Carranza y Vivero, Cosme de Biografia

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Cosme de Carranza y Vivero Biografía



Brigadier de la Real Armada Española.

Caballero cruzado de la Militar Orden de Santiago (1788, signatura 1.593)

Orígenes

Vino al mundo en el Valle de Trucíos en la actual provincia de Vizcaya, a lo largo del año 1757, siendo sus padres, don Cosme de Carranza y de la Paliza, y de su esposa doña María Vivero de los Trueros, todos naturales de la misma población.

Hoja de Servicios

Descendiente de familia noble, solicitó y obtuvo Carta-orden de ingreso en la Compañía de Guardiamarinas del Departamento de Cádiz, ingresó junto a su hermano Juan, pero iban tan preparados, que sentaron plaza el día 2 de marzo del año 1774, se les examinó sacando la nota de sobresaliente en todas las materias en mayo siguiente, abandonando la Compañía el día 13 de diciembre del mismo año con el grado de alféreces de fragata. Ambos por sus paridad en todo están en un solo expediente, con el N.º 1.269.

Como su preparación teórica era excelente, se le hizo examen que paso holgadamente, por lo que se le destinó a los pocos días a embarcar en el navío Santo Domingo, con el que zarpó de la bahía de Cádiz con rumbo al Arsenal de Cartagena, aquí embarcó en la goleta Santa Engracia, con la que realizó el corso contra las regencias norteafricanas, arribando de nuevo a Cádiz en el mes de junio, quedando desembarcado por pasar un nuevo examen.

Volvió a pasarlo con facilidad y al mes siguiente, se le destino a perfeccionar sus conocimientos náuticos a bordo de la fragata Gertrudis, permaneciendo en la protección del tráfico marítimo navegando entre los cabos de Santa María y San Vicente; en una arribada a la bahía de Cádiz en el mes de diciembre, se examinó de nuevo y por Real orden del día 19 del mismo mes fue ascendió al grado de alférez de fragata, siéndole ordenado trasbordar a la Astrea, para realizar un tornaviaje a las islas Filipinas; arribando al puerto de Cádiz en el mes de julio del año 1776 en conserva con la Venus (Un tornaviaje a Filipinas, con una duración de diecinueve meses, buena práctica) a su llegada quedó desembarcado.

Se le destinó al navío Serio que junto al San Agustín formaba parte de la expedición compuesta por seis navíos, seis fragatas, un chambequín, tres paquebotes, una urca, un bergantín, dos bombardas, una saetía y dos brulotes, más una flota de mercantes para transportar al ejército de nueve mil hombres.

La escuadra al completo estaba al mando del general marqués de Casa Tilly y el ejército a desembarcar a las órdenes del general Ceballos, con la misión de recuperar las tierras ocupadas por el vecino país de Portugal en tierras del Brasil, por haberse sobrepasado los límites del territorio perteneciente a la corona de España.

Zarpó la escuadra el día 13 de noviembre del año 1776, con rumbo a aquellas aguas y costas, al arribar desembarcó el ejército en diferentes puntos, después de unos combates se recuperaron la islas de Santa Catalina y Sacramento, lo que obligó a los portugueses, por mediación de los sempiternos británicos a llegar a un acuerdo.

Se acordó que las dos comisiones se desplazan a Madrid, donde se firmó el Tratado de Paz de El Pardo en el año 1778 y desde aquí, viajando por tierra a Cádiz desde donde zarpó la comisión de científicos a fijar las líneas de demarcación de las posesiones respectivas de ambos países en aquellos territorios, al llegar se le dio la orden a don Cosme de formar parte de ella, llegando al acuerdo que posteriormente fue ratificado por los plenipotenciarios de los dos países.

Concluido todo este trabajo de campo y ratificado el Tratado, se dio orden de regreso de la expedición, pero su buque fue destinado a recalar en los puertos de Tierra Firme, Veracruz y la Habana, siendo cargado con situado en todos ellos, zarpando con rumbo de regreso a la bahía de Cádiz donde lanzó las anclas en el mes de mayo del año 1778.

Al arribar le espera una Real orden del día 19 de julio del año 1777, por la que se le comunicaba su ascenso al grado de alférez de navío por el gran trabajo realizado, que fue del pleno agrado de S. M. y se lo demostró con este detalle. Siendo destinado a las brigadas en el mismo Departamento hasta que recibió la orden de embarque en el navío Paula, en el mes de enero del año 1779.

Por la declaración de guerra a la Gran Bretaña, se formó la escuadra pasando su navío a formar parte de ella, siendo puesta al mando del general don Luis Córdova, a la que se unió la francesa del mando del conde D’Orvillers compuesta de treinta y seis navíos, entregándole el mando de la combinada al general español, zarparon de la bahía de Cádiz doblando el cabo de San Vicente y poniendo proa al Norte, al llegar a la altura del cabo de Finisterre, se le unió la escuadra del Ferrol con varios navíos y fragatas, con lo que se consiguió reunir a sesenta y ocho navíos en total, con rumbo al canal de la Mancha. Siendo quizás la mayor fuerza naval reunida a lo largo de todo el siglo XVIII.

La combinada era portadora de un total de 2.636 cañones y veintiún mil setecientos treinta y cuatro hombres, dominando la embocadura del canal de la Mancha, obligando retirarse a las fuerzas enemigas del almirante Hardy, que solo contaba con treinta y ocho de ellos, ante su inferioridad prefirió guarecerse en sus puertos y Arsenales.

Terminó la campaña sin grandes resultados positivos, sólo con la pequeña ventaja de haber apresado al navío británico Ardent, de 74 cañones, cuatro fragatas, seis bergantines y dos convoyes. Al finalizar esta demostración de fuerza las escuadras regresaron a Cádiz.

Se sacó la conclusión de la necesidad de aumentar el armamento de los buques españoles, montándoles artillería en el alcázar y castillo, así como también de perfeccionar los aparejos.

En el mes de febrero del año 1780, recibió la orden de trasbordar al navío San Agustín, que fue incorporado a la escuadra del general don José Solano, con la que zarpó de la bahía de Cádiz en el mes de abril con rumbo a la Habana, al poco de arribar le llegó una Real orden del día 27 de mayo por la que se le ascendía al grado de teniente de fragata.

A la expedición llegada de la Península se le unieron las fuerzas de la Habana, zarpando de este puerto el día 16 de octubre del año 1780, las navales a las órdenes del general don José Solano compuestas de siete navíos y cinco fragatas, dando escolta a un convoy de cuarenta y nueve velas con tres mil hombres del ejército, al mando del general Bernardo Gálvez.

Un huracán dispersó a los buques pero sus comandantes evitaron el desastre de irse al fondo, consiguiendo ir arribando a la Habana donde los dañados quedaron en él, pero los que se pudieron alistar rápidamente volvieron a zarpar, sólo que con menos fuerzas, siendo el día 28 de febrero del año 1781.

Desembarcó Gálvez en la isla de Santa Rosa con mil trescientos quince hombres, después de ahuyentar con sus navíos a dos fragatas británicas que defendían el paso, a las que se les persiguió para que no regresaran.

Hubo que aligerar a los buques españoles para que pudieran pasarlo dada su escasa profundidad, pero así y todo varó el navío San Ramón, que taponó momentáneamente la entrada.

Al fin Gálvez recibió refuerzos de Nueva Orleáns y de Mobile y arribó el general Solano con once navíos, entre ellos el San Agustín en el que iba embarcado Carranza, llegando tan oportunamente que ya se habían avistado ocho británicos desde cabo San Antonio, con la intención de socorrer la plaza, pero al ver la fuerza de la escuadra española reunida consideraron que no era día de combatir. (Una más de su pragmatismo)

El día 11 de mayo la ocupó Gálvez, tomándose 143 cañones y haciendo mil ciento trece prisioneros y otros tantos negros, además del general Campbell y del almirante Chester, capitán general británico en aquel territorio. Quedando el general Gálvez, gobernador de la Luisiana, que no hubiese podido llevar a cabo sus operaciones en La Florida y tomar Pensacola a los británicos, sin el concurso de la escuadra del general don José Solano. Quedando demostrado una vez más que el domino de la mar daba la victoria en tierra.

Al terminar las operaciones regresó a la bahía de Cádiz, siéndole otorgado el mando del bergantín Caulicán con el que estaba realizando cruceros sobre la costa norteafricana, un día estando en la cercanía del cabo de Espartel divisó a una corbeta británica, poniendo inmediatamente proa a ella y entablando combate, que fue largo y duro por la diferencia de poder a favor del enemigo, pero consiguió causarle graves daños, que propiciaron pasar al abordaje y ser capturarla, viendo entonces que era del porte de 22 cañones, muy superior a la de su buque.

Como siempre al firmarse la paz con los británicos recibió la orden de pasar a desarme su buque, quedando sin mando y en tierra; pero estando aquí y por su anterior acción, se le entregó una Real orden fechada el día 21 de diciembre del mismo año 1782, con su ascenso al grado de teniente de navío.

Pasó destinado a los batallones de Infantería de Marina, hasta que le fue ordenado ya en el año de 1784 pasar a realizar las pruebas comparativas entre los navío Concepción y San José, al terminar éstas se le destino a la escuadra del Océano al mando del general don José de Córdova, navegando indistintamente por éste y el Mediterráneo. En el año 1787 transbordó a otro navío perteneciente a la escuadra del mando del general don Juan de Lángara, siendo la de Evoluciones, permaneciendo un año incorporado en ella.

En el año 1788, fue cruzado Caballero de la Real y Militar Orden de Caballería de Santiago, por haberlo sido toda su familia, pero don Cosme por no ser el primogénito tuvo que esperar a ganársela. Al regreso de esta ceremonia en el mes de julio del mismo año 1788 se le otorgó el mando del bergantín Cazador, realizando con él sobre todo comisiones secretas, navegando por las diferentes aguas que bañan las costas de la Península, así como al vecino país de Portugal y también Francia.

Al cumplimentar eficazmente todas estas comisiones, se le confió el mando de la urca Florentina, para transportar al regimiento Fijo de de la Habana a su ciudad, a donde desembarcó y regresó a la bahía de Cádiz ya en el mes de enero del año 1790, recibiendo la orden de desembarcar en el mes de junio siguiente, porque su buque pasaba a desarme.

En este mismo mes recibió la orden de embarcar en el navío San Carlos, con el puesto de Ayudante de general don Francisco Javier Morales, que era a su vez general subordinado de la escuadra al mando del general don José Solano, ya titulado marqués del Socorro, por su oportuna aparición en la toma de Penzacola, con la que realizó la campaña del cabo de Finisterre.

Al regreso de esta campaña, en el mes de septiembre del mismo año 1790 se encontraba destinado en el Apostadero de Algeciras, por lo que participó en el socorro a la ciudad de Ceuta, del cual después de liberada la ciudad se dirigieron las fuerzas navales al bombardeo de Tánger, en el cual participó con mucho acierto.

Por su actuación en esta última acción, S. M. quiso conocerlo por los brillantes informes recibidos, razón por la que viajó a la Villa y Corte, donde además como agradecimiento se le entregó la Real orden del día 5 de octubre del año 1791, con su ascenso al grado de capitán de fragata, regresando a su puesto en el Apostadero de Algeciras, donde permaneció hasta el mes de julio del año 1792.

Se encontraba disponible en el Departamento de Cádiz, cuando recibió la Real orden del mes de enero del año 1793, por la que se nombraba Mayor General del Apostadero de la Habana, para cumplir su misión embarcó de transporte en la urca Malvina, desembarcado a su arribada a la Habana, donde realizó un gran trabajo hasta la llegada de otra Real orden del día 25 de febrero del año 1799, por la que se le nombraba Comandante de Marina del Apostadero de Cartagena de Indias.

En este puesto se ocupó muy mucho de prepararlo lo mejor posible para dar un buen apoyo a las fuerzas navales de la zona, donde construyó doce lanchas cañoneras que permitieron un respiro al contrabando. Recibió la Real orden del día 5 de octubre del año 1802, por la que se le notificaba su ascenso al grado de capitán de navío, pero al mismo tiempo se le confirmaba en el puesto, permaneció hasta recibir la Real orden del día 13 de enero del año 1804, que resolvía su regreso a la Península, a la llegada de su sucesor embarcó en la urca Polonia de transporte, arribando sin novedad a la bahía de Cádiz el día 8 de octubre del mismo año.

Por orden del día 2 de abril del año 1805 al estar de nuevo bloqueada la ciudad por mar, se le otorgó el cargo de segundo Comandante de las fuerzas sutiles que estuvieron combatiendo a los británicos; permaneció en el mando hasta el día 19 de septiembre, en que fue relevado.

En el mes de mayo del año 1807, se le nombró ayudante secretario del Capitán General del Departamento, pero no estuvo mucho tiempo, pues por Real orden se le destinó a los Batallones de Infantería de Marina, pero tampoco permaneció mucho tiempo ya que por orden superior dejó los batallones en el mes de octubre siguiente.

Continuaba en el mismo Departamento cuando sobrevino la invasión napoleónica, siendo uno de los participantes en la primera victoria sobre las armas imperiales francesas, al contribuir en la rendición de la escuadra (restos de Trafalgar) francesa al mando del almirante Rosilly, combates que se libraron entre los días 9 y 14 de junio del mismo año 1808, desde su puesto en las baterías del Arsenal de la Carraca.

Las unidades francesas eran los navíos: insignia, Le Herós, de 84 cañones, Neptune, de 92; Algeciras, de 86; Plutón y Argonaute, de 74 y la fragata Cornelia, de 42. Todos los buques en perfecto estado de mantenimiento y abastecidos para una campaña de cinco meses, todo a costa de las arcas españolas, que si contamos que eran los restos de la escuadra francesa de Trafalgar, hay que pensar que llevaban poco menos de tres años manteniéndose.

A parte de las baterías instaladas en tierra, que también contribuyeron a la victoria final, se contaba con los navío Príncipe de Asturias, del porte de 118 cañones; Montañés, de 80; Terrible, de 76; San Leandro, de 74; San Fulgencio, de 68 y la fragata Flora, de 40, encontrándose en esos momentos el navío Santa Ana en el arsenal de la Carraca en gran carena, y a esta fuerza se unieron las sutiles; faluchos nº 114 y Colombo, cañonero 27, bote nº 2, balandra nº 2 y los faluchos Regla y nº 106, que pertenecían al navío Príncipe; lancha nº 1, cañoneros nº 9 y nº 28 y bote nº 3, al Terrible; lancha nº 3, nº 5 y Luisa, más el bote nº 1, al Montañés; bote nº 4, cañonero nº 10, gabarra nº 5 y lancha Golondrina, al San Fulgencio; faluchos nº 108 y nº 110 al San Leandro y la fragata Flora con la que se formaba la división de exploración y protección de la bahía, los faluchos nº 107, nº 111, nº 112 y nº 113.

Pero a diferencia de los buques franceses, los españoles estaban en pésimas condiciones, llevaban mucho tiempo fondeados lo que provocaba averías y con ellas graves filtraciones, ya que en el Arsenal no había ni pinturas ni alquitrán, faltaban hasta víveres, el ultimo sueldo cobrado era el del mes de agosto del año anterior 1807 y para dotar a los buques, como era costumbre los abordaron personal del ejército y artilleros del cuerpo de la Infantería de Marina.

El único navío español que estaba listo para el combate era el San Justo, del porte de 74 cañones con víveres y aguada para cuatro meses, todo porque el almirante francés había pedido se le agregara un buque a su escuadra para poder formar dos líneas de tres unidades.

Ya con fecha del día 21 de febrero del año 1808, el Emperador que no olvidaba a su escuadra, ordenó se avisará al almirante de lo que se encargó su ministro de la guerra Mr. Decrés, quien escribió entre otras cosas: « Procurad no manifestar inquietud, pero preparaos para cualquier evento sin afectación y tan sólo como obedeciendo órdenes que habéis recibido para partir. Colocad en medio al navío español bajo tiro de los franceses »

Al producirse el levantamiento nacional del día 2 de mayo del año 1808 y ya conocedores de la noticia, el almirante francés procuró con mucho tacto el ir alargando el inevitable combate, con la esperanza de recibir pronto la ayuda de su ejército, pero éste se fue retrasando y ya agotadas todas las vías posibles el general don Juan Ruiz de Apodaca, no quiso esperar más y el día 9 junio comenzó, durando hasta el día 14, en que la situación ya era insostenible por parte francesa.

Por lo que al rendirse el botín de guerra fue cuantioso; prisioneros, tres mil seiscientos setenta y seis, 442 cañones de á 24 y 36, mil seiscientos cincuenta y un quintales de pólvora, mil cuatrocientos veintinueve fusiles, mil sesenta y nueve bayonetas, ochenta esmeriles, cincuenta carabinas, quinientas cinco pistolas, mil noventa y seis sables, cuatrocientos veinticinco chuzos, ciento una mil quinientas sesenta y ocho balas de fusil, más toda la carga de munición de la artillería de los buques y sobre todo, fueron los víveres los que calmaron al menos el hambre de los españoles.

Al terminar este combate, continuó en el Arsenal, hasta que por orden superior del día 4 de febrero del año 1809, se le puso a las órdenes directas del Mayor General de la Armada y Gobernador Militar de la isla de León, con fecha del día 13 de mayo siguiente se le entregó el mando de una división de lanchas cañoneras, con las participó en la defensa del río Santi-Petri, con las que mantuvo múltiples enfrentamientos con los enemigos, así como abastecimientos a unidades del ejército, transporte de éstas de un punto de la costa a otro, en fin el trabajo sordo e infravalorado de las lanchas en esta guerra, que de no haber sido por ellas en muchos lugares no se hubiera podido estar y menos aún mantenerse.

Por Real orden del día 26 de junio del año 1810, se le entregó el mando de una división de fuerzas sutiles, con base en el puerto de Ayamonte donde daba protección al tráfico marítimo, lo que le llevó a múltiples enfrentamientos con los napoleónicos, incluso bombardeando sus puestos avanzados y campamentos, manteniéndose en esta situación hasta el día 7 de agosto del año de 1812, en que regresó la isla de León.

En el mes de julio del año 1813, se le otorgó la Comandancia de Marina en Ayamonte, donde permaneció incluso ya terminada la guerra hasta recibir una Real orden del día 30 de mayo del año de 1815, notificándole su ascenso al grado de brigadier como favor Real por los informes recibidos de sus superiores durante la pasada guerra.

Por la misma razón y con la misma Real orden, se le destinaba para formar parte como vocal de los Consejos de Generales, que veían las causas de ‹ purificación › (afrancesados), cargo que desempeñó a su mejor entender y saber, hasta que fueron concluidos en el año 1817.

Elevó suplica a S. M. de que le permitiera vivir en Ayamonte al mando de la Comandancia de Marina, pero solo con un sueldo disminuido en sus dos terceras partes, así consiguió descansar de tan azarosa vida.

Pero al producirse la nueva invasión de los «Cien mil hijos de San Luis» en el año 1823, ofreció de nuevo sus servicios, lo que le fue aceptado, pasando a tomar parte en la defensa de su ciudad.

Se encontraba en su casa en la ciudad de Cádiz, cuando le sobrevino el óbito el día 20 de octubre del año de 1823. Nada se dice de las causas, pero él ya no se encontraba bien y muy cansado, aunque en nuestra opinión es dable afirmar con poco error que, la muerte de su hijo el teniente de navío don Juan José de Carranza, en combate al mando del bergantín Andaluz contra una corbeta insurgente el día 24 de junio de 1821, debió de influir no poco en su estado de salud mental y física.

Bibliografía:

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Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

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Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

Rodríguez González, Agustín Ramón.: Trafalgar y el conflicto naval Anglo-Español del siglo XVIII. Actas. Madrid 2005.

Pegenaute, Pedro.: Represión Política en el reinado de Fernando VII: Las Comisiones Militares (1824-1825). Universidad de Navarra. Pamplona, 1974.

Válgoma y Finestrat, Dalmiro de la. Barón de Válgoma.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

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