Winthuyssen y Tisyo, Francisco Javier de Biografia

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Biografía de don Francisco Javier de Winthuyssen y Tisyo

Jefe de escuadra de la Real Armada Española.

Vino al mundo el día veintidós de agosto del año de 1713, en la villa del Puerto de Santa María. Fueron sus padres, don Juan de Winthuyssen y Gallo, teniente coronel del ejército y de su esposa doña Estefanía Tisyo y Salas.

A su vez don Francisco Javier de Winthuyssen y Tisyo, contrajo matrimonio con doña Petronila de Pineda y Perri, teniendo varios hijos, entre ellos don Pedro y don Francisco Javier, que siguieron sus pasos y su hija Estefanía que caso con don Sebastián Ruíz de Apodaca, que alcanzó el grado de teniente general de la Real Armada.

Solicitó y se le concedió Carta Orden de ingreso en la Compañía de Guardiamarinas del Departamento de Cádiz, sentando plaza el día nueve de marzo del año de 1729. Expediente N.º 111.

Al pasar el examen de las materias teóricas, en el año de 1731 fue destinado como guardiamarina a la escuadra del general don Francisco Cornejo, primero a bordo del navío Andalucía, trasbordando un tiempo después al Galicia.

En el año de 1732 pasó a la escuadra del conde de Clavijo, con la que navegó por las costas norteafricanas, al arribar la escuadra a la bahía de Cádiz, se le ordenó trasbordar a la del mando del general marqués de Mary, con la que zarpó con rumbo a Liorna para tomar posesión de Parma, Plasencia y Guastala el infante de España don Carlos.

Permaneció en éste puerto hasta asegurarse de que todo estaba tranquilo, una vez confirmado zarpó a primeros de noviembre con rumbo a la bahía de Cádiz, donde arribó el día dieciocho de diciembre.

El general de mar don Francisco Cornejo, arboló su insignia en el navío San Felipe, que junto a otros cuatro dieron escolta a un convoy de treinta y cuatro buques mercantes, zarpando el día doce de mayo del año de 1732 de la bahía de Cádiz con rumbo al puerto de Alicante, por ser el designado para la reunión de la expedición, los malos tiempos y sobre todo los vientos contrarios retrasaron la arribada, consiguiendo lanzar las anclas el día dieciocho.

Permaneció a la espera de que fueran acudiendo buques, tanto los de guerra como los mercantes que en su mayoría eran fletados para la ocasión, tardando en completarla veintinueve días, quedando formada por doce navíos, dos bombardas, siete galeras de España, dos galeotas de Ibiza y cuatro bergantines guardacostas de Valencia, siendo el segundo en el mando el general don Blas de Lezo que enarbolaba su insignia en el navío Santiago. El ejército estaba compuesto por veintiséis mil hombres, que fueron embarcados en quinientos treinta y cinco buques. Quizás la mayor concentración naval del siglo XVIII.

Uno de los navíos que se incorporó a la escuadra fue el Galicia, en el que de nuevo iba embarcado Winthuyssen, al ir llegando los buques y el jefe del ejército el duque de Montemar, eligió a tres capitanes de navío los señores don Francisco Liaño, don Juan José Navarro y el conde de Bena Masserano, para entre todos tomar las decisiones de lo necesario a cargar en los mercantes y por informaciones de bajeles, el mejor lugar para llevar a buen término el desembarco, planificando cuidadosamente éste y los lugares de encuentro de cada unidad, para una vez todos en tierra formar las pertinentes columnas, sabiendo por donde debían desplazarse para alcanzar los objetivos, con todo tipo de previsiones y formas para adoptar con conocimiento tanto para la artillería como la caballería y la infantería, así se evitarían sorpresas. Con todo esto se puede decir, que quizás fue el inventor del Estado Mayor que ha pervivido hasta hoy al menos en España.

El día quince de junio comenzó a zarpar la escuadra desde el puerto de Alicante, ya en la mar se encontraron con diferentes problemas, los malos tiempos que producían retrasos y a ello se sumaba, las diversidad de buques fletados en diferentes países que cada uno tenía un andar distinto, aparte de ceñir mejor ó peor los vientos lo que en algunos momentos preocupó y no poco, por ocasionar un gran dispersión de ellos por toda la mar, lo que obligaba a los que tenían la responsabilidad de guardarlos, el tener que navegar incluso de vuelta encontrada para hacerlos regresar al convoy.

A pesar de ello, no se perdió ninguno de los buques, gracias a las normas establecidas y dadas a conocer con sus prioridades a los buques de escolta, así arribaron y lanzaron las anclas en la costa de Orán el día veintitrés.

Los enemigos al ver aquel bosque de árboles y sus velas se dispusieron a proteger su capital, ya que Cornejo había dado la orden de pasar la noche a bordo para desembarcar al día siguiente, aprovechando para dar un descanso a los soldados y marineros aunque solo fueran unas horas.

Al amanecer del día veinticuatro y siempre siguiendo las normas, las fragatas por tener menos calado se aproximaron a tierra y comenzaron a batir la artillería enemiga, esto produjo un gran intercambio de disparos, que tuvo la consecuencia por falta de viento que se acumulara la consabida humareda que entorpecía mucho la visión, lo que a su vez consiguió que su persistencia facilitara el trasbordo de las tropas a los botes, a esperar la orden de remar para dirigirse a la playa escogida, donde a su vez los navíos desde algo más lejos comenzaron el fuego aumentando así la oscuridad producida por los disparos y protegiendo a los que iban a desembarcar.

Se había previsto, que todos los botes alcanzarán la playa más o menos al mismo tiempo, por eso fueron formando detrás de las fragatas y cuando todos estaban preparados se dio la orden de ponerse de arrumbar a la playa, la sorpresa del enemigo fue rayana en la incredulidad, ya que de pronto comenzaron a aparecer cientos de botes que se les venían encima, en uno de ellos iba Arriaga al mando; mientras seguía el fuego de toda la escuadra en protección de los pequeños botes y como complemento a ello, aparecieron las galeras que llevaban a remolque a los botes más grandes y pesado por ir en ellos las piezas de artillería, al mismo tiempo que ellas abrían fuego terminado de abrir las brechas en el dispositivo de defensa de los enemigos y sobre todo, ellas cargadas al máximo de su capacidad de hombres, que a su vez también iban disparando, consiguiendo embarrancar en la playa saltando los infantes.

La operación fue tan rápida y con tanta sorpresa, que en muy pocas horas estaban en la playa veinte mil hombres, más de la mitad de la caballería y varias baterías de artillería, consiguiendo ya formar un frente muy bien preparado para afrontar cualquier contraataque.

Los enemigos reaccionaron e intentaron tirarlos al mar, pero la fortaleza de la cantidad ya lo hacía impensable, aparte de que las galeras ya descargas a fuerza de remo volvieron a la mar y desde allí maniobraban protegiendo a los desembarcados embarazando a los enemigos, a lo que hay que añadir, que por orden de Cornejo el navío Castilla del mando de don Juan José Navarro, se había colocado en una posición muy segura, que le permitía cubrir con sus fuegos lo que no podían cubrir las galeras, frustrando en todo momento los intentos de contraataque de los enemigos.

Al obligar a retirarse al enemigo al interior, los siguientes días se dedicaron a fortalecer a los desembarcados, primero terminando de hacerlo con todos y después proveyéndolos de agua, municiones y víveres para varios días.

Hubo varias escaramuzas por parte de los enemigos, pero siempre recibían mucho fuego y se retiraban maltrechos, hasta llegar el día uno de julio en que ya habían sido reforzados formando un buen ejército decidiendo atacar de firme, pero los desembarcados ya había construido hasta fortalezas de madera, con la artillería bien dispuesta, lo que unido al fuego de los buques les causó un gran descalabro y viendo que nada podía oponer a aquel formidable dispositivo, decidieron abandonar a su suerte toda la zona huyendo al interior, la guarnición de la ciudad de Orán al ver el abandono en que quedaban siguieron su ejemplo, por lo que fue ocupada sin disparar un solo tiro.

La única posición que no abandonaron fue la de Malzaquibir, por ello el día tres se propuso el mando conquistar esta fortaleza, para lo que se destacó a los buques que la bombardearon, pero fue tanto el estrago que realizaron que al final se decidió dejar solo a dos navíos al mando del conde de Bena Messerano casi atracados a la misma, la corta distancia causaba graves daños y de hecho los muros ya casi no soportaban más el peso del fuego, esto les convenció de que la defensa era inútil y enarbolaron bandera blanca, momento en el que fuerzas del ejército entraron y la tomaron.

Se verificó el estado de las fortalezas y Cornejo ordenó reponerlas para su mejor defensa, aparte de desembarcar artillería de sus buques para reforzar la disponible por el ejército, dejando una buena guarnición de seguridad.

Finalizado esto, dio orden de embarque al resto, que se realizó rápidamente zarpando el día uno de agosto con rumbo a la Península, para cumplir la orden recibida de distribuir a los efectivos embarcados, por ello arribó primero a Málaga donde dejó a parte de las tropas, zarpó y arribó a Alicante, donde se realizó la misma operación y por último zarpó con rumbo a la ciudad Condal, donde ya desembarcó al resto; cumplida la Real Orden zarpó de esta ciudad con rumbo a la bahía de Cádiz arribando el día dos de septiembre.

Al arribar recibió la orden de trasbordar al navío Hércules, perteneciente a la escuadra del mando de don Andrés Reggio, con la que zarpó con rumo a la isla de Malta, donde abordaron los buques marineros para reforzar a nuestras escuadra, una vez acomodados zarparon con rumbo a Nápoles y Sicilia donde se unió a la escuadra de general conde de Clavijo, permaneciendo en aquellas aguas hasta que se consiguió dominar la situación, al terminar su misión pusieron rumbo a la bahía de Cádiz.

A su arribada se le ordenó trasbordar al navío África perteneciente a la división de don José Pizarro, en la que se le nombró sub-brigadier de los guardiamarinas, regresando a las aguas de Nápoles y Sicilia; en el bombardeo de Siracusa se le entregó el mando de la lancha del navío armada en cañonera, en la que demostró una sangre fría que dejó huella en sus jefes, tanto que al arribar a la bahía de Cádiz sin examen se le entregó una Real Orden del día diecisiete de junio del año de 1735, por la que se le ascendía al su primer grado de oficial, alférez de fragata.

Con la misma se le daba destino en los Batallones de Infantería de Marina, estando en este destino, volvió a recibir una Real Orden del día diecisiete de noviembre del mismo año, por la que se le ascendía al grado de alférez de navío, por su valor demostrado en exclusiva al mando de su lancha en el bombardeo de Siracusa. (Las cosas de Palacio van despacio)

Un tiempo después se le ordenó embarcar en el navío Galicia, con el que arribó al Arsenal de Ferrol, zarpando al poco tiempo en misión de protección del tráfico marítimo, así como desempeñar navegaciones en diferentes comisiones, al regreso de una de ellas se le ordenó trasbordar al San Fernando, con el que continuó en las mismas misiones sobre todo en el mar Cantábrico, permaneciendo en ellas hasta el año de 1738, en que recibió la orden de incorporarse a su Departamento de destino, en la bahía de Cádiz.

Quedo temporalmente desembarcado hasta recibir la orden de embarcarse en el escuadra del mando del general don Manuel López Pintado, pasando con ella de nuevo a Ferrol. Encontrándose aquí recibió la Real Orden del día veintiocho de agosto del año de 1740, con la notificación de su ascenso al grado de teniente de fragata. A finales del mismo año ocurrió algo nada normal, ya que el jefe del Departamento de Ferrol general don Ignacio Dautevill, le entrega el mando de un patache para llevar a las islas Canarias unos pliegos secretos, pero tan secretos, que ni siquiera se dota al buque con un piloto, por lo que tuvo que ponerse él al timón, arribó a Santa Cruz de Tenerife y entregó los documentos al capitán general de las islas, invirtiendo el rumbo y regresando a Ferrol.

(A parte de lo curioso del dato de ir sin piloto, es que para ir a las islas Canarias se desplazara un buque desde Ferrol y no desde Cádiz, que es mucho más lógico por acortar el viaje varios cientos de millas. Este es un dato para estudiar, ya que la única razón que se le ve, es que don Felipe V estuviera en las cercanías de Ferrol y no de Cádiz) Y debió de ser muy importante, porque recibió por Real Orden del día treinta de junio del año de 1741, su ascenso al grado de teniente de navío, con las Gracias Reales por su servicio.

En este mismo año de 1741, regresó a su Departamento de destino, recibiendo la orden de embarcarse en el navío Alcón (1) y posteriormente en el Santa Teresa, que estaban incorporados a la escuadra al mando de don Francisco Liaño con los que permaneció en los típicos cruceros entre el cabo de Santa María y San Vicente en misión de protección de las flotas provenientes de Tierra Firme, en una de sus arribadas a la bahía de Cádiz, se incorporan los buques a la escuadra del general don Juan José Navarro, con la que zarparon de Cádiz con rumbo al Arsenal de Ferrol.

A lo largo de los dos años siguientes de 1742 y 1743, permaneció en su Departamento, siendo destinado indistintamente a cubrir puestos de su grado, en las diferentes escuadras que se mantuvieron esos años en el Mediterráneo y comisionado en varias ocasiones, a puertos españoles, franceses, napolitanos o sicilianos. Se encontró a bordo de de uno de los navíos que después del fracaso sobre Génova, la escuadra española se vio obligada a refugiarse en el puerto francés de Tolón donde fue bloqueada por la británica al mando de Mathews.

En vista de esto, don Felipe V guiado por el buen logro de que la escuadra española pudiera romper el bloqueo firmó el primer Pacto de Familia, con su tío el rey de Francia Luis XV y éste ordenó a su anciano almirante La Bruyère de Court, que zarpara dando protección a la española, pero con la orden de no combatir ni no eran atacados.

La británica la componían treinta y dos navíos de los que trece eran de tres baterías, con un total de 2.280 cañones y dieciséis mil quinientos ochenta y seis hombres; formando tres divisiones, la vanguardia con nueve navío al mando de Rowley, el centro al mando Mathews con diez y la retaguardia con trece al mando de Lextock.

La aliada estaba compuesta por veintiocho navíos, pero solo dos eran de tres baterías y menos mal que eran españoles, montado 1.806 cañones y de menor calibre que sus enemigos, con diecinueve mil cien hombres de dotación, estando formada como sigue; vanguardia al mando de Gabaret con siete navíos, el centro con nueve a las órdenes de La Bruyère de Courty la retaguardia estaban todos los españoles al mando de Juan José Navarro. Las dos primeras divisiones eran todas de franceses.

El día veintidós de febrero del año de 1744 zarpó la escuadra combinada y poco a poco fue formando la línea ya mencionada, por lo que el almirante británico que se mantenía a barlovento fue dejando pasar a la escuadra francesa, al comenzar a salir la española su división dando arribadas se fue acercando hasta colocarse a tiro de cañón, en ese momento rompió el fuego sobre los españoles.

Algunos de los navíos eran mercantes armados, pero supieron soportar el castigo, pues no hubo buque que no fuera rodeado al menos por dos enemigos, llegando a cuatro el insignia español Real Felipe, e incluso se le lanzó un brulote, al verlo se arrió el bote para desviarlo, pero éste no pudo conseguirlo por lo que siguió a su rumbo, se le dejó que se acercarse al mismo navío y cuando se consideró oportuno, se le disparó a flor de agua por cuyo efecto fue frenado, al sufrir el impacto el buque tembló por completo y como ya estaban preparados para darle fuego, éste se hizo efectivo causando la voladura del brulote que desapareció de la superficie en pocos minutos.

Cuando ya se hacía de noche, los británicos habían sufrido el desarbolo de cuatro de sus navíos y la pérdida de cuatrocientos hombres, por parte española (ya que la escuadra francesa no efectuó ni un solo disparo) dos navío estaban muy mal tratados, el Real Felipe y el Constante, y el Poder que era uno de los mercantes armados, después de batirse contra tres enemigos y con media tripulación fuera de combate fue apresado, pero se recuperó al día siguiente por los franceses, quienes dijeron que estaba en muy mal estado y le pegaron fuego, las bajas fueron de algo más de seiscientos hombres entre heridos y fallecidos.

La escuadra española arribó al puerto de Cartagena dando remolque al Real Felipe, que ya no volvió a zarpar, pero Winthuyssen por su valor demostrado en éste combate encontrándose en el mismo Arsenal, recibió la Real Orden del día catorce de mayo del mismo año con su ascenso al grado de capitán de fragata.

Se le nombró segundo del navío San Fernando, perteneciente a la escuadra del general don Juan José Navarro, que después del combate se le otorgó el título de marqués de la Victoria, realizando comisiones por el mar Mediterráneo, así como salidas en corso sobre las costas norteafricanas, permaneciendo en ellas hasta el año de 1746.

Después continuó desembarcado en el Arsenal de Cartagena, hasta recibir la orden de incorporarse a su departamento de destino, al arribar en el año de 1748 permaneció un tiempo sin destino, hasta que por Real Patente del día veinte de noviembre del año de 1749, se le nombró sargento mayor de los Batallones de Infantería de Marina; estando en este destino recibió una Real Resolución con fecha del día dieciséis de diciembre del año de 1750, por la que el Rey en agradecimientos a sus grandes servicios prestados, le añadía a su sueldo mensual, una gratificación por importe de treinta cinco escudos, pero pagados en reales de vellón (que eran los de cobre y no de plata)

Continuó en su destino en los Batallones, recibiendo una Real Orden del día once de julio del año de 1752, por la que se le comunicaba su ascenso al grado de capitán de navío y por fallecimiento del Inspector General de los Batallones don José Soriano, se le entrega el mando del fallecido, por su demostrada valía y juicio en el empleo de estas tropas.

Permaneció desempeñando tan alto cargo, hasta recibir la Real Orden del día tres de septiembre del año de 1754, se le ordena presentarse en la Corte, lo que inmediatamente realiza poniéndose en camino a ella, al llegar y hablar en varias ocasiones con el Monarca, siendo nombrado con retención de su grado por Real Patente del día treinta y uno de octubre Oficial Mayor de la Secretaría de Estado del Despacho de Marina, pero su forma de organizar y realizar su trabajo, provoca que con fecha del día diecinueve de noviembre siguiente, se le entrega el título de Secretario del Rey con ejercicio de decretos.

Pero no era hombre de sillón y mesa, más todo lo que rodeaba a la Corte, sacando en claro que lo mejor era no contar con tanto título y volver a la actividad de toda su vida (hay que recordar que por estas fechas ocurrió la exoneración del marqués de la Ensenada, por lo que se puede decir que vivió en primera línea lo sucedido y no le debió de gustar demasiado las ‹ formas ›), por lo que elevó petición a S. M. para que se le permitiera regresar a su anterior mando. El Rey se lo concedió y por Real Orden del día veintinueve de julio del año de 1755 regresó a Cádiz y tomó el mando de los Batallones de Infantería de Marina.

Se encontraba en su puesto, cuando falleció el rey don Fernando VI, por ello recibió la Real Orden del día veinticuatro de agosto del año de 1759, por la que se le comunicaba que había sido designado uno de los tres capitanes de navío, que debían hacer la Guardia de Honor al nuevo monarca don Carlos III, hermanastro de su antecesor.

Para viajar al reino de Nápoles y transportar al nuevo Monarca, se formó una expedición al mando del general don Juan José Navarro de Viana marqués de la Victoria, con una escuadra de diecisiete navíos, cuatro fragatas, seis jabeques, dos tartanas y ocho barcas. La cual estaba a su vez compuesta por tres divisiones, la del mando del general don Juan José Navarro con insignia de teniente general en el navío Fénix de 80 cañones, buque en el que iban los tres capitanes de navío designados entre ellos Winthuysse; la del mando del teniente general don Pedro Fitz-James Stuart, con insignia en el navío Galicia de 70 y en la capitana de la división del jefe de escuadra don Carlos Reggio con insignia en el navío Triunfante de 70.

Arribaron a Nápoles y se comenzó a cargar los diferentes buques con los baúles de la Casa Real, por último embarcó don Carlos y la reina doña María Amalia de Sajonia, con Sus Altezas Reales, el príncipe don Carlos y los infantes don Gabriel, doña María Josefa y doña María Luisa en el navío de don Juan José Navarro, mientras que Sus Altezas Reales don Antonio y don Francisco Javier, lo hicieron en el insignia de don Carlos Reggio.

Al siguiente día siete de octubre del año de 1759, que era domingo con un esplendido Sol mar en calma al igual que el viento, se fue realizando una navegación muy placentera, como si el Dios Eolo no quisiera molestar a la Real Familia, pero a pesar de esto comenzó por marearse la Camarera Mayor de la Reina, Duquesa de Castropiñano y poco a poco el resto de damas, lo curioso del caso es que la Reina aguantó mucho más, pero cuando le cogió a ella ya no había nadie de su Real servicio que le pudiera auxiliar, por lo que exclamó: « questo movimiento de la barca me face un imbroglio di ventre », pero no quedó ahí la cosa, sino que incluso los Guardias de Corps de la escolta Real fueron cayendo todos, eso sí, bajo la mirada disimulada de los Guardiamarinas pues apenas podían controlar las risas, así todos rindieron el tributo del novato al Dios Neptuno. Nadie pudo levantar cabeza hasta fondear en el puerto de la ciudad Condal el día dieciséis del mismo mes. Una vez cumplida su misión, se embarcó y regresó a su puesto en el departamento de Cádiz.

Como a todos los que fueron en el Real Viaje, recibió la Real Orden con fecha del día trece de junio del año de 1760, por la que se le ascendía al grado de jefe de escuadra (hay que recordar que hasta el año de 1773 no se creó el grado intermedio de Brigadier, a pesar de estar ya en uso en el Ejército desde el año de 1702, por eso se ascendía directamente de capitán de navío a jefe de escuadra)

A pesar de estar al mando de los Batallones, era inquieto por completo por ello a ratos fue escribiendo una ‹ Memoria › para entregarla a S. M., como era costumbre en la época, ya solo el título nos dice de que trataba, por lo que sobran explicaciones: « Reflexiones sobre los ataques de mar que pueden hacerse á la plaza de Cádiz, su puerto y arsenales, y sobre su defensa », la cual fue recibida con gran agrado por el Secretario de Marina señor Arriaga, quien le escribió dándole las gracias en nombre del Rey por su iniciativa y preocupación por el bien de su reino.

En el año de 1773 recibió una Real Orden, que le llenó de orgullo y no era para menos, ya que podemos transcribirla:

« Atendiendo el Rey á las circunstancias, servicios y méritos de V. S., se ha dignado conferirle el empleo de capitán de la compañía de guardias-marinas, que se halla vacante por muerte de D. Jorge Juan, cuyo aviso comunico á V. S. de su Real órden entre tanto que se expide y remite al Director General de la Armada la patente del referido empleo. Dios guarde á V. S. muchos años. Madrid 15 de Julio de 1773.— El Baylío Fr. D. Julian de Arriaga.— Sr. D. Francisco Javier de Winthuyssen, Jefe de escuadra de la Real Armada »

Permaneció un tiempo en tan honroso puesto, pero considerando que se merecía algo mejor, como una plaza de Consejero en el Supremo de la Guerra, escribió al Rey para que le fuera otorgada, no pudo ser por las razones que se apuntan en la respuesta, aunque ésta a pesar de ser una negativa su corrección y trato es exquisito por lo bien considerado que estaba en la Corte. La carta que recibió dice:

« He recibido la instancia que V. S. me dirige con fecha de 16 del corriente, en que, recordando su mérito, solicita plaza en el Supremo Consejo de la Guerra, á la que no puedo dar curso ahora, porque estando prevenido el número de los que deben componer la nueva planta de este Tribunal en cada una de las dos clases en que se divide, y nombrados ya los sujetos que han de ocuparlas, no llega á tiempo esta solicitud; sin embargo, lo haré presente al Rey cuando ocurra vacante, y V. S. puede estar cierto de que sus servicios y el desempeño que ha acreditado en la inspección de batallones y demás comisiones que han estado á su cargo, merecen entera aceptación de S. M. Dios guarde á V. S. muchos años. San Lorenzo 26 de noviembre de 1773.—El Baylío Fr. D. Julian de Arriaga.—Sr. D. Francisco Javier de Winthuyssen »

Continuó al mando de la Compañía de guardiamarinas del Departamento de Cádiz, realizando unos inmejorables servicios, hasta que le sobrevino el óbito a lo largo del año de 1779, contando con sesenta y seis años de edad, de los cuales estuvo al servicio de España y su Rey cincuenta de ellos.

(1) Así figura en el Cronicón, no sé si es error de imprenta o que en la época la caligrafía era así. Pero en tres sitios figura con el nombre escrito de esta forma.

Bibliografía:

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid, 1973.

Fernández Duro, Cesáreo.: Viajes Regios por Mar en el transcurso de quinientos años. Sucesores de Rivadeneyra. Madrid, 1893.

Ferrer del Río, Antonio.: Historia del reinado de Carlos III en España. Madrid, 1856, 4 tomos.

Guardia, Ricardo de la.: Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.

González-Doria, Fernando.: Las Reinas de España. Editorial Cometa. Madrid, 1981.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

Válgoma, Dalmiro de la. y Finestrat, Barón de.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

Compilada por Todoavante.

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