sobre el tema.

Aunque al presentar las popas las naves castellanas, las aragonesas se hicieron a la mar, donde aún consiguieron tirar al fondo a varios buques más, favorecidas por el completo desorden que mantenían en su huida, convirtiéndose en una importante victoria para los aragoneses.

Pero don Pedro I, ya en alta mar y viendo que los enemigos no les seguían, consiguió tranquilizarlos y volver a formar escuadra, así y no dando por perdido el combate, ordenó poner rumbo a la isla de Ibiza, para sitiarla e intentar su conquista.

Al enterarse el Rey de Aragón del rumbo de la escuadra castellana, dio orden de reforzar la suya, razón que le obligó a esperar unos días hasta la llegada de más galeras, al arribar éstas se les dotó de todo en abundancia y ya todas avitualladas, se hicieron a la mar en persecución de los castellanos.

Pero la verdadera cuestión era, que a forma de la antigüedad, los dos monarcas no querían combatir si no era en las proximidades de sus tierras, por lo que ya alcanzado don Pedro I, el Rey de Aragón don Pedro IV entregó el mando de la escuadra a don Bernardo de Cabrera.

Viendo esto los castellanos, consiguieron convencer al Rey de Castilla, que no debía empeñarse en combate con un inferior y que el de Aragón, ya ante el puerto de la ciudad Condal, no había hecho caso de comparecer al combate, por lo que quedaba mal parado en su honor, así convencido don Pedro I dio por terminada la expedición y en aquél mismo lugar, prescindió del auxilio prestado por sus aliados, regresando a su vez a sus aguas.

Pero aún hubo otro encuentro naval, sobre finales del mismo año de 1359, cuando cinco galeras de Castilla, al mando de Zorzo, se enfrentaron a cuatro de Aragón, al mando de Mateo Mercer, en las proximidades de las islas Chafarinas, que para más motivo de ser atacadas, estaban sirviendo al virrey de Tremecen, resultando vencidas las aragonesas.

Por lo que los intermediarios reales, consiguieron llegar a un acuerdo y firmar la paz entre ambos reinos, por lo que en el año de 1361, se realizó el acto de la llamada «Paz de Terrer»

Al terminar las operaciones militares, el Rey le nombró en el año de 1360 Adelantado Mayor de Castilla, puesto en que lució sus dotes de buen combatiente, por ello el Rey en el año de 1364, lo nombró Jefe de la Frontera Mayor del Reino de Murcia, ya que éste la mantenía con el de Aragón y las relaciones no eran muy buenas.

En el año de 1366, estando en Calahorra cambió de bando, entregando la plaza al aspirante al trono Enrique de Trastámara y poniéndose a su servicio. Lo mismo hizo el tesorero mayor don Martín Yáñez, que entregó a don Enrique el tesoro de don Pedro I, del que iba encargado de su custodia. En el caso de don Fernán se vengó don Pedro I ordenando asesinar a su hermano Juan Fernández de Tovar, y en el caso de Yáñez fue colgado en Sevilla al caer en sus manos.

Don Enrique en agradecimiento a su lealtad, en el mismo año de 1366 le otorgó en propiedad la villa de Astudillo, confirmándolo en el cargo de Adelantado Mayor de Castilla. Al ser asesinado don Pedro I, don Enrique ya nuevo Rey de Castilla sin enemigos internos, nombró en el año de 1370 a don Fernán su Guarda Mayor y le concedió en agradecimiento la villa de Gelves situada en el Valle del Guadalquivir.

La lucha o guerra civil de Castilla, estaba como no influenciada de extranjeros, don Enrique estaba apoyado por el rey de Francia, quien le envió a las «compañías blancas» al mando de Bertrán Du Guesclin, mientras que don Pedro recibía la ayuda de el Príncipe de Gales, también llamado el «Príncipe Negro», por el color de su armadura, participando así Castilla en la guerra de los cien años, que enfrentó a los ingleses contra los franceses. A ello se unía ni más ni menos que el interés del duque de Lancaster por conseguir el trono de Castilla. (Ya en esta época, las guerras civiles en la Península se veían involucradas en las europeas) ¡No hay nada nuevo bajo el Sol!

Esto llevó a una serie de enfrentamientos navales, entre las escuadras de Francia y Castilla, contra las de Inglaterra, estando al mando de la escuadra castellana don Ambrosio Bocanegra, que llevó la victoria a sus armas en el combate de la Rochella, en una maniobra que dejó perplejos a los ingleses, pues su Rey ya se intitulaba «Rey del mar» y Bocanegra incendió o hundió a todos los buques de la escuadra enemiga, teniendo lugar el combate los días veintidós y veintitrés de junio del año de 1372.

Al año siguiente de 1373 falleció don Micer Ambrosio Bocanegra, y don Enrique II confirmó a don Fernán Sánchez de Tovar como Adelantado Mayor, en agradecimiento y sus buenas dotes le nombró Almirante de Castilla el día veintidós de septiembre del año de 1374, a partir de aquí surgió el genio que le llevaría a ser uno de los más grandes marinos de la Historia de España.

En el año de 1374, al frente de una escuadra, formada por quince galeras de Castilla, cinco de Portugal, más alguna francesa al mando de Jean de Vienne, puso rumbo a la isla de Wight, ésta fue castigada llevando a cabo un desembarco, sus hombres arrasaron el lugar y para privarlos de poder realizar nuevas construcciones, podaron todos los árboles del entorno, a costumbre de la época, reembarcaron casi con los buques al completo, pero continuaron bojeando la isla y la devastaron realizando varios desembarcos saqueando todas las poblaciones que encontraron en su bojeo.

En el año de 1375 viéndose sin posibilidades de cortar los ataques castellanos, muy hábilmente conseguido los ingleses llegar a un acuerdo que se firmó más tarde en la ciudad de Brujas, pero duró el tiempo que consideraron suficiente para hacerse con más buques, ya que el mismo año atacaron en Saint-Malo a siete naves, cuyas tripulaciones fueron pasadas a cuchillo. En represalia por esta acción, que excedía a toda regla de la guerra, Tovar formó su escuadra poniendo rumbo a la Rochelle, hallando en el puerto a ochenta y cinco naos inglesas, que habían ido a cargar sal, a las que apresó en su totalidad y con ellas transportó la preciada carga a Castilla.

El año de 1376 fue aprovechado por los contendientes principales para armarse más y mejor. Al empezar el año de 1377, el Rey don Enrique II ordenó el armamento a su Almirante, para comenzar él primero la guerra, así en unión de una pequeña escuadra francesa al mando del almirante Viennes, se reunieron cerca de cincuenta velas, en las que se transportaba a un ejército de cinco mil efectivos, zarpando con rumbo a la isla de Albión al arribar comenzaron por desembarcar en la población de Rye, a la que siguió la de Rottingdean, después Lewes, Folkestone, Portsmouth, Dartmouth y Plymouth, mientras ya había llegado el verano y descansaron un tiempo, reanudando su devastadora acción sobre Southampton, a la que siguió Hastings, un poco después Poole y por último Wight, dejando la zona del canal y sur de la isla casi despoblada, ya que los habitantes se internaron dejando abandonas algunas de ellas.

De esta forma no es de extrañar el pánico que les entraba al ver velas desconocidas a los ingleses. Pero en esta época muchas de las acciones eran las normales por ambos bandos, por lo que nadie se asustaba demasiado, sabían a lo que se exponían y lo afrontaban, excepto los que sufrían el constante saqueo de sus propiedades, sin recibir ayuda de sus gobiernos.

En el año de 1378, consiguió apresar a ocho galeras inglesas; persiguiendo a otras cuatro que huyendo fueron a refugiarse, bajo el amparo de los cañones de la fortaleza de Roche-Guyon, que guardaba la desembocadura del río Loira, pero a pesar del fuego del castillo consiguió apresar al resto de la escuadra inglesa.

En el año de 1379, falleció el rey de Castilla don Enrique II, siendo su albacea don Fernán Sánchez de Tovar nombramiento que le otorgó por su gran fidelidad, el cual instituyo al nuevo monarca don Juan I, traspasándole todos los poderes de su antecesor, éste al ver y comprobar la seriedad de todo cuanto debió hacer, unido a su muestra de fidelidad, lo confirmó en su título de Almirante mayor de Castilla.

En el año de 1380 por orden del Rey, ya entrado el verano se formó una escuadra de veinte galeras al mando de su almirante, de las que la mitad eran costeadas por el Rey de Francia y como siempre se zarpó del puerto de la ciudad de Sevilla, en el caudal de su río Guadalquivir, poniendo rumbo al cabo de San Vicente, al doblarlo se viró a rumbo Norte para arribar de nuevo a la isla de Albión, pero en este caso no se arribó a ciudades pequeñas sino que se penetró por el mismo río Támesis, llegando a Gravesend, que está a la vista de Londres y como se negaron a pagar un tributo, decidió incendiar la población.

Pero no se conformó con esto, sino que viendo que la oposición era mínima, aprovecho el momento, realizando el mismo destrozo en Winchelsea más otras poblaciones costeras. De todas estas navegaciones, en la crónica de don Juan I, se resume muy concienzudamente: «Ficieron gran guerra este año por la mar, e entraron por el río Artemisa fasta cerca de la cibdad de Londres, a do galeas de enemigos nunca entraron»

Parece, que esto es lo que realmente no han podido borrar los ingleses, (después) británicos de sus memorias y nunca le perdonaron a Castilla, que luego fue España, lo que provocó la inquina que nos tienen, ya que nadie más consiguió menoscabar y en su propia casa tanto a ellos. Casi tres siglos después el almirante holandés Maarten Harpertzoom Tromp repitió en cierta forma la misma hazaña, pero no fue tan duro ya que los tiempos habían dulcificado la guerra, si es posible que así sea estando en ella.

En el año de 1381, el Rey de Portugal don Fernando I, se unió al de Inglaterra Ricardo II, quien envió al duque de Lancaster, éste a su vez mantenía la intención de ser coronado como Rey de Castilla, esto fue una declaración de guerra en firme, por lo que el Almirante de Castilla, con una escuadra compuesta por dieciséis galeras, zarpó del puerto de Sevilla al arribar a aguas del Algarve se divisó a la escuadra portuguesa, al mando de Juan Afonso Telho compuesta por veintitrés galeras, contadas por Tovar las velas vio su inferioridad y de entrada no quiso exponer su fuerza, decidiendo virar y a boga mantener la distancia con las enemigas, transcurría el día diecisiete de julio del mismo año.

Las galeras portuguesas ya llevaban unas horas de boga por ser los vientos contrarios, a pesar de ello forzaron el remo para intentar dar caza a las castellanas, ya que la decisión tomada por Tovar la entendieron como de cobardía, por lo que ya daban por ganado el combate, el esfuerzo de más ocasionó que varias se fueran quedando rezagadas, perdiendo así fuerza de conjunto, como no podían darles caza, ocho de la enemigas que iban rezagadas, viraron con rumbo a Palos y Moguer, para destruir las redes y buques de pesca que allí se encontraba.

Al percatarse Tovar de esta mayor diversión de las naves enemigas, decidió aprovechar el momento, dio la orden de virar navegando en formación cerrada contra el centro portugués, el cual no resistió el empuje de los infantes castellanos, al ceder éste fueron desplazándose hacia las alas, de forma que fueron hundidas o apresadas todas las portuguesas, que estaban al mando del hermano de la reina de ese país, el conde de Barcellos, realizando un total de seis mil prisioneros incluido el de su jefe. Y depositando el estandarte Real de Portugal en la iglesia Mayor de Sevilla, con todo el ceremonial de una gran victoria.

Al comenzar la primavera del año de 1382, Tovar reunió una escuadra formada por las galeras de la corona, más otras veintiséis naos de Cantabria; se hizo a la mar con rumbo a la desembocadura del río Tajo, penetrando por él sin demasiada resistencia, lo que le convenció de que estaban desprevenidos, por ello ordenó desembarcar en las proximidades de Lisboa, dedicándose a destruir todas las poblaciones de sus alrededores, siendo las que más sufrieron Embregas, Frielas, Vila Nova, Palmela y Almada, entre las casas importantes, asolaron tres de los palacios del Rey de Portugal que se encontraban en las afuera de la ciudad.

La escuadra para proteger el avance del ejército castellano se quedó bloqueando el puerto, lo que impedía que llegaran refuerzos a los ingleses que estaban apoyando al Rey Fernando I de Portugal, al faltar casi de todo, las tropas extranjeras se dedicaron al pillaje para sobrevivir, convirtiéndose en peores enemigos que los mismos castellanos, lo que forzó al Rey portugués a firmar una paz con Castilla, que se llevó a efecto en la ciudad fronteriza de Elvas (que pasará a la historia en varias ocasiones) en el mes de agosto del propio año. Al no tener escuadra Portugal se le pidió a Castilla que evacuara a la isla de Albion a los ingleses, lo que realizó el mismo don Fernán bajo bandera de paz. No había terminado el año, cuando el cuatralbo don Fernán Ruiz Cabeza de Vaca, al mando de seis galeras zarpó del señorío de Vizcaya, transportando fuerzas del ejército con rumbo a Flandes, para unirlas a las tropas del Rey de Francia don Carlos VI, que estaba enfrentado al flamenco y rebelde Philip van Artevelde, contribuyendo con su esfuerzo a mejorar la situación. Regresó a Sevilla siéndole notificado, que en Gijón se había producido una rebelión, por lo que zarpó lo antes posible, al arribar dispuso el bloqueo del puerto, mientras mantenía la vigilancia de sus costas para evitar socorros exteriores, permaneciendo en este trabajo hasta que en el año de 1384, pudo entrar el ejército y sofocar la rebelión.

Mientras fue elegido como Rey de Portugal el marido de la única hija de Fernando I, doña Beatriz, don Juan I pero no conforme con ello y apoyado por parte de la nobleza del reino, se proclamó a don Juan de Avis. Esto provocó una guerra civil y por consiguiente la división de Portugal.

El nuevo Rey comenzó a reforzar la escuadra de su reino, que había casi desaparecido de la superficie de la mar, poniéndola al mando de don Gonzalo Rodrígues de Sousa. A los pocos meses entraron en el puerto seis naos y una galera de castilla, para comerciar con la ciudad, pero envalentonado Sousa les atacó, consiguiendo salir del puerto con algunas bajas y desperfectos los vasos castellanos, esto fue tomado por don Juan I de Castilla como una declaración de guerra.

Pensaban que al tener nuevo Rey la guerra civil había terminado, pero no fue así, ya que Portugal comenzó a llamar a posibles aliados, consiguiendo se le unieran a su escuadra, naves genovesas y venecianas, que juntas bloquearon las aguas de Galicia por espació de tres meses, el tiempo que necesitó el Almirante de Castilla para reunir a sus fuerzas, al hacer su aparición en esas aguas la escuadra de Tovar, los valientes enemigos abandonaron el bloqueo a toda vela y boga, buscando refugio en el puerto de Oporto.

Un tiempo antes ya estaba el Rey don Juan I de Castilla en Lisboa, con una flota en el puerto de cuarenta velas, sumando galeras y naos, el Rey pidió opinión y el capitán mayor don Pero Afán de Rivera, se declaró partícipe de efectuar el bloqueo del puerto, en el mismo, a lo que se opuso Tovar, pero el Rey apoyó la opinión de su capitán mayor y así se quedaron dentro del puerto todos los bajeles.

Al estar sitiados por tierra y mar, los asediados pidieron socorro a su escuadra situada en Oporto, la cual pudo zarpar por haberse roto el bloqueo y acudir todos los bajes a las órdenes del Rey a bloquear a Lisboa, a lo que se sumó la decisión de encerrarse en el mismo puerto, lo que les permitió alcanzar la población de Cascaes, donde fueron reforzados por los habitantes con todo lo posible, incluida la gran falta de hombres para las tripulaciones. De haber prevalecido la opinión de Tovar, esto no lo hubieran podido realizar y fue la causa del medio desastre.

La escuadra portuguesa reunida, estaba compuesta por cinco buques redondos, diecisiete galeras y doce velas más cargadas al límite con todo tipo de víveres y pertrechos de guerra. El día diecisiete de junio, aprovechando la corriente de la pleamar penetró por la desembocadura del río Tajo, formando el centro los cinco buques de alto bordo, al que seguían las galeras y en la retaguardia las naves con los bastimentos para ser así protegidas.

Apercibido Tovar, dio la orden de picar los cables y consiguieron arrancar a remo, navegando de vuelta encontrada a los grandes buques y con su capitana logró aferrar a la nao capitana de Portugal San Juan de Arenas, como era su costumbre, una vez roto el centro se fue a buscar a las galeras, pero estas para proteger a las mercantes se arrimaron mucho a tierra, dejando un hueco por el que iban pasando para desembarcar las mercancías.

Tovar no se dio por rendido y logró rendir a las tres galeras que iban en cabeza, una de las cuales era la del mando de Ruy Pereira, que muy valientemente murió en el combate, pero a pesar de esta medio victoria, pues se habían hundido a cuatro buques portugueses, a cambio de esto ellos habían conseguido meter a todos los buques mercantes hasta el fondeadero de Restrello, donde desembarcaron todas sus mercancías y materiales.

Formando con el resto de naves ya muy castigadas una fuerte estacada, que protegió el desembarco de todo, lo que convenció al Rey don Juan I, que se había equivocado por no apoyar a su Almirante. Mientras por parte de Portugal, su jefe don Ruy Pereira pasó a ser un héroe ensalzado y admirado por su valor, puesto que con su decidida acción había salvado a la monarquía de su país y dado ventaja en la resistencia de su capital, al bloqueo de los castellanos.

Viendo esto, el Rey ordenó que se hicieran llegar más medios navales para proseguir con el bloqueo, alcanzando así la escuadra al mando de Tovar el número total de setenta y una naos y carracas, dieciséis galeras, una galeaza, más otras naves menores. Con esta fuerza reunida desembarcaron a las nuevas tropas, cerca de la población y fortaleza de Almeda, situada frente a la ciudad de Lisboa, consiguiendo ser capturada por los castellanos.

Pero estas largas campañas y la falta absoluta de medidas higiénicas (desconocidas en la época) desató la peste en el campo castellano, el mis Rey escribía así a los concejo:

Comillas izq 1.png «E como teniamos cercada la cibdat de Lisbona, assi por mar como por tierra, la cual teníamos en tan grand apretamiento que la cobráramos muy aína, salvo por la grand pestilencia de mortandat que fue en nuestro real tan afincadamente, de que morieron muchos de los grandes de nuestro regno e otros muchos caballeros e escuderos que alli estaban con nusco. E otrosi por el grand afincamiento que todos los que alli estaban nos fecieron, requiriéndonos que non quisiésemos tentar a Dios mas de lo que aviamos tentado, e non quisiésemos ponernos mas en peligro á nos e á nuestra gente, e venimos a una villa nuestra que esta a ocho leguas de Lisbona, a que llaman Torres Vedras…» Comillas der 1.png


Entre los señores y caballeros que fallecieron con la epidemia se encontraban los famosos capitanes Cabeza de Vaca, don Juan Martínez de Rojas, los mariscales don Pedro Ruiz Sarmiento y don Fernán Álvarez de Toledo.

Una vez había abandonado el sitio el ejército, la escuadra continuó en el bloqueo durante unos días, ya que el contacto con tierra había hecho su trabajo mudo y silencioso de contagiar a la escuadra, declarándose la peste en la escuadra Castellana, por lo que Tovar reaccionando rápidamente, ordenando el regreso a las aguas de Castilla.

Pero la fortuna en este caso le falló, pues él fue victima de esa enfermedad, por lo que falleció a bordo de su nao Capitana, que por orden de su segundo en el mando y siguiendo el rumbo marcado por su Almirante, entraron por el río Guadalquivir hasta la ciudad de Sevilla, con todos los buques guardando el más riguroso luto, ya que la única bandera que se podía distinguir por ser de otro color era el pendón de Castilla, enarbolado en el palo mayor de su propio buque.

Fue desembarcado su cadáver y llevado al panteón familiar situado en la Capilla de San Clemente de la Catedral de Santa María. Años más tarde, se coloco una lápida pagada por su biznieto don Juan de Tovar, en la que había una inscripción que decía:

«Aquí yace el bueno e honrado cavallero D. Ferrant Sanchez de Tobar, Almirante de Castilla que Dios perdone, e finó sobre Lisboa en el año de MCCCLXXXIIII, e mandole fazer esta sepultura Juan de Tobar su viznieto, en el año de MCCCCXXXVI»

Así murió un Almirante de Castilla quien había sido en vida el terror de los mares y uno de los pocos que logró penetrar por el Támesis, doblegando el orgullo inglés; ninguno pudo con él por las armas, pero lo logró la peste.

Antecesor
Bandera_Castilla
XXII

Almirante de Castilla

Sucesor
Micer Ambrosio Bocanegra Fernán Sánchez de Tovar Juan Fernández de Tovar

Bibliografía:

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VV. AA.: Colección de documentos inéditos para la historia de España. Facsímil. Kraus Reprint Ltd. Vaduz, 1964. 113 tomos.

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