Juan y Santacilia, Jorge Biografia

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Jorge Juan y Santacilia Biografía


Óleo de don Jorge Juan y Santacilia. Cortesía del Museo Naval. Madrid.
Jorge Juan y Santacilia
Cortesía del Museo Naval. Madrid.


Jefe de escuadra de la Real Armada Española.

Caballero profeso de la Soberana y Militar Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta.


Orígenes

Vino al mundo el 5 de enero de 1713 en Novelda, actual provincia de Alicante. Siendo sus padres don Bernardo Juan y Canicia y su esposa doña Violante Santacilia y Soler de Cornellá.

Realizó sus primeros estudios de gramática latina en Zaragoza y a la edad de doce años fue enviado a Malta, donde pasó tres años formándose en los monasterios de la Orden, y habiendo aprobado todas las materias con gran nota, fue investido con el hábito de la Soberana y Militar Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, razón por la cual permaneció célibe toda su vida.

Hoja de Servicios

Regresó a España a principios de 1729 y poco tiempo después elevó petición a S. M. solicitando el ingreso en la Real Compañía de Guardiamarinas en el Departamento de Cádiz, sentando plaza el día 10 de marzo del año de 1729. Expediente Nº 100.

Pronto asombró por su talento a profesores y compañeros, sobre todo en el estudio de la astronomía, cosmografía y navegación, así como de las matemáticas relacionadas con la marina. Sus compañeros le llamaban Euclides por su gran afición a estas ciencias.

Realizó su primer embarque, como era costumbre en ese momento, en buques dedicados a combatir a los corsarios de las regencias norteafricanas. Era ésta la mejor escuela de formación práctica, pues las largas permanencias en la mar y los casi continuos encuentros, daban unos conocimientos muy completos en todas las materias a aprender, siendo normal que los hombres transbordasen continuamente de un buque a otro, completando así con la experiencia, su formación profesional.

En una de sus arribadas a la bahía de Cádiz, se le ordenó embarcar con de la escuadra del Marqués de Mari, compuesta por 18 navíos, 5 fragatas, 2 avisos, la escuadra de galeras con siete velas y 48 mercantes, que transportaban a cinco regimientos de infantería y uno de caballería. A esta flota se añadió; en virtud de una alianza ocasional entre España, Francia y Reino Unido contra Austria; la escuadra británica al mando del almirante Wager, compuesta a su vez por 12 navíos, 2 fragatas y 2 avisos, formando un conjunto de 96 velas que comenzaron a hacerse a la mar, al tener buen viento, el día 17 de octubre desde el puerto de Barcelona con dirección a Liorna, donde desembarcaron las tropas sin ningún problema con objeto de conquistar a los imperiales la Toscana, Parma y Plasencia para el infante de España don Carlos.

Permaneció en este puerto hasta ver todo asegurado, zarpando a principios de noviembre con rumbo a la bahía de Cádiz, adonde arribó el día 18 de diciembre.

Asistió a la expedición contra Orán en el año de 1732, estando la escuadra al mando del general don Francisco Cornejo, y a las órdenes del duque de Montemar el ejército de desembarco. En esta ocasión iba como brigadier de guardiamarinas en el navío Castilla, cuyo mando ostentaba don Juan José Navarro, en el que se hallaban embarcadas las tropas del marqués de Santa Cruz de Marcenado.

Estuvo también presente en la escuadra que, al mando de don Blas de Lezo, realizaba cruceros para impedir la llegada de refuerzos turcos, solicitados por los moros de Orán con la intención de recuperar la plaza.

El día 13 de noviembre de 1732 don Blas de Lezo zarpó de Cartagena con los navíos Princesa y Real Familia, en uno de los cuales iba embarcado don Jorge Juan, a los que se unieron otros cinco del Departamento de Cádiz, presentándose con ellos ante Orán, consiguiendo levantar el bloqueo al que estaba sometida la plaza por los moros y desembarcando los socorros. Estando en este trabajo, el día 7 de febrero del año de 1733, en aguas de Mostaqué, es avistada la capitana de Argel, del porte de 60 cañones, y Lezo decide perseguirla hasta las fortalezas de Mostagán bajo cuyos poderosos baluartes se refugia, pero don Blas no se arredra y se coloca a tiro de fusil, comenzando a bombardear las defensas mientras, por la banda contraria, se arrían los botes que con sus hombres protegidos por el fuego del navío, se acercan al enemigo y le pegan fuego, consiguiendo echar al fondo a la capitana regente a pesar de su tenaz resistencia mientras, al mismo tiempo, la división desbarataba los fuertes causando múltiples bajas al enemigo, sufriendo los españoles por su parte, nueve muertos y treinta y nueve heridos, de estos, cinco era oficiales y guardiamarinas.

Al regresar de esta acción a la Península, don Jorge Juan tuvo que ser desembarcado en Málaga junto a muchos más hombres enfermos a causa de la corrupción de los alimentos embarcados, que provocó una gran cantidad de bajas en esta expedición.

Corría el año de 1734 cuando Felipe V pidió al secretario de Marina e Indias, don José Patiño, que propusiese a «uno o dos sujetos españoles, inteligentes en la matemática y astronomía», para que acompañasen a los sabios franceses encabezados por La Condamine.

Por Real orden del día 3 de enero del año de 1735, es designado Jorge Juan, con 21 años de edad junto a Antonio de Ulloa, de 19, para representar a España en la comisión científica que, enviada por el rey de Francia Luis XV, había de ocuparse de la medición del arco del meridiano en las cercanías del ecuador, y de rectificar la verdadera forma de la tierra; por ello fueron ascendidos, en la misma orden, al grado de tenientes de navío con su paga correspondiente y se les destinó a embarcar.

Con fecha del día 22 de abril, firmado por Patiño, que era entonces el Intendente general y a instancias del secretario de marina Ensenada, se les comunica a ambos marinos las siguientes instrucciones definitivas:

«Levantarán planos de las ciudades y puertos, con sus fortificaciones, donde hicieran asiento, y se informarán de los términos de su provincia y gobernación, de los pueblos o lugares que contiene, y lo fértil o estéril de sus campos, como también de la inclinación, industria y habilidad de sus naturales, y la braveza o jovialidad de los indios irreductos, y facilidad o dificultad de su reducción.»

La razón de la presencia de los marinos españoles en esta expedición era el agradecimiento de Francia al Monarca español por autorizar la presencia gala en su territorio, dado que el mejor punto del ecuador para poder tomar la correcta medición se hallaba situado en tierras americanas bajo soberanía española.

La expedición, formada por el navío Conquistador, de 64 cañones, en el que viajaba Jorge Juan y el nuevo virrey del Perú, en cuyo distrito debían realizarse las operaciones científicas proyectadas; zarpó de Cádiz el día 26 de mayo del año de 1735, con el navío debía viajar la fragata Incendio en la que embarcó Antonio de Ulloa, pero ésta zarpó el día 28, los dos buques con rumbo Cartagena de Indias donde desembarcaron. Cruzaron el océano por separado para evitar que en un mal encuentro ambos cayeran en poder de los enemigos. Durante el viaje los dos marinos realizaron varias tomas de posición comprobando así los instrumentos.

Estuvieron en América, nada más y nada menos que diez años, debido a que no sólo se dedicaron a los trabajos científicos que eran la razón de su viaje, sino que el virrey les encargó la revisión del sistema defensivo costero que se encontraba en un lamentable estado de abandono, mientras el almirante británico Anson, por estas fechas, se empleaba a fondo en atacarlas. Llegaron a decidir la construcción de algunos baluartes y reformaron el reglamento y la organización de las tropas de milicia, consiguiendo así dejar algo mejor defendida toda aquella zona.

Desde el año de 1742 realizó labores de guardia costera al mando de la fragata Nuestra Señora de Belén, por aguas de Chile y el archipiélago de Juan Fernández, otra comisión que desarrolló a plena satisfacción del virrey.

A solicitud del ya entonces Intendente General Marqués de la Ensenada, ambos marinos estudiaron, aparte del estado militar de estos territorios, el estado de las comunicaciones, la administración de los recursos y la situación social del virreinato. Los informes de la expedición fueron publicados en Madrid, en 1748 por orden del marqués, en dos obras diferentes, en un tomo las «Observaciones Astronómicas y Físicas» y en otra obra en cuatro volúmenes la «Relación histórica del viaje a la América Meridional.» Una parte de estos informes que contenía información militar, política y social del Perú, y por ello era de carácter reservado, se publicó en Londres, en español, en 1826 por David Barry con el malévolo título de «Noticias Secretas de América».

Regresaron a España en el año de 1745, en naves francesas distintas para salvaguardar la documentación, Jorge Juan lo hizo en la fragata mercante Lis, y Antonio de Ulloa en la fragata francesa de guerra Délivrance, que tuvo un mal encuentro con los británicos, de resultas del cual, Ulloa fue hecho prisionero, cayendo de esta forma en poder de los británicos sus informes, que le fueron devueltos al cabo de once meses, tiempo suficiente para que varios escribanos pudieran copiar, manipular y tergiversar el texto a conveniencia.

Desde España, Jorge Juan viajó a París, donde dio conferencias acerca de sus trabajos científicos en la expedición a América para la medición del arco del meridiano.

Fue ascendido a capitán de navío en 1748 y enviado en el mes de noviembre al Reino Unido por encargo de don Zenón de Somodevilla, con la misión de recabar información sobre construcción naval en esa nación. Viajó acompañado por los brigadieres de guardiamarinas don José Solano y don Pedro de Mora. Su estancia duró dieciocho meses, en los que recibió toda clase de muestras de aprecio por su demostrada erudición y talento y que aprovechó a su vez para interesarse por los adelantos técnicos que allí se desarrollaban.

Al regresar a España corrigió los defectos que, a su entender, tenía la construcción naval isleña, mejorando de tal forma el sistema que los propios británicos acabaron por aprender de él.

Por Real orden se le puso al frente de la construcción de los arsenales de Ferrol y Cartagena, sus diques, las bombas de fuego, las gradas para construir navíos y botarlos al agua sin lesión, el método de construirlos, al igual que todos los demás tipos de buques, ayudándole mucho en estas tareas el brigadier Sebastián Feringán, un notable ingeniero.

Se le facilitó la realización de una veintena de viajes para visitar todos los puertos de la Península, de los que fue levantando planos con mejoras, aunque por desgracia muchos de ellos se quedaron en algún cajón olvidados, sin ejecutar.

En el año de 1750, por disposición Real, se le ordenó pasar al Arsenal de Cartagena para, ayudado por el ingeniero naval del mismo, don Sebastián Feringán, realizar la construcción de un dique de carenas, obra que quedó terminada en dos años.

Asimismo en Ferrol finalizó a lo largo de 1751 las obras de las gradas del Esteiro que se habían iniciado en el año de 1749.

Llegó a tanto la fama de hombre sabio de Jorge Juan, que recibía multitud de consultas de todo tipo sobre materias científicas y de su profesión, así como de obras, sobre todo hidráulicas, incluso de carácter civil, llegando incluso a informar sobre los útiles mejores en las minas de Almadén, con provecho de la salud de los trabajadores y en beneficio del Erario Público y de las minas, liga y afinamiento de monedas y dirección de canales y riegos.

A tal extremo era admirado que el almirante británico Howe arribó a Cádiz en una fragata en abril de 1753, sólo por conocerle y tratarle: «…bajando muchas veces a visitarle en tierra, y obsequiándole a bordo con un espléndido banquete y con maniobras y otras finas confianzas y condescendencias facultativas…»

Fue tanta su fama que en toda Europa era conocido como «El sabio español»

En el año de 1754 se le encomendó la dirección de la compañía de guardiamarinas, mejorando en ese tiempo su sistema docente. Escribió para los alumnos el «Compendio de Navegación», en el que se hace un resumen claro y elegante de cuánto había adelantado la navegación hasta aquellos días, siendo esta obra de obligado aprendizaje y manteniéndose durante muchos años como libro de texto, preocupándose además por dotar mejor a la escuela con escogidos maestros y mejores medios.

Como hombre de ciencias respetado, consiguió que se autorizase la construcción de un Observatorio Astronómico en Cádiz para mejorar las mediciones y aplicarlas en los estudios de los guardiamarinas.

Más tarde éste Observatorio sería trasladado a la Isla de León, hoy San Fernando, siendo en la actualidad el «Real Observatorio Astronómico de San Fernando»

En su afán de conocimiento, su amor a la investigación y su deseo de aprender y enseñar, fundó en el año de 1755 en Cádiz, en su propia casa, la «Asamblea Amistosa Literaria», una reunión de eruditos que se celebraba todos los jueves para dialogar sobre astronomía, historia, navegación, geografía, física, higiene y cuestiones militares, que ha llegado hasta nuestros días.

En una de aquellas reuniones, leyó Jorge Juan una memoria, que sirvió de fundamento para realizar su obra más célebre, el «Examen Marítimo», que posteriormente tanta fama le daría a lo largo del tiempo. En esta asamblea llegó a leer diez «Opúsculos Técnicos»

En el año de 1766, hallándose otra vez en Cádiz, después de una larga alternativa en comisiones y viajes, se le ordenó regresar a Madrid, pero hallándose inmerso en los preparativos para ello, recibió una nueva Real orden, por la que se le nombraba Embajador Plenipotenciario de España ante el Sultán de Marruecos.

El 14 de febrero de 1767 salió de Cádiz en el jabeque Garzota, que tuvo que regresar al día siguiente a causa de los vientos contrarios. El 19 de febrero zarpó de nuevo de Cádiz en el mismo jabeque en conserva del Cuervo, acompañado por el jabeque mercante ibicenco San José y otras dos tartanas mercantes, estando esta división al mando de don Juan de Araoz. El día 21 fondearon en la rada de Tetuán donde desembarcaron el embajador marroquí en Madrid, Sidi el Gazel y don Jorge Juan, para iniciar las negociaciones con el Sultán Sidi Mohamed.

Su misión le llevó seis meses y medio, en los que tuvo que resolver gran cantidad de asuntos complejos, facilitando el entendimiento los ricos presentes con que se obsequió, por Real orden, al Sultán, entre ellos doscientos ochenta y cinco esclavos moros y turcos, realizando las gestiones con tal acierto que justificó plenamente la confianza en él depositada por el Gobierno. Jorge Juan firmó el Tratado de Paz y Comercio en Marrakech el 28 de mayo 1767.

El Tratado comienza de este tenor:

«Gracias a Dios Todo-Poderoso.

Tratado de paz y de comercio establecido, sellado y firmado entre los muy altos y poderosos príncipes don Carlos III, rey de España y de las Indias, y el emperador de Marruecos Sidy Mohamet Ben- Abdala, Ben-Ismael, rey de Fez, Mequinez, Algarbe, Sus, Tafilete y Dra: siendo parte contratante por su Majestad católica su embajador plenipotenciario don Jorge Juan, que por su órden y al mismo efecto pasó la corte de Marruecos: en el día 1.º de la luna de Aulmoharran año de 1181 de la era mahometana, ó 28 de mayo de 1767 de la cristiana.» Continúa con diecinueve artículos.

Terminada su misión regresó a Madrid ese mismo año, prosiguiendo con su tarea científica, ocupándose, por Real orden, de revisar y asesorar a todas las secretarías del despacho y el Supremo Consejo de Castilla.

El Rey le nombró director del Real Seminario de Nobles, también en Madrid, tomando posesión del cargo el día 24 de mayo del año de 1770.

Muchas naciones le contaban como miembro de sus sociedades científicas, siendo, entre otras, académico de las Reales Sociedades de Londres y Academias de las Ciencias de París y Berlín; y consiliario de la Española de San Fernando.

Se puso enfermo el día 14 de junio de 1773, constipado, con una fuerte ronquera y dolores en las extremidades. Fue llamado para atenderle, el día 15, su médico en el Real Seminario de Nobles y tras un ligero alivio al día siguiente sufrió un “accidente de alferecía”, es decir, un ataque de epilepsia.

Se decidió entonces sangrar al enfermo, y aunque Sebastián Creagh, un amigo médico, se oponía a ello, finalmente se le hizo una sangría en el pie. Esa misma noche del 16 volvió a sufrir otro accidente de alferecía que intentaron aliviar extrayéndole otras seis onzas de sangre, dejando muy mermadas sus ya escasas fuerzas.

Se le suministró quina, tisanas, caldos de pollo, pero continuó sufriendo accidentes y el día 18 recibió la extremaunción, el día 20 tuvo algún momento de lucidez y roto por la enfermedad y las sangrías, expiró en la tarde del día 21 de junio de 1773 en Madrid, en su domicilio de la Plazuela de los Afligidos, a la edad de 60 años.

Los detalles de su muerte los conocemos gracias a su secretario particular y oficial segundo de la Contaduría Principal de Marina don Miguel Sanz que fue quién se encargó también de dar sepultura digna al insigne marino.

Lápida en recuerdo de don Jorge Juan y Santacilia, que se encuentra en Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando.
Lápida en recuerdo de don Jorge Juan.
Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, Cádiz.
Cortesía Museo Naval. Madrid.

Don Miguel consiguió; por intercesión del marqués de San Miguel de Gros y del Bibliotecario Mayor del rey, don Juan de Santander; que su cuerpo descansara en la capilla de Nuestra Señora de Valvanera, la mejor de la parroquia de San Martín, tras una lápida que llegó de Granada, a instancias del insigne arquitecto Ventura Rodríguez y en la que se situó una Medalla de medio relieve con su efigie, finalizado todo el proceso en octubre de 1774.

En 1808 a causa de las reformas de José I en la ciudad de Madrid, la iglesia fue derribada y los franceses trasladaron la urna con los restos de Jorge Juan a los sótanos del Ayuntamiento, mientras que la lápida fue a parar al ex convento de la Trinidad Calzada, que servía de almacén de la estatuaria de los templos derribados.

Y tras un tiempo de olvido y otro de estancia en la reedificada iglesia de San Martín, en 1850, los restos de Jorge Juan llegaron al Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, donde hoy reposan al fin. La lápida se recuperó en 1853, colocándose en el frente del crucero de la nave del Evangelio.

En la lápida, de piedra amarillenta hay una inscripción en latín que dice, traducida al español, así:

«El Excmo. Sr. D. Jorge Juan y Santacilia, natural de Novelda, en el reino de Valencia, Caballero de la Orden de Malta, Jefe de la Armada, Capitán de los Guardiamarinas y Director de su Escuela, Rector del Seminario Real de Nobles de Madrid, que después de haber dominado el mar con barcos de nuevo tipo y construcción, explorando el África como Embajador en Marruecos, recorriendo la América para levantar el plano de la Tierra y Europa para llevar a cabo investigaciones literarias, con las que ilustró sus Academias, como la Española de San Fernando, la francesa, la inglesa y la prusiana, entregó al Señor la vida que de El había recibido, y que ennobleció con su piedad y buenas costumbres, a los sesenta años de edad, en Madrid, el 21 de junio del año del Señor 1773.
Sus desconsolados hermanos Bernardo y Margarita cuidaron de que fuese colocado y levantado un monumento, con el consentimiento del Ilmo. D. D. Juan Zapata, Marqués de San Miguel de Gros, patrono de la capilla.»

En el año de 1913, en su localidad natal, Novelda en la provincia de Alicante, para celebrar el centenario de este sabio español, se le erigió un monumento para su eterno recuerdo.

Un íntimo amigo de Jorge Juan, el insigne matemático barcelonés Benito Bails nos lo retrata en su obra: «Elogio de Don Jorge Juan» con estas palabras:

«Era de estatura y corpulencia mediana, de semblante agradable y apacible, aseado sin afectación en su persona y su casa, parco en el comer y por decirlo en menos palabras, sus costumbres fueron las de un filósofo cristiano. Cuando se le hacía una pregunta facultativa, parecía en su ademan que era él quien buscaba la instrucción. Si se le pedía informe sobre algún asunto, primero se enteraba, después meditaba y últimamente respondía. De la madurez con que daba su parecer, provenía su constancia en sostenerlo. No apreciaba á los hombres por la provincia de donde eran naturales, era el valedor, cuasi el ajente de todo hombre útil.»

Dejando escritas las obras siguientes:

«Disertación histórica y geográfica sobre el meridiano de demarcación entre los dominios de España y Portugal y los parajes por donde pasa en la América Meridional, conforme á los tratados y derechos de cada Estado, y las más seguras y modernas observaciones» En colaboración con don Antonio de Ulloa, en Madrid, 1749.

«Noticias Secretas de América sobre el estado moral, militar y político de los reinos del Perú y provincias de Quito, costas de Nueva Granada y Chile: gobierno y régimen particular de los pueblos indios; cual opresión y extensiones de sus corregidores y curas; abusos escandalosos introducidos entre estos habitantes por los misioneros; causas de su origen y motivos de su continuación por el espacio de tres siglos» Atribuido a don Jorge Juan y don Antonio de Ulloa por el editor londinense, en 1826, con la intención de asegurar su venta. Se trata en realidad de una manipulación maliciosa, contra los intereses de España, realizada con los informes de Ulloa requisados durante su apresamiento y parte de los de Jorge Juan.

«Compendio de navegación para el uso de los caballeros guardia marinas.», en Cádiz, en 1757.

«Examen marítimo teórico práctico, ó tratado de mecánica aplicado á la construcción, conocimiento y manejo de los navíos y demás embarcaciones.», en Madrid, en 1771.

«Estado de la astronomía en Europa y juicio de los fundamentos sobre que se erigieron los sistemas del mundo para que sirva de guía al método en que debe recibirlos la nación sin riesgo de su opinión y de su religiosidad.», impreso al principio de las «Observaciones astronómicas.», edición de 1773.

«Reflexiones sobre la fábrica y uso del Cuarto-de-circulo.», impreso en 1809 por la Dirección de Hidrografía, Memoria 4ª.

«Método de levantar y dirigir el mapa ó plano general de España.», impreso en 1809 en las Memorias del Depósito Hidrográfico.

«Carta de don Jorge Juan á don Sebastián Canterzani sobre las observaciones del paso de Venus por el disco del Sol.», publicada en la 1ª Memoria del Depósito Hidrográfico.

«Parecer de don Jorge Juan sobre el relox ó cronómetro inventado por Juan Harrison.»

Y un número muy extenso de opúsculos é informes sobre diversas materias.

Bibliografía:

Cantillo, Alejandro del.: Tratados, Convenios y Declaraciones de Paz y de Comercio desde el año de 1700 hasta el día. Imprenta Alegría y Chalain. Madrid, 1843.

Cervera Pery, José.: El Panteón de Marinos Ilustres, trayectoria histórica, reseña biográfica. Ministerio de Defensa. Madrid. 2004.

Cervera y Jácome, Juan. El Panteón de Marinos Ilustres. Ministerio de Marina. Madrid, 1926.

Die Maculet, Rosario y Alberola Romá, Armando.: Muerte, funerales y sepultura del científico Jorge Juan a través de la correspondencia de su secretario Miguel Sanz. Revista Moderna n.º 18, Universidad de Alicante, 2000. Pp. 109-124.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa-Calpe. 1926. Tomo 28 segunda parte, páginas 3.028 y 3029.

Fernández de Navarrete, Martín.: Biblioteca Marítima Española. Obra póstuma. Madrid. Imprenta de la Viuda de Calero. 1851.

Fernández Duro, Cesáreo.: Disquisiciones Náuticas. Facsímil. Madrid, 1996. 6 Tomos.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra. Madrid 1895-1903.

Guardia, Ricardo de la.: Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.

Juan de Santacilia, Jorge y Ulloa de la Torre-Guiral, Antonio de.: Noticias Secretas de América. Istmo. Madrid, 1988. Facsímil de la publicada por David Barry en Londres en 1826.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid 1873.

Soler Pascual, Emilio.: Viajes de Jorge Juan y Santacilia. Ciencia y Política en la España del siglo XVIII. Ediciones B, S. A. Barcelona, 2002.

Válgoma, Dalmiro de la. y Finestrat, Barón de.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

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