Victoria sobre turcos en el golfo de Venecia 1624

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1624 - Victoria sobre turcos en el golfo de Venecia



«Segunda relación muy famosa de la gran victoria que las escuadras del Marqués de Santa Cruz, y la de Nápoles y Malta han tenido, por haberse encontrado todas en el golfo de Venecia con trece galeras turquescas, las seis de Biserta, cinco de Argel y dos de Rodas, y las rindieron, y echaron a fondo tres y cogieron las demás. Entre las cuales cogieron la Capitana de Barcelona que los turcos habían cogido los días pasados, y el número de cristianos a quien se dio libertad. Dase aviso del socorro que Au Alteza el príncipe Filiberto, que está en gloria, envió para este efecto, que fueron otras cuatro galeras de Génova, y cómo cautivaron en la presa una señora muy principal, parienta del Gran Turco, que fue a 13 de julio, año 1624. Impresa en Sevilla, con licencia, en la imprenta de Juan de Cabrera. Año de 1624.

Después de la refriega pasada que en la primera relación se hizo mención que se huyeron aquellas galeras de Biserta, y Su Excelencia D. Pedro de Bazán [así], marqués de Santa Cruz, rindió tres navíos y echó a pique dos delante Puerto Darina, sucedió que volviéndose por el mismo camino desde las africanas playas barbarismas, hacia las venecianas olas, y surcando aquellas con regocijo y contento de la venturosa presa, enviándola, como dije, a muy buen recaudo a sus queridas patrias, tomaron lengua como seis galeras de Biserta, cinco de Argel y otras dos de Rodas, que todas juntas eran trece, las cuales estaban muy bien artilladas, y se Habían puesto al paso en el dicho paraje, que está dentro del estado veneciano. Al punto fueron en su busca con deseo de hallarlas, y hallándolas que estaban dentro de una cala, las sitiaron bravísimamente porque ni pudiesen salir.

Enviaron luego un despacho a Su Alteza avisando como las tenían allí cercadas. Luego el serenísimo príncipe Filiberto, que supo la nueva de semejante ventura, dio orden que se proveyese socorro para la dicha empresa, y así fue; pues envió la escuadra del señor Marques D. Pedro Bazán, y en su compañía llevaron otras cuatro galeras de Génova, que en aquella sazón estaban en Mesina, porque como allí estaba Su Alteza, acudirían todas las galeras en ocasiones.

Las dos escuadras zarparon con mucho gusto para el dicho efecto, dando las velas todas al fresco viento y navegando a remo y vela llegaron allá a los 12 del mes de julio, que era de noche, y como había llegado cansada la chusma, le dieron muy buen refresco.

Juntáronse estas dichas escuadras con las que allí estaban, que días atrás estaban en centinela guardando la boca de la cala. A la mañana, que fueron el 13 de julio, tuvieron Consejo de guerra todos los capitanes con el General, para ver la orden que se debía tener, y se determinaron todos que embistiesen a los enemigos. Los cuales, aprestándose, puestas en Dios sus esperanzas, comenzaron la pelea, poniéndose todos a punto de guerra, levantando estandartes y poniendo pavesadas, y los soldados repartían a su lugar, cada uno donde le tocaba, por las ballesteras, con sus arcabuces y mosquetes, mandando a los artilleros cargasen los cañones de crujía y las demás piezas, pues a ellos tocaba la mayor parte de este cuidado.

Luego empezaron con los cañones e enviarles muy recios balazos, y con las gruesas piezas de crujía despedían balas enramadas, con que les dieron muy mal rato, de tal suerte, que en la rigurosa batalla volaron brazos y piernas rompiendo árboles y entenas de las galeras de los turcos, dando con ellos al través, y con la furia tan brava de pechos tan animosos como tienen los nuestros, echaron a fondo las seis galeras de los enemigos, aunque tuvieron muy grande sentimiento los nuestros de la pérdida de los cristianos cautivos que en ellas venían, sin poderlos favorecer.

Y pasando más adentro los valerosos soldados en las galeras, llegaron a abordarse con los enemigos turcos, y allí mostró cada cual sus valerosos y cristianos pecho, mostrándose su famoso Atlante, peleando muy valerosamente, como dicen, por Dios, por su Ley y por su Rey.

Hicieron famosos hechos y muy heroicos, y como llegaron a abordar, pegaron fuego a tres galeras de ellos y se quemaron dentro muchos turcos, sacando los demás que pudieron vivos, y muchos cristianos cautivos que dentro venían, amarrados a las cadenas.

Sin eso tomaron las siete galeras que quedaron, entre las cuales hallaron la Capitana de Barcelona, que traían consigo los turcos por ser tan buena galera, que había cuatro años que ellos habían cogido con su Patrona, la cual se supo que los turcos habían varándola en tierra por triunfo de su victoria, en Constantinopla, que no quiso la fortuna se hallara en esta escuadra enemiga, para que también volviera a su insigne patria y costa de Cataluña.

Tomadas que fueron las dichas siete galeras, mandó el General repartir los turcos presos por los bancos de nuestras galeras, lo que por suerte tocó a cada una de las dichas escuadras, y que diesen saco a los soldados de todo lo demás que quedaba, y a los cómitres las velas de las galeras vencidas, porque a ellos tocaba.

Los turcos que en esta presa se hallaron vivos pasaron en número de 450, sin los cautivos cristianos, que fueron muy pocos menos, que no fue de poca consideración e importancia la estima de la deseada libertad que tuvieron (pues al punto se les dio), que había muchas naciones, y particularmente de Cataluña y aquellas costas suyas.

Murieron muy pocos de los nuestros en la batería por la mucha diligencia que pusieron de ropa y velas debajo de las arrumbadas de proa, aunque pelearon por espacio de tres horas; más con todo eso, no se dejaban de teñir las aguas de la sangre que salía de los heridos cuerpos, que donde las dan las toman.

Esto se sabe por muy cierto por haberlo escrito el secretario del Veneciano al Emperador de España, y por vía de Génova avisaron lo mismo por cartas a un mercader catalán de Barcelona. Y también avisan que en estas galeras turquescas traían una señora muy principal, que dicen es parienta del Gran Turco, que la pasaban a Alejandría, a la cual le hicieron mucha honra y con debido acatamiento la llevaron la vuelta de Mesina, donde estaba Su Alteza. Guarde Dios nuestro Señor gran caudillo Felipo III [así] para defensa y amparo de la cristiandad.»


Bibliografía:

Fernández Duro, Cesáreo: El Gran duque de Osuna y su marina. «Sucesores de Rivadeneyra» Madrid. 1885.

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