Cañoneros del fin del Mundo, Los3
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A finales del año 1861 son condecorados los hombres que participaron en los primeros combates de junio de ese mismo año:
« Comandancia general de marina del apostadero de Filipinas.- Núm.1550.- Excmo. señor : Según tuve el honor de manifestar a V. E. en mi carta número 1485, fecha 23 del actual, en la mañana del domingo 26 tuvo lugar en el establecimiento de Cañacao la ceremonia de condecorar por mí, según S. M. la Reina (Q.D.G.) se ha dignado prevenirme en la real orden de 19 de septiembre próximo pasado, al subteniente de la marina sutil don Antonio del Rosario, y los 18 individuos pertenecientes a las dotaciones del cañonero Panay y falúa Paz, que comprenden la unida relación, y son agraciados por S. M. con las cruces de San Fernando de primera clase y María Isabel Luisa pensionadas. La ceremonia se verificó a presencia de las dos compañías indígenas de infantería de marina, dotaciones de los vapores Narváez, Reina de Castilla, Elcano y Escaño, cañoneros núm. 5 (Luzón), núm. 6 (Panay), núm. 7 (Samar), núm 11 (Mariveles), núm. 15 (Balanguingui) y núm. 17 (Mactán), goleta Carmen, marinería del depósito y dos piquetes de artillería e infantería del Ejército de guarnición en aquella plaza, que con orden de parada y en cuadro abierto, se hallaban formadas en el paraje elegido al efecto, componiendo un total de 500 hombres. Asistieron también el gobernador militar y político con los jefes y oficiales del ejército francés (la palabra francés se aprecia nítidamente, ¿es posible que la palabra en cuestión sea “francos”) de servicio, los del cuerpo general y de los diferentes auxiliares de la Armada; el reverendo padre prior de Santo Domingo con otros padres de la misma orden y la de recoletos, y un número considerable de vecinos de los pueblos de Cavite, San Roque y otros inmediatos, a quienes con tan plausible motivo autoricé su entrada en el establecimiento.
Al presentarme en el cuadro, y acompañado de los jefes y oficiales referidos, dispuse se diese lectura de la real orden de 19 de septiembre y relación de los nombres de los agraciados, y acto continuo puse a los mismos las cruces respectivas, que para el efecto había mandado adquirir de mi cuenta, lo mismo que la suya de San Fernando a don Antonio del Rosario, el cual fue promovido por el Excmo. señor gobernador capitán general al empleo efectivo…
Comandancia general de Marina del apostadero de Filipinas.- Relación nominal de los individuos del cañonero Panay que contribuyeron al combate de Unisan el día 16 de junio de 1861.
Clases:
Don Antonio del Rosario, patrón; don Manuel Peón, practicante; don José María Solís, condestable; don José Seoane, cabo primero de infantería; don Rufino de la Cruz, proel.
Marineros:
Eduviges Mariano; Francisco Abapo; Vicente Brionis; Antonio Mallen.
Grumetes:
Pedro Eleuterio; Fernando Ballote; Cirilo Cordera; Melchor Datuin; Venancio Ordoñez; Simeón de la Cruz; Victoriano Aguína; Guillermo Hecos; Buenaventura Rombana y Gregorio Ramos.
Manila 21 de enero de 1862.- José Malcampo.- Es copia.- Eusebio Salcedo.»
(Publicado por el periódico La España el sábado 5 de abril de 1862, con el título Ministerio de Marina)
Para una lectura más exhaustiva de este acontecimiento podéis acudir al siguiente enlace:
http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0002855143&page=1&search=Espa%C3%B1a&lang=es
1862
La Correspondencia de España, viernes 31 de enero de 1862.
Han sido nombrados comandantes de los cañoneros de hélice Mindanao y Bulusan el teniente de navío don Benito González Laganá y de Limas y el alférez de navío don Manuel Martínez y Pery.
Estado General de la Armada (La Época, 3 de febrero de 1862).
Escuadra flotante de hélice.- …De 8 cañoneras de a 1 cañón y 30 caballos, que son: Mindanao, Calamianes, Paragua, Mindoro, Luzón, Panay, Samar y Cebú.- Y de 10 de 1 cañón y 23 caballos, que son: Bulusán, Joló, Mariveles, Arayat, Pampanga, Bojeador, Balanguingui, Albay, Mactán y Taal.
En abril de 1862 un artículo publicado en La Correspondencia de España abre la “caja de los truenos”. En el mismo se informa del grave deterioro que están sufriendo los cañoneros de Filipinas, y se insinúa incluso con que deberán ser retirados del servicio en un plazo muy corto de tiempo. La prensa entera se hace eco de esta impactante noticia.
El entonces capitán de fragata don Miguel Lobo, encargado que fue por el gobierno español, de supervisar los trabajos de construcción de los buques (no tengo claro si era el jefe de la Comisión de Marina en Londres), responde con una carta dirigida a los principales periódicos del país.
La Época, jueves 24 de abril de 1862.
Comunicado.
Señor director de La Época.
Muy señor mío y de todo mi aprecio: Al que lo es de La Correspondencia de España digo con esta fecha lo que sigue, que ruego a V. se sirva insertar en su apreciable periódico:
En el número de ayer del periódico que usted dignamente dirige, hay un párrafo el cual dice en resumen: « que según cartas de Manila llegadas por el último correo, los 22 buques de vapor y de poco calado que, para la extinción de piratas y otros servicios particulares del archipiélago filipino, se construyeron bajo la dirección del que suscribe, y fueron enviados a Manila en 1859, han sido reconocidos, y parece se ha declarado que solo les resta un año de vida, añadiendo, que a la pérdida que habrá de ocasionar semejante acontecimiento, debe agregarse el importe de las municiones compradas en Inglaterra y desechadas por inútiles »
Con la sorpresa que es consiguiente, pero con la celeridad y manera concreta que el caso y mi decoro requieren, voy a contestar, facultado para ello, a lo que el párrafo menciona.
1º.- Los 22 cañoneros de vapor que se construyeron en Inglaterra el año 1859 para el servicio del archipiélago de Filipinas, “lo fueron con arreglo a los planos y condiciones previamente aprobados por el ministerio de marina, tanto en cascos como en máquinas”, de lo cual habrá constancia en la Dirección respectiva de aquel ministerio y en el archivo de la comisión en Londres.
2º.- Las planchas de los costados son de hierro de Sttaffordshire, de la mejor calidad, con arreglo a lo aprobado por aquel ministerio. Y fue tan rigurosa, se ejerció con tanta escrupulosidad la vigilancia e inspección de estas planchas por parte de los oficiales de ingenieros, que a mis órdenes y con arreglo a mis instrucciones obraban, “que casi puede asegurarse no haber dejado de examinarse una sola de esas planchas, ni una sola de las piezas de hierro de ángulo de las cuadernas y baos”.
Y al citar a los oficiales de ingenieros que tenia a mis órdenes en la comisión, y que fueron siempre modelo de actividad, de inteligencia y de constancia, no se entienda que trato de eludir en lo más mínimo la responsabilidad de todo lo perteneciente a la construcción de los 22 cañoneros; pues esa responsabilidad es sola y exclusivamente mía.
3º.- Que todos los pertrechos marineros de los 22 buques “son de lo mejor que puede encontrarse en Inglaterra”, cuyo país es sabido tiene la supremacía en este punto.
4º.- Que todos los pertrechos de guerra de esos buques, lo mismo que el armamento fijo y el portátil, “son lo mejor que puede fabricarse en cualquier país del mundo; y si bien es muy cierto” que una parte de los proyectiles (creo que fueron los huecos) del calibre de a 9, “que representaban la gran suma de siete mil o siete mil quinientos reales vellón, se consideraban inútiles, por demasía de viento, y de cuya falta la Dirección respectiva del ministerio de Marina, según también nuestras noticias, no llegó a concluirse porque la casa que en aquella época servía de agente a la Marina en Londres, se apresuró a enviar a Manila el reemplazo de esos proyectiles tan luego tuvo conocimiento del hecho, y sin aguardar a orden para ello”.
5º.- Las máquinas de 14 de los cañoneros más pequeños son de alta presión, previa, como queda dicho, la aprobación del ministerio de Marina. Tanto los materiales de que están hechas (examinadas con el mismo rigor y escrupulosidad que los de los cascos), como su modo de funcionar, son inmejorables. Pero lo pequeñas, y ser de alta presión, requieren estar manejadas por buenos maquinistas. Las máquinas de otros cuatro de los cañoneros pequeños, son de condensación, y con decir que son de Mr. Penn, basta para hacer el mejor encomio de ellas.
Lo mismo que aseguro de las máquinas, digo respecto a las calderas.
6º.- Cuatro de esos cañoneros son de acero de la mejor calidad; pero a causa de lo sumamente delgado de las planchas, y del cuidado que hay que tener con esta en aguas como las de Filipinas, el que suscribe, al dar cuenta al gobierno del resultado de las pruebas de estos buques, le dijo que no le parecía conveniente se construyesen más de aquel metal. Y aquí debo manifestar que el construirlos de acero fue pura y exclusivamente de la iniciativa del ministerio de Marina, que quiso probar de modo determinante si el acero era o no adecuado a esta clase de buques, en que la primera condición es el poco calado.
7º.- Las pruebas de andar se hicieron muy escrupulosamente en el Támesis con uno de los cañoneros de cada porte (los había de cuatro), pues todos ellos tuvieron que ir en secciones y en buques a propósito hasta Filipinas. Estas pruebas dieron un andar de ocho y nueve millas y demostraron que aquellos tenían completa estabilidad.
8º.- llevaban solamente unas velas pequeñas, porque fueron construidos exclusivamente para navegar a máquina, que era la idea del gobierno. Si luego se las ha variado en Filipinas, habrá sido por querer que naveguen también a la vela. Pero esto, como se comprende perfectamente, no puede ser un cargo para el que dirigió la construcción de los buques.
9º.- Se ha dicho por algunos que los 18 cañoneros pequeños carecen de solidez: ¿quieren indicarme los que tal aseguran cómo pueden tenerla grande unos buques de 75 y 85 pies de eslora y de 12 y 13 de manga, que solo calan tres pies y que llevan a bordo las máquinas, las calderas, carbón para cuatro días, un cañón en colisa, todas las municiones y pólvora para esta colisa, 40 hombres y el equipo y víveres para estos 40 hombre? Desafió a que con estas circunstancias pueda haber otros buques de esta clase que la tengan mayor.
Todo lo dicho demuestra no ser “humanamente posible” que el estado en que se encuentren esos buques, si efectivamente no es satisfactorio, sea debido a lo malo de los materiales y de la mano de obra, que es de lo que el jefe que entendió en la construcción puede responder y ser solo responsable.
Expuesta queda la verdad, no para defenderme, porque esto sería como decir que había causa para ello, sino para que aquella derrame su clara luz sobre todo lo que concierne a la construcción de los 22 cañoneros de vapor enviados a Filipinas, pues ninguna persona más interesada ni más deseosa de esa claridad que la que firma estos renglones, y es, señor director, su más atento y seguro servidor Q. B. S. M.- El capitán de fragata y coronel de infantería, Miguel Lobo.
Madrid y abril 23 de 1862.
A partir de este momento la polémica está servida, y se declara una guerra abierta (de la cual tenéis varios ejemplos más abajo) entre medios de comunicación que defienden la gestión de don Miguel, y por ende, la del Gobierno, y otros que denuncian, y no les faltara razón, lo desastroso de esta situación.
Que los buques no estaban bien era algo seguro. Comienza a insinuarse en la prensa la posible sustitución de los mismos por otros con casco de madera, que aprovechen la máquina y pertrechos de los primeros.
Por otra parte, el punto 6º del escrito nos confirma que fueron 4 los cañoneros con casco de acero, y el punto 7º nos confirma que los buques fueron directamente a Filipinas, sin pasar, obviamente, por Hong Kong. Esto, naturalmente, da al traste con lo que don José Lledó afirma sobre ambos aspectos.
La Época, viernes 25 de abril de 1862.
A El Diario Español, no parecen suficientes las explicaciones del Sr. Lobo sobre el estado de los cañoneros de Filipinas. Anuncia el mismo diario, y nosotros lo repetimos con satisfacción, que el señor ministro de Marina ha pensado en la construcción de cascos de madera, que, reemplazando a los de hierro, puedan utilizar las máquinas y sustituir progresivamente los barcos perdidos.
El general Zavala, que con afán tan solicito, que con tan ardiente fe procura levantar nuestra marina a los mejores tiempos de su historia, estamos seguros que no perdonará medio para conquistarse a la vez la gratitud de los filipinos y de todo el país, dando a este asunto la solución que en todos los sentidos corresponda.
El general Zavala, que no ha tenido la menor parte en ninguno de los actos referentes a la construcción y envío de los cañoneros, y cuya responsabilidad moral y legal se hallan completamente a cubierto, esta, sin duda, en la mejor posición de acreditar una vez más que es dignamente acreedor de ocupar su honroso puesto.
La Correspondencia de España, sábado 26 de abril de 1862.
Parece que por el ministerio de Marina se ha pensado ya en la construcción de cascos de madera que reemplazando a los de hierro, puedan utilizar las máquinas y sustituir progresivamente los barcos cañoneros construidos en Inglaterra para las costas de nuestras islas Filipinas y cuyo estado es, al parecer, poco lisonjero.
La Iberia, sábado 26 de abril de 1862.
El asunto de los buques-cañoneros de Filipinas, cuyo estado hace que se conceptúen ya como inservibles, asunto de que nos hemos ocupado ligeramente en uno de nuestros últimos números, este asunto, tan curioso como extraño, parece haberse resuelto “satisfactoriamente”, según los ministeriales, puesto que El Diario español anuncia, y La Época repite con “satisfacción”, «…que el señor ministro de Marina ha pensado en la construcción de cascos de madera, que, reemplazando a los de hierro, puedan utilizar las máquinas y sustituir progresivamente los barcos ya perdidos »
¿A que pedir más? Si el país no se contenta con eso, se mostrará exigente en demasía. ¿Acaso el país debe hacer otra cosa que pagar las cuotas de contribución que se le imponen? Verdad es que esos “barcos perdidos”, no en ningún siniestro marítimo, si no a causa de sus malas condiciones, representan grandes sumas; pero el mal ya está hecho, -dirían los ministeriales-, y ya no hay más que resignarse: consolémonos con que no es esta la primera vez que han sucedido cosas semejantes, y con que tampoco será la última, gracias a la sabia administración presente.
Otra cosa resulta en tan raro asunto, y es que todos están a cubierto de responsabilidad; que todos han obrado bien, y que según la ciencia, los barcos eran buenos. El hecho, sin embargo, es que no sirven. ¡Habrase visto cosa como aquella!
Desearíamos saber cuántos millones le cuesta al país el tener un Gobierno tan celoso por los intereses públicos.
De la polémica generada a propósito del estado de los cañoneros adjunto unos cuantos enlaces:
http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0001228377&page=2&search=Iberia&lang=es
http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0000171612&page=1&search=%C3%89poca&lang=es
http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0002953120&page=1&search=Clamor&lang=es
La Iberia, 3 de mayo de 1862.
Noticias Diversas.
Han sido nombrados para los mandos de las cañoneras de hélice Arayat, Pampanga, Bojeador y Taal los alféreces de navío don Antonio de la Rocha y Aranda, don Pascual Aguado y Flores, don Eduardo Reinoso y Díez de Tejada y don José Guzmán y Galtier.
Julio de 1862. La goleta Santa Filomena y el cañonero Samar en acción.
Con fecha 5 de septiembre próximo pasado participa el gobernador capitán general de las islas Filipinas al ministerio de la guerra y Ultramar, que la tranquilidad y salud públicas continúan sin la menor alteración en aquel territorio.
Por nuestra parte hemos recibido periódicos y correspondencias del archipiélago hasta la fecha citada. He aquí lo que nos dice uno de nuestros corresponsales:
Manila, 5 de septiembre.- Disfrutamos en este país de tranquilidad, siendo bastante satisfactorio el estado de la salud pública.
Dos nuevos hechos de armas han llevado a cobo nuestros marineros en el territorio de Mindanao, que honran sobremanera su valor y su pericia. La goleta Filomena y la cañonera Samar, al mando de los tenientes de navío D. Vicente Carlos Roca y D. Narciso Fernández Padriñán, fueron los buques que dieron un nuevo escarmiento a los piratas atacando las islas Tavi Tavi y destruyéndoles todas sus moradas, almacenes y efectos y causándoles una gran mortandad. Además les cogieron todas sus armas, muchos prisioneros y rescataron 37 cautivos. Ambos buques destruyeron más tarde hasta 13 pancos en la mar, cogiendo 13 prisioneros. Nuestros bravos marinos tuvieron 20 heridos, pero ninguno de gravedad.
En estos combates prestó auxilio a los marineros españoles el datto de una población próxima sometida a España, y el cual con su gente se portó con acierto y valor recomendables. Entre los prisioneros lo fue el jefe de aquellos piratas conocido por Amsuang, el cual murió a bordo de la Filomena ahogado por la ira al verse aprisionado. Según los partes oficiales de tan brillantes hechos, todos los tripulantes de los dos buques estuvieron dignos de elogio al mando de sus bizarros jefes.
He aquí los partes oficiales en que se dan todos los pormenores de estos brillantes hechos de armas:
Comandancia General de Marina del Apostadero de Filipinas.- Excmo. señor.- El capitán de fragata D. Antonio Mora, comandante de la división de fuerzas sutiles del Sur, en comunicación que me ha dirigido con fecha 19 del actual por el cañonero Pampanga, llegado a este río en la noche de ayer, me dice lo que sigue:
Excmo. señor.- Considero de tanta importancia las noticias que comunican los partes de la goleta Santa Filomena, destinada en el crucero del archipiélago de Joló, que me ha parecido deber trasladarlas inmediatamente al superior conocimiento de V. E., disponiendo al efecto salga esta misma noche con los pliegos, para la capital el cañonero Pampanga, cuyo comandante, alférez de navío D. Pascual Aguado, los pondrá en manos de V. E.- La seguridad que felizmente se disfruta en esta parte del archipiélago, y creo lo mismo será en todas respecto de piratas mahometanos, me hace considerar no ser absolutamente indispensable este cañonero en los pocos días que puede estar ausente.- Deseo que V. E. lo considere del mismo modo, dignándose darme por esta determinación su superior aprobación.
Y con inclusión de los partes de referencia y relaciones de los heridos y cautivos rescatados, tengo la satisfacción de participar a V. E. tan gloriosos triunfos que han coronado mi propósito al determinar, con el acuerdo de V. E., el estacionar en Joló una subdivisión de fuerzas sutiles para perseguir y atacar en sus mismas guaridas la piratería que acaba de recibir un golpe mortal que los deja impotentes para continuar sus actos salvajes de sangre y pillaje. Al mismo tiempo no puedo menos que recomendar a V. E. el leal proceder del datto Wagas que tan importantes servicios ha prestado en los ataques de referencia auxiliando eficazmente al comandante de la goleta Santa Filomena, y por cuyos servicios lo considero acreedor de la real ¿munificencia?
Dios guarde a V. E. muchos años.- Manila 30 de agosto de 1862.- Excmo. señor.- Eusebio Salcedo.- Excmo. señor gobernador capitán general de estas islas Filipinas.
Comandancia general de Marina del Apostadero de Filipinas.- Comandancia de la división del Sur del archipiélago, núm.1.- Excmo. señor.- El comandante de la goleta Santa Filomena, en oficio 18 de julio último fechado en Tavi Tavi, me dice lo que copio:- Hallándome fondeado en las primeras horas de esta noche frente a la embocadura de un estero en la punta meridional de Tavi Tavi, teniendo al cañonero Samar por mi popa, me avisaron a las once y media de ella se dirigían hacia nosotros a toda fuerza de remo con grande algazara y gritería dos gubanes de piratas; se hizo inmediatamente el zafarrancho de combate, determinando se aprontasen las máquinas, así del cañonero como de esta goleta, cuyos fuegos se hallaban retirados.- Dejé atracar a los pancos; pero habiendo manifestado estos al estar cerca indecisión y después gobernando hacía el indicado estero, les hice algunos disparos de colisa, que el segundo condestable Francisco Hernández dirigió con el acierto acostumbrado, obligándolos a varar (¿parar?)
El cañonero a este tiempo tuvo vapor y ordenándolo levara, dirigiólo su comandante, teniente de navío D. Narciso Fernández Padriñán, con el celo y buen deseo que le distinguen, a corta distancia de aquellos, donde, manteniéndose en una braza de agua, los acribilló a balazos.- Entonces le envié los botes armados con el alférez de navío D. José Manuel Chesio, segundo piloto D. Vicente M. Jaudenes y contador D. Camilo…¿ Pronatroller?, ¿Pronstroller?, para que los abordaran ; así lo verificaron, sin tener que lamentar desgracia alguna; a favor de una espía, el expresado comandante del cañonero que mandó esta operación, consiguió ponerlos a flote, y después de recogidas las armas y demás efectos que llevaban, dispuse se quemaran. Creo superfluo manifestar a V. E. el entusiasmo que anima a esta dotación, de que ha dado ya repetidas pruebas. Al amanecer salgo para continuar la exploración por este vasto laberinto, en que hasta ahora han encontrado impunes guaridas tales malhechores.- Lo que tengo el honor de trasladar a V. E. para su debido conocimiento y satisfacción.- Dios guarde a V. E. muchos años. Isabela 18 de agosto de 1862.- Excmo. señor.- Antonio de Mora.- Excmo. señor comandante general de marina de este apostadero.
Comandancia de la división del Sur del Archipiélago.- Núm.2.- Excmo. señor.- El comandante de la goleta Santa Filomena en oficio de 22 de julio último fechado en Pababag, me dice lo que copio.- Concluidos de quemar los pancos piratas a que se refería mi anterior comunicación y próxima la amanecida del día 18, me puse en movimiento para Simonul (¿Simonol?), en conserva del cañonero Samar.- Llegando a esta isla, intimé al mandarín de ella datto Wagas, uno de los más poderosos de esta desquiciada aristocracia feudal, jefe en otro tiempo de los piratas, y dado hoy a la vida pacífica, me facilitara gente para atacar los pueblos de Buan, guarida de aquellos malhechores. No dudó un momento en hacerlo, y como prueba de su sincera adhesión, púsose él con todos sus dependientes a mis órdenes para la consecución del fin que me proponía.
Hacía dicho Buan nos dirigimos el 19 en cuya travesía tardamos cuatro y media horas navegando por un canal en extremo tortuoso, ancho de solo algunas brazas, sembrado de extensos bajos de piedra y a trechos interrumpido por fondos de tres y cuatro brazas, solo las buenas condiciones y excelente gobierno de este buque pudieron superar felizmente tantos peligros en un mar sin explorar aun, donde nuestro único guía era la vista y el ¿escandallo?.- Vivian los piratas confiados en lo inaccesible de sus madrigueras, y lo habían manifestado diciendo a sus secuaces que jamás se atreverían los “castilas” a salvar aquellas peligrosas banesas, olvidando que al carácter español los obstáculos alientan; así es que tanto como nuestra osadía les asombró verlos superar por el poco calado de estos buques.
En Buan fondeó a poco más de un cable de la costa rodeada de piedras que no dejaban franco más que el sitio preciso para el barneo.- Buan es un pequeño monte cónico, de suave pendiente y esmeradamente cultivado, casi circunvalando por el ¿canadall?; el mangle anegadizo lo une a la costa de Tavi Tavi, formando un seno como de una milla de diámetro; en este litoral tenían aglomeradas en grupos sus poblaciones cada uno de los mandarines piratas expresados en la unida relación y escondidos en los esteros, considerable número de gubanes que son las embarcaciones con que verifican sus rapiñas.- Tres días continuados de cañoneo, alternado de repetidos desembarcos, en cuyas difíciles y activas operaciones, la tripulación de este buque, al mando de sus dignos oficiales, mostróse cada vez más decidida y entusiasta, dieron por resultado la total destrucción de esta madriguera de piratas, en la que, creyéndola inaccesible, fiaban la impunidad de sus crímenes; y algo tuvo de providencial cayera en nuestras manos el terrible datto Amsuang, superior jefe de aquellos, con veinte y ocho de los suyos allí mismo donde algún tiempo antes había hecho alarde del mal trato dado a un pobre español que cautivaron sus sicarios.
La serie de estas operaciones esta detallada en mi diario: doscientas casas quemadas, destruidos veinte y seis gubanes y numerosa cantidad de embarcaciones menores, los veinte y ocho prisioneros antes mencionados, treinta y tres cautivos rescatados y cogidos considerable cantidad de armas blancas, nueve fusiles, nueve cañones de bronce, de a cuatro uno y otro de a dos, con la pérdida de más de cincuenta hombres que atestiguan los cautivos haber visto enterrar, han sido el fruto conseguido, sin más baja por nuestra parte que quince heridos de estas tripulaciones, mencionados en la última relación, un cautivo cristiano y siete moros auxiliares. En la destrucción de los gubanes, como que constituyen su riqueza y son los instrumentos de adquirirla, fue donde más obstinada resistencia expusieron, tras ellos se parapetaban para disparar sobre nuestra gente, que con sus oficiales a la cabeza desalojaron sucesivamente, causándoles pérdidas que no pudimos apreciar porque retiraban los heridos y muertos.
Seis de estas embarcaciones nuevas y escondidas en la espesura del mangle defendió tenazmente el Paulina Tigblany con doscientos de los suyos, que esparcidos tras los árboles y apoyado por crecido número de lantacas, recibió con nutrido fuego los trozos de desembarco; mandábalos en esta ocasión el teniente de navío D. Narciso Fernández Padriñán, que haciéndoles avanzar escalonados dirigidos siempre por los denodados oficiales de este buque, les apresó una lantaca, poniéndolos en precipitada fuga, a esta contribuyó el mencionado Wagas, que, poniéndose a la cabeza de su gente, arremetió por el flanco a los contrarios, matando él mismo varios de los enemigos, lo que evidencio la lealtad de sus intenciones.
A lo inesperado del ataque y prolongado cañoneo, y al terror y aturdimiento que les infundió, atribuyó el que, fraccionándose para defender cada grupo su pueblo, facilitaron el ser batidos en ¿detall? por nuestras fuerzas, que de reunirse oportunamente hubieran dificultado; acudiendo cada uno a sus propios intereses, consiguieron la ruina de todos, y largo tiempo necesitarán para reponerse de las considerables pérdidas que han sufrido, sobre todo la destrucción de las embarcaciones, que los deja inhabilitados para ejercer sus correrías piráticas. Habiéndose retirado al interior de Tavi Tavi los enemigos, y no quedando nada por destruir, en la tarde del 21 me puse en movimiento para verificar un reconocimiento sobre Borneo, como se había V. servido prevenirme, consiguiendo salir de aquel laberinto de bajos, con la fortuna de no haber tocado ni siquiera una vez. Al datto Wagas, que tan buenos servicios ha prestado, encomendé la vigilancia de estos lugares, y le decidí a que abriera activo comercio con Zamboanga.