Bauza y Canas, Felipe Biografia
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Biografía de don Felipe Bauzá y Cañas
Capitán de navío de la Real Armada Española.
Orígenes
Vino al mundo en la ciudad de Palma de Mallorca, el día 17 de octubre del año de 1764.
Sus padres fueron don Bartolomé Bauzá y doña María Cañas, como se suele decir y en este caso era verdad, eran humildes pero honrados, lo que le impido por no ser hijodalgo sentar plaza de guardiamarina, a pesar de tener una buena preparación de estudios anteriores, pero como buen isleño le tiraba la mar y solo pudo incorporarse a la Armada para realizar los estudios de pilotín, pasó con holgura el examen final y con fecha del día 3 de diciembre del año de 1773 se le otorgó el título de Piloto de número, siendo destinado al Departamento de Cartagena.
Hoja de Servicios
Para realizar ya sus prácticas de mar embarcó en mayo del año de 1779, momento en el que de nuevo España y el Reino Unido estaban en guerra, por lo que entró varias veces en combate, para posteriormente participar en el Gran Sitio de Gibraltar en el año de 1782, pilotando ya las recién creadas lanchas cañoneras de don Antonio Barceló, quien se fijó en él y quien lo eligió para acompañarle en los dos bombardeos de Argel llevados a cabo en los años de 1783 y 1784.
Al regresar de éste último por Real Orden se le destina a las órdenes de don Vicente Tofiño San Miguel, en estos momentos capitán de navío, para formar parte de la Comisión de alzamiento, del posteriormente conocido como ‹Atlas Marítimo de España›, después de acabado todo el trabajo de campo, por orden de Tofiño se quedo encargado de comprobar y rectificar la impresión de la obra mencionada. Dándose el caso, de que en enero del año de 1787 se le nombra profesor de fortificaciones y dibujo en la Compañía de Cádiz, pero no se pudo hacer cargo del puesto por estar aún en la verificación de la impresión del ‹Atlas›, pero se dio la circunstancia que encontró unos errores precisamente en el plano de la bahía de Cádiz, por lo que ni corto ni perezoso se desplazó a ella y los levantó, para que en el ‹Atlas› no estuvieran incorrectos, al terminar el trabajo de campo regresó a Madrid.
Pero no se quiso quedar con ese título y continuó estudiando y practicando lo que le llevó a ser uno de los mejores pilotos del Departamento y dicho por don Vicente Tofiño por la gran destreza, y exactitud que demostró en los dibujos, sobre todo en el levantamiento de las cartas náutica, lo que a su vez le daba una inmejorable práctica en el manejo del timón, con fecha del día 30 de enero del año de 1786, se le ascendió á segundo piloto. Así que solo estuvo algo más de doce años para ascender un escalón.
Al concluir su trabajo y con el visto bueno de Tofiño, éste intercedió cerca del Monarca para gratificar a Bauzá, pues su grado al menos no pertenecía a persona tan dotada, así don Carlos IV que hacía poco tiempo había sido elevado al trono de España, firmó una Real orden con fecha del día 14 de febrero del año de 1789, por la que en agradecimiento se le ascendía al grado de alférez de fragata, pero no quedaba incorporado a la Corporación.
Unos meses después, don Alejandro Malaspina estaba preparando su gran expedición alrededor del mundo, por ello lo reclamó para ocupar el puesto de Director de ella, en lo tocante al levantamiento de cartas y planos náuticos, siendo asignado a la corbeta Descubierta, con la que realizó la expedición alrededor el mundo.
Don José Espinosa Tello por causa de su salud le impidió zarpar con la expedición, lo que le obligó a quedarse en Cádiz para restablecerse, al estar ya recuperado embarcó y cruzó el océano Atlántico, pero aportando nuevos instrumentos, los cuales no desaprovechó, ya que sobre el centró del océano situó varios escollos, consiguiendo alcanzar y unirse a la expedición en el puerto de Acapulco.
Al llegar a este punto se presentó a Bauzá y se pusieron los dos a trabajar con los nuevos instrumentos, a reconocer y levantar los accesos, y puertos de Veracruz y Acapulco, así como sondar los peligrosos bajos ya vistos pero no situados de la zona de Campeche, así como sus veriles. Estando aquí a Bauzá se le entregó una Real orden del día 23 de marzo de 1791, por la que se le ascendía al grado de alférez de navío y con la grata noticia de haber sido admitido en el Cuerpo General de la Armada. Su sueño estaba conseguido, ahora había que trabajar duro para no perder esa confianza depositada en su persona.
La expedición continuó y en el año de 1792 alcanzaron el estrecho de Nootka, realizando un reconocimiento y situación del Estrecho de Fuca, a bordo de las goletas Sutil y Mejicana.
Desde aquí la expedición navegó a las isla Filipinas, al terminar los trabajos retornaron a las aguas del Perú, pero en esta travesía fue atacada de escorbuto parte de la dotación entre ellos Bauzá y Espinosa, siendo recomendado por el médico de la expedición su regreso a la Península, así los dos enamorados de su trabajo y a pesar de estar enfermos nadie pudo evitar, que al cruzar la cordillera de los Andes, se pasaran un tiempo para situarla con observaciones astronómicas, consiguiendo llegar a Montevideo donde embarcó de trasporte en la corbeta Gertrudis, la cual arribó al puerto de Cádiz en el mes de septiembre del año de 1794.
Teniendo la grata noticia al arribar de serle entregadas dos Reales órdenes, la primera con fecha del día 29 de marzo próximo pasado, por la que se le comunicaba su ascenso al grado de teniente de fragata graduado. O sea sin antigüedad. Pero la segunda con fecha del día 24 de abril sucesivo, se le entrega en propiedad empezando a contarle la antigüedad, esto lo supo el día 21 de diciembre del mismo año de 1794, cuando hacía ya cinco años y dos meses de su salida con la expedición e incorporado al Depósito Hidrográfico, donde a su vez le dieron al orden de acudir a la Corte.
Fueron varios los oficiales que se pusieron en camino, ya que la previsión era imprimir toda la expedición y Bauzá ya tenía una experiencia en este campo, por lo que recibida la orden se pusieron a trabajar, pero prácticamente aún no se había terminado de clasificar los papeles, cuando les sorprendió el encarcelamiento de Malaspina, lo que se tradujo en la Orden del Monarca de paralizar la impresión y guardar los papeles, pero él recibió en particular la orden de regresar a Cádiz y al llegar la orden de incorporarse al Arsenal de Cartagena.
Como era incansable, decidió por su cuenta y riesgo a falta de más documentación, recopilar materiales ya bien de sus compañeros de la expedición, de una nota por aquí y otra por otro lugar el conformar un mapa náutico del seno mejicano, consiguiendo que el capitán general del Departamento le diera la autorización para imprimirlo, siendo llevado el primer ejemplar a la Corte, quienes al verlo decidieron montar en la misma Villa y Corte la Dirección de Hidrografía en vez de en San Fernando, para mejor controlarla y que estuviera a mano de ellos, impidiendo que lo estuviera a quienes de verdad las necesitaban, que eran los marinos.
Después de esto pidió y se le concedió licencia para pasar a recuperarse del todo, pues no había tenido tiempo de hacerlo, solo que el cambio de la alimentación le había ido mejorando, pero el trabajo incesante no le permitía estar a su cuerpo en estado óptimo.
Al reincorporarse a su puesto, debía cumplir el tiempo de embarco por su último ascenso, por lo que se le destinó con fecha del día 24 de agosto del año de 1796 a la fragata Mahonesa del mando de don Tomás Ayalde. En una de sus salidas tuvo un encuentro con la del mismo tipo pero mejor armada de la escuadra británica Terpsichore, siendo vencida y perdida la española pasando su tripulación prisionera a Gibraltar, donde rápidamente fue canjeada toda la dotación, a su regreso al Departamento se le destinó como Ayudante del Arsenal de la Carraca.
Permaneció en éste destino hasta recibir la Real orden del día 29 de agosto del año de 1797, para acudir a la Corte con la misión de organizar la Dirección Hidrográfica y la supervisión de las publicaciones que de ella salieran. Como siempre se dedicó por completo a su nuevo trabajo, no escatimando gastos en instrumentos que hicieran mejorar los trabajos y sobre todo, buscó y encontró a grabadores de altas cualidades para crear las planchas de los dibujos de los mapas con total exactitud, consiguiendo en poco tiempo que los países de Europa pusieran los ojos en el establecimiento español.
No contento con esto, fue comprando material para crear un observatorio y así fijar mejor los puntos en las cartas, pues se puso a repasar todas las hechas por don Jorge Juan, don Vicente Tofiño, don José de Mazarredo y don José Chaix, comprobando que los puntos eran exactos y si no lo eran los rectificaba, para cuando salieran de la imprenta fueran los más fiables posibles.
Se mantuvo en estos trabajos, siendo ascendido como premio por su gran trabajo por Real orden del día 5 de octubre del año de 1802, al grado de teniente de navío. No hubo alteración ninguna y los libros se fueron amontonando, creándose a su vez la biblioteca de la misma institución, la cual contiene obras a veces únicas por no haberse podido llevar a la imprenta, quedándose en manuscritos. Continuó en el puesto a pesar de su ascenso, hasta que le llegó una Real orden con fecha del día 23 de noviembre del año de 1806, por la que se le comunica su nuevo ascenso al grado de capitán de fragata.
Permaneció en su puesto y sobrevino la invasión napoleónica, por ello la Junta General Militar, radicada en Aranjuez le envió una Real orden del día 10 de octubre del año de 1808, para que realizara un mapa de los límites de la frontera entre España y Francia, pero solo recibió la Real orden, ni un real a cuenta ni nada que se le pareciera, por lo que para cumplirla tuvo que sacar el dinero de su peculio, buscó a dos dibujantes y cuatro escribientes, los cuales permanecieron durante seis meses trabajando bajo su dirección.
Estando ya terminado el trabajo, por las derrota de Bailen y otras, vino en persona el Emperador con su ejército, esto le hizo le confirmó a Bauzá que los planos había que ponerlos a salvo. Efectivamente al llegar a Madrid, se presentó en su casa Mr. Laborde, el cual le conminó a que le entregara los documentos para hacerlos llegar al Emperador y éste se lo agradecería enormemente, pero se excusó Bauzá porque no estaban en su poder, diciéndole el enviado que regresaría al día siguiente y que estuvieran preparados. Era lógico pensar que si se entregaban no se volverían a ver y encima servirían al enemigo de España, así que se inventó una treta.
Como realmente los planos habían sido pedidos por el Gobierno español y para ello había recibido la Real orden, y por otra posterior que les fueran entregados al terminar el trabajo, lo que hizo fue cambiar la fecha del documento anticipando su entrega. Al presentarse al día siguiente Mr. Laborde, le enseñó la Real orden y que no se acordaba pero ya habían sido remitidos a Aranjuez, por lo que no estaban en su poder y pero sí en la Junta General. Ante esto Mr. Laborde se fue dando un buen portazo en muestra de su desagrado, pero la treta le había salido bien y los planos se habían salvado de caer en manos del Emperador.
Visto esto tuvo muy claro que lo importante era salvar todos los planos de la Dirección Hidrográfica, así que se puso manos a la obra, pues no hay que olvidar que la institución ya llevaba veinte años de acopio de materiales y maldita la gracia que ahora cayeran en manos nada fiables, así que le fabricaron varias cajas de madera en las que fue acoplando los distintos planos y con algo más de su peculio consiguió sacarlos de Madrid con destino a Sevilla, pero en ellos y por su alto valor, no quiso deshacerse de los del Pirineo y volvió a tramar otra de las suyas. Que consistió en pedir una licencia para salir de la capital para tomar unos baños y recuperar su salud perdida, como esto ya figuraba en su hoja de servicio, no le pusieron ningún problema y se la concedieron.
Y el día 1 de junio del año de 1809, metió los planos en su propia maleta, para no perderlos de vista, se subió a una diligencia que llevaba el camino del balneario donde había estado antes, pero al llegar a la primera posta cambió de diligencia, poniéndose en camino de Sevilla. Los caminos estaban vigilados por el ejército napoleónico, pero él siempre enseñaba la licencia otorgada y ante tal documento, que iba escrito en francés para que no tuviera problemas, le facilitó el camino libre de toda presión, hasta que pasó a la zona controlada por el ejército español y al hacerlo pidió a la primera patrulla que se encontró, ser llevado a presencia de la Junta, por lo que ya pasó a un caballo y con la escolta fue llevado a la Junta, quienes al ver lo que había conseguido sacar de Madrid, casi ni se lo creían, aunque sí que habían recibido seis cajas.
Al saber el gobierno lo que había conseguido le hizo llegar una carta con las gracias de todo él y que pasara a Cádiz para reunir en ésta ciudad todo lo que estaba salvado por otros en las zonas libres y que se reuniera en ella, para establecer el Depósito de nuevo. Con fecha del día 22 de junio del año de 1810, se le nombró Vocal para ejecutar un plan de seguridad en los virreinatos del Río de la Plata y Paraguay, lo cual pudo realizar al disponer de los planos de aquellos territorios, al mismo tiempo fue nombrado vocal de la Junta de Censura.
Con fecha del día 23 de junio del año de 1813, la Regencia le pidió que realizara una división territorial de España, para mejor tener dispuestas las unidades militares por lo que era de vital importancia, lo cual también pudo llevar a efecto al contar con los planos, aunque había lugares que solo se disponía de algunos que incluso estaban a la venta en la misma ciudad de Cádiz.
En el mes de julio como consecuencia del combate sobre la ciudad de Salamanca y que el ejército napoleónico había abandonado Madrid, pidió a la junta que le facilitasen regresar al Depósito, para poder terminar de sacar todo lo que contenía, para lo cual fue autorizado saliendo inmediatamente para Huelva donde fue trasportado por un buque, desde allí con diligencia a la ciudad de Sevilla, desde donde alcanzó los montes de Toledo y desde aquí llegó a Madrid, en muy pocos días con los paisanos de la Villa y Corte, que él mismo fue llamando conforme pasaban por la calle, pudo cargar doce carros con sus respectivos cajones y en ellos todo lo que contenía el Depósito, saliendo él mismo día 30 de octubre, cuando los ejércitos napoleónicos estaban ya rodeando la ciudad de nuevo, pero se pudo poner a salvo con la ayuda de los mismos ciudadanos, eso sí por caminos y veredas que no pasaba una cabra.
Llegó de nuevo a la ciudad de Cádiz el día 10 de diciembre, encontrándose con la petición del día 16 de agosto anterior, por la que el Ministro británico a instancias del general Graham, se le daba la orden de dirigir a los ingenieros británicos en la isla de León y se le entregaba el grado de capitán de fragata de la Marina Real, para poder tenerlo a sus órdenes, pero les remitió carta diciéndoles, que él solo defendía a la Junta de Cádiz y muchas gracias por el grado, pero ése ya lo tenía en la Real Armada Española. Por lo que pasó a organizar todo lo salvado y a levantar el plano del río de Santi Petri y sus caños, por haber sido la mayor defensa de la plaza y la Junta quería tener un buen recuerdo de la zona.
El día 25 de marzo del año de 1814, recibió la petición de la Diputación de Cádiz, para que levantara un mapa de su provincia y con estadísticas, lo empezó pero no pudo terminarlo por falta de fondos. Pocos días después de quedar sin trabajo, recibió una Real orden para que de nuevo el Depósito fuera transportado a Madrid, por lo que volvió a empaquetarlo todo y los llevó a la Villa y Corte con todo el material en el mes de octubre del mismo año de 1814, siendo nombrado su Director interino por ausencia de su propietario su amigo don José Espinosa Tello, el cual sufrió un ataque y falleció, pues por Real orden del día 10 de septiembre del año de 1815 se le entregó la Dirección del Depósito en propiedad.
Ya organizado el Depósito y con poco trabajo, se dedico a hacer unos viajes a las vascongadas, en cada uno de ellos se centraba en una zona geográfica y así fue componiendo incluso con sus alturas barométricas todas ellas, de pasó en sus regresos, aprovechó las paradas obligatorias de la época y realizó lo mismo con la provincia de Segovia así como con toda la Sierra del Guadarrama, permaneciendo varios años yendo y viniendo, pero siempre como se ve trabajando sin descanso. Como premio a todo este trabajo, se le entregó la Real orden del día 20 de octubre del año de 1819, por la que se le comunica su ascenso al grado de capitán de navío.
Al año siguiente se produjo el levantamiento del general Riego en Cabezas de San Juan el día 7 de marzo del año de 1820, por lo que el Rey se vio obligado a jurar la Constitución y eso de perder sus poderes absolutos no le hizo ninguna gracia. A su vez y por su carácter firme, la Junta le nombró vocal de la Junta Suprema de Censura, en la que se vio obligado a racionalizar el sistema. Pero al mismo tiempo casi quedó liberado, porque en el mes de julio del mismo año el Gobierno le encargó una nueva división del territorio, permaneciendo en este trabajo nueve meses, dándole fin y presentándolo el día 18 de marzo del año de 1821. El día 13 de mayo del año siguiente, se le eligió por las Cortes como individuo de la Junta protectora de la libertad de imprenta.
Poco después se le nombró individuo de la comisión de Caminos y Canales del Reino junto a don Agustín Larramendy y otros profesionales, estando entonces en dos destinos al mismo tiempo, ya que la Dirección del Depósito nunca la dejaba, por ello todos estos nombramientos y cargos eran secundarios para él, aunque siempre aprovechaba para levantar nuevos planos y añadirlos al Depósito.
Era un hombre de Ley y lo demostró a lo largo de toda su vida, ya que la única herencia de los pobres, de donde provenía, es ser al menos honrados y esto lo demostró hasta la saciedad. Con el encargo aprobado por las Cortes y a su vez por el gobierno, se le pide que realice el levantamiento de una carta geográfica de España, para ello se le nombra Director del proyecto y como a tal por su alta responsabilidad se le dota con un sueldo de sesenta mil reales, pero éste salario no lo admitió por considerarlo fuera de lugar, ya que cobraba el sueldo de capitán de navío y no dejaba de ser un servicio más a la Patria, por lo que para él ya estaba pagado, pero en cambio sí admitió el nombramiento de Director, para que nadie le pudiera quitar su visión ya demostrada de la exactitud al realizar sus cálculos y situación de los puntos geográficos.
En la legislatura del año de 1822 a 1823, se le eligió Diputado a Cortes por Palma de Mallorca, tomando el juramento como a tal el día 25 de febrero de 1822. Al producirse la entrada de los ‹Cien mil hijos de San Luís› se trasladó con el Gobierno a Sevilla, pero ante el avance de las tropas continuaron viaje a la ciudad de Cádiz, donde se sostuvieron durante un tiempo, hasta que las tropas al mando del duque de Angulema vencieron a los restos del ejército español.
El día 1 de octubre, fue cuando el Rey don Fernando VII se trasladó al cuartel general del duque de Angulema, que estaba asentado en la población del Puerto de Santa María, donde se le ratificaron sus poderes absolutos y por Real Decreto de éste mismo día del año de 1823 todo regresaba a la situación del día 7 de marzo del año de 1820, cuando el Rey fue obligado a jurar la Constitución, por ello quedó abolida ésta.
Esto motivó para no ser ajusticiado, que todos los que había formado parte de las distintas Cortes y Gobiernos, tuvieran que salir huyendo por la represalia que el Rey tomó con todos ellos, y Bauzá fue uno más de los que aprovechando la cercanía de Gibraltar pasó la frontera, desde donde pasó a Londres. Así se vio este sabio marino abandonado sin sueldo después de haber permanecido cuarenta y nueve años al servicio leal de la Patria y de sus gobernantes de turno, viviendo del poco dinero que desde España le enviaban compañeros, amigos y familiares.
Pero actuó sin rencor ninguno, lo que dice mucho de su nobleza de carácter, pues al sobrevenir la invasión del duque de Angulema, para salvar los documentos del Depósito de caer en manos de los franceses, los volvió a meter en sus cajas y transportarlos a Gibraltar, pero antes de la firma del Real Decreto, al saber lo que le podía esperar, no quiso dejarlos en manos de un Rey que de nuevo se había vendido al favor de los franceses, por esa razón no los devolvió y se los llevó a Londres con él, con ellos siguió trabajando y terminó unos planos del Valle de Caracas, del curso del río Orinoco, Atures, Muipures y Cassigiari y quizás el mejor plano de la época que se realizó de la entonces nueva República de Colombia, siendo grabado por él en dos planchas de cobre y pasado por la imprenta, pero él ya no pudo verlo.
Por el famoso Real Decreto del día 23 de octubre del año de 1833, se proclamó una amnistía en la que Bauzá estaba incluido, lo cual le fue comunicado por la Embajada de España en Londres el día 4 de diciembre. La noticia la recibió con gran alegría, no en balde llevaba ya diez años fuera de España, pensando que a pesar de su avanzada edad aún podría abrazar a su familia y amigos, que durante todo este tiempo le habían estado manteniendo.
Pero como en realidad él ya se había hecho una nueva vida, tenía compromisos con varias sociedades científicas y la época del año no era la más propicia para navegar, así que por medio de la Embajada envió un escrito con estos y otros razonamientos al Secretario de Estado, quien le contestó que por la valía atesorada durante tantos años, la Reina Gobernadora le permitía regresar cuando lo considerase oportuno, para él la amnistía no tenía fecha fija.
Así se puso de nuevo a embalar su rico tesoro, e ir comunicando a las diferentes amistades e instituciones que volvía a España, pero el día 2 de marzo del año de 1834 tuvo un dolor de cabeza, al cual no le hizo mucho caso porque estaba organizando ya el regreso, pero al día siguiente nadie lo vio salir, se avisó y forzaron la puerta de su casa, encontrándoselo cadáver en su cama, según los médicos fue un ataque apoplético y sobre las tres o cuatro de la madrugada, por lo que murió el día tres de marzo. Al fallecer contaba con sesenta y nueve años de edad. Por la imposibilidad en la época de ser trasladados sus restos a España fue enterrado en la Abadía de Westminster, donde aún hoy descansan.
Sus amigos británicos sabían perfectamente lo que había en su casa, por lo que nada más saber de su fallecimiento lo pusieron en conocimiento de su Gobierno, quien se puso en comunicación con sus familiares con la intención de comprar todo lo que poseía, pero su esposa que había mantenido correo regular con su marido, era conocedora de que lo que peor se le podía hacer a su marido es que cayera su trabajo en manos ajenas a las de España, a pesar de que las cifras que barajaba el gobierno británico les hubiera sacado de la pobreza el resto de sus vidas y a varias generaciones, pero su viuda se negó en redondo a venderlas. (Hay que recordar, que prácticamente todo lo que contenía el Depósito era salido de sus manos, de ahí el que se considerara propietario de ellos, al menos por los británicos)
Pocos días después de recibir la oferta, el Embajador Plenipotenciario de España en Londres se había puesto en contacto con el Secretario de Estado, y éste con fecha del día 28 de noviembre del año de 1834 (casi nueve meses después), le escribe a la viuda que S. M. la Reina Gobernadora se acababa de enterar de la desgracia sufrida por su marido y con ella España había perdido a uno de sus hijos más ilustres, que había sido informada de la presión británica sobre los documentos de propiedad de su marido, pero que él no quiso nunca que cayeran en manos extrañas, por lo que le rogaba que los albaceas en Londres se pusieran en contacto con el Embajador señor marqués de Miraflores, para que éste pusiera una guardia en la casa y se vigilaran los documentos, dando al mismo tiempo las órdenes oportunas al marqués para que los documentos fueran devueltos a España sin pérdidas ni extravíos y añadía: «…que sería recompensada la familia por tan gran favor al país y de que nada les faltaría a partir de ese momento. »
Así se consiguió que llegara de nuevo a España el gran tesoro que implicaba todo el trabajo y tesón por parte del señor Bauzá a lo largo de toda su vida, que aún hoy significa una de las mejores colecciones del mundo, que se custodia en el Depósito Hidrográfico, ya que hasta tiempos muy modernos, algunos de sus planos no habían sido superados en calidad y exactitud. Y este es su gran legado a España, todo, repito, por ser pobre, pero honrado, cuando se le dieron motivos de sobra para haberla vendido personalmente y no pasar las necesidades por las que tuvo que hacerlo durante los más de diez años de destierro.
A lo largo de su carrera se le condecoró en varias ocasiones, entre ellas estaba en posesión de: Cruz de la Real y Militar Orden San Hermenegildo; Cruz de cuarta clase de la Orden de Waldomiro por el Zar de todas las Rusias y Cruz de la Orden del Baño del Reino Unido.
Perteneció a las Academias siguientes: Socio de Mérito Literario de la Económica Matritense de Amigos del País; Académico supernumerario de la Real Academia de la Historia; Académico externo Numerario de la Real Academia de Ciencias de Múnich; Socio de la Real de Londres para la propagación de la Ciencias Naturales; Socio corresponsal de la Academia Nacional de Lisboa; Individuo de la Academia Nacional de Ciencias Físicas y Matemáticas; Individuo de la Real Sociedad Geográfica de Londres y Socio de la Marítima, Militar y Geográfica de Lisboa.
Bibliografía:
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Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.
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Pegenaute, Pedro.: Represión Política en el reinado de Fernando VII: Las Comisiones Militares (1824-1825). Universidad de Navarra. Pamplona, 1974.
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VV. AA.: La Expedición Malaespina 1789-1794. Ministerio de Defensa-Museo Naval-Lunwerg Editores. 1987-1999. Obra en 9 tomos y 10 volúmenes.
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