Doral y Anuncibay, Antonio Biografia
De Todoavante.es
Jefe de escuadra de la Real Armada Española.
Comendador de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III.
Consejero Real en clase de Ordinario.
Ministro de Marina.
Senador Vitalicio del Reino.
Llave de Gentil hombre de Cámara de S. M. con ejercicio.
Orígenes
Vino al mundo en Cartagena en 1787, siendo sus padres don Juan Bautista Doral, capitán de fragata y doña María del Carmen Anuncibay y Bruna.
Hoja de Servicios
Obtuvo la Gracia Real por ser menor de edad y el 20 de abril de 1796, se incorporó como cadete en las Reales Guardias Españolas.
Nacido en la capital del Departamento de Cartagena y con su padre en la Real Armada, pidió el pase a la ella, siéndole concedido, sentando plaza de guardiamarina en la Compañía del Departamento de Ferrol el 4 de marzo de 1803. Expediente. N.º 3.126, folio 729 y en el 625 se encuentra su hermano don Francisco, quien falleció con el grado de guardiamarina en la nefasta noche del 12 de julio de 1801, cuando los navíos Real Carlos y San Hermenegildo se hundieron mutuamente.
Por su experiencia al haber estado en la milicia aprobó con todos los parabienes, siendo destinado a realizar las prácticas de mar en el bergantín Begoña, realizando cruceros en las aguas del propio Departamento, trasbordando posteriormente al Descubridor, zarpando en un tornaviaje a Cartagena de Indias, Veracruz y la Habana en comisión de buque correo, arribando al puerto de salida de Ferrol, desembarcando y pasando el último examen, siéndole entregado el despacho de oficial el 11 de junio de 1804 con el primer grado, alférez de fragata.
Al poco tiempo se le destino al navío San Juan Nepomuceno, después de unas salidas a la mar, se le ordenó trasbordar a la fragata Flora, volvió a zarpar en varias ocasiones, recibiendo la orden en agosto de 1805 de trasbordar a la corbeta Mercurio, incorporado el buque a la escuadra del general don Federico Gravina, unida a la francesa del almirante francés Villeneuve en jefe de la combinada, zarpó de Ferrol con rumbo a la bahía de Cádiz, donde lanzaron las anclas el 20 seguido.
Encontrándose en la bahía se le ordenó trasbordar la navío San Fulgencio donde estuvo unos días, recibiendo la orden de pasar al de tres baterías Santa Ana insignia del general don Ignacio María de Álava, zarpando de la bahía el 20 de octubre con los demás de la escuadra combinada, participando muy honrosamente en el triste y desafortunado combate naval del cabo de Trafalgar al día siguiente, contra la escuadra británica del almirante Nelson. Como consecuencia de este combate, el Rey don Carlos IV premió a todos los oficiales de la corporación firmando la Real orden del 9 de noviembre siguiente, con el ascenso de un grado a cada uno de ellos, por ello Doral fue ascendido al grado de alférez de navío.
Después de un breve descanso en Cádiz, se desplazó por tierra a su Departamento de destino, Ferrol, a los pocos días de llegar se le ordenó embarcar en la fragata Prueba, recibiendo la orden de trasbordar al navío Concepción, zarpando con el buque en varias ocasiones pero siempre dentro de las aguas de su Departamento, permaneciendo a bordo hasta producirse la invasión napoleónica.
Recibió la orden de desembarcar e incorporarse al sexto regimiento de Infantería de Marina, participando en el combate de Orrantia, por su actuación en éste, se le entregó la Real orden del 23 de febrero de 1809, con el ascenso al grado de teniente de fragata, continuó participando en la guerra encontrándose en los combates de Espinosa de los Monteros, Lugo, Santa Marta de Tera, Astorga y en la rendición de la fortaleza de Tordesillas, se mantuvo toda la guerra en primera línea en ella derrochó valor y por ello, recibió la Real orden del 7 de febrero de 1814 con su ascenso al grado de teniente de navío.
El mismo año el jefe de las fuerzas navales en el Cantábrico a la sazón el brigadier don Ramón Romay, le otorgó el mando de la goleta Bailén, habiéndose armado en el mismo puerto de Pasajes por la falta de buques, participando con ella en el bombardeo de San Sebastián, último baluarte de los napoleónicos. De hecho volvió a tomar parte con los pocos hombres de su buque pie a tierra, dirigiéndose a cruzar el río Bidasoa terminando de empujar al enemigo a su tierra, concluida por fin la guerra retornó a Ferrol con su goleta, la cual pasó a desarme quedando desembarcado.
En 1815, al regresar de un permiso a Ferrol se le destino de nuevo al sexto Regimiento. Por ser un seguidor de las ideas liberales, se encontró como activista en el movimiento constitucional encabezado por el general Porlier, siendo detenido, juzgado y encarcelado en el castillo de San Antón de Coruña y posteriormente en la misma plaza de Ferrol, permaneciendo en esta situación hasta el 12 de agosto de 1819.
Al darle la libertad pasó de nuevo al sexto Regimiento, se le entregó la Real orden del 13 de enero de 1820, destinándolo al Departamento de Cádiz arribando a éste de transporte en el bergantín Aquiles, donde se le ordenó embarcar en el navío Numancia, insignia del general don Francisco Mourelle, permaneciendo en la bahía fondeado se le ordenó trasbordar a la fragata Sabina, con ella zarpó el 8 de abril con rumbo a Cartagena de Indias, donde arribaron el 18 de mayo siguiente.
Un tiempo después pasó a la Habana, entregándole el mando el 30 de noviembre seguido del bergantín-goleta Jacinta, permaneciendo en comisión de guardacostas para evitar el tráfico de armas y el contrabando, sobre todo navegando por los dos canales N., y S., de acceso a la isla. Con su buque zarpó de la Habana con la correspondencia con rumbo a la península, arribando a la bahía de Cádiz el 7 de junio de 1821. Quedando destinado en el Departamento, por ello el 13 de septiembre siguiente zarpó con la misión de proteger el tráfico marítimo, manteniéndose cruzando entre los cabos de Santa María y San Vicente, regresando el 20 seguido. Volviendo a zarpar con la misma misión entre el 25 de octubre y 15 de noviembre consecutivos.
El 6 de mayo de 1822 zarpó en conserva con la corbeta Diana rumbo a Vigo, dando escolta ambas a un convoy cargado con tropas, en su derrota se encontraron con una goleta corsaria colombiana, después de un corto enfrentamiento resulto apresado el buque enemigo. En estos años de debilidad de España los insurrectos llegaron a perturbar el tráfico en nuestras propias costas. Zarpando de nuevo de Vigo, al dejar a salvo el convoy con rumbo a la Habana, donde fue comisionado en diferentes ocasiones y otras en la misión típica de la isla de protección del contrabando, hasta recibir la orden de regresar a la península donde dejó caer las anclas en la bahía de Cádiz el 29 de abril de 1823.
En el Arsenal de Cádiz se estaba preparando una división, al mando del jefe de escuadra don Antonio Vacaro, quien enarbolaba su insignia en el navío Asía, pero quedó paralizada por los acontecimientos de la entrada en España de los «Cien mil hijos de San Luis» quienes devolvieron los poderes absolutos al rey don Fernando VII. Al normalizarse la situación política se volvió a preparar la expedición, el navío mencionado pasó a carenar y se incorporó el bergantín Aquiles, siendo nombrado Doral jefe de órdenes del capitán de navío don Roque de Guruceta comandante de la expedición, los dos buques eran toda la división, pero se le entregó el 1 de octubre un sobre lacrado, con la orden de no poderlo abrir hasta no estar la división en el paralelo de la islas Canarias.
Al terminar las obras en el navío zarparon el 13 de enero de 1824, con rumbo a las islas para poder abrir los pliegos y saber a dónde arrumbar. Al cruzar el paralelo se abrieron los pliegos y supieron debían navegar al mar del Sur, variando el rumbo al puerto Soledad en las islas Malvinas, donde arribaron el 15 de marzo, allí se preparó el buque para doblar el cabo de Hornos, se reforzaron todos los cabos, escotas y drizas, así como los cables, se alistaron velas más gruesas y resistentes, al mismo tiempo se realizaba la aguada y se verificaba el buen estado del navío.
El 27 seguido largaron velas y zarparon rumbo al cabo de Hornos, en el viaje se desató un fuerte temporal quedando desarbolado el navío de los masteleros de gavia y juanete, a pesar de ello no sin un gran esfuerzo consiguieron doblar el cabo y remontando el Pacífico arribaron el 27 de abril al puerto de San Carlos de Chiloé, permaneciendo en éste hasta recobraron las perdidas fuerzas, aprovechando el tiempo los carpinteros para reparar el buque. El 15 de agosto zarparon de este puerto con rumbo al Callao, realizando una escala en la rada de Quica, donde arribaron el 12 de septiembre, levantando con su presencia el bloqueo a que estaba sometida por los insurrectos, continuando viaje a su puerto de destino.
El 7 de octubre zarpó con la división formada en el Callao, estando compuesta por el navío Asía, la corbeta Ica y los bergantines, Aquiles, Pezuela y Constante, con la intención de batir a los buques de Perú y Colombia, habiéndose reunido bajo el mando del comodoro Gais, la fragata Protectora, una corbeta, tres bergantines y tres bergantines-goletas, quien tuvo la osadía de presentarse ante el Callao. Por avisos de pescadores, Guruceta supo se encontraban en las aguas de la isla de San Lorenzo, dando la orden de hacerse a la mar en su búsqueda, se puso a rumbo y los divisó, comenzando inmediatamente el combate, por la superioridad del navío los insurrectos se batieron en retirada y al ser más ligeros pudieron ir separándose, pero los alejó tanto como duró la persecución, pues se mantuvo en ella algo más de tres horas y media.
Regresó al Callao y se realizaron transportes de tropas a Chilca, IloIlo y Quilca, pero el 9 de diciembre de 1824 tuvo lugar el combate terrestres de Ayacucho, donde el general Sucre venció a los realistas, el virrey Laserna capituló firmando el documento de liberación de aquellos territorios, pero cometió un error, pues incluyó en él a los buques españoles, pero Guruzeta le dijo: «mientras no sea vencido en la mar, mis fuerzas seguirían a mis órdenes y no se entregará nada que no sea ganado por la fuerza de las armas.»
Para hacerse cargo de los buques se presentó una división chilena al mando de Blanco Encalada, pero no se le dejó entrar en el puerto, mientras en el navío embarcó de transporte el virrey y varios de los generales y jefes del ejército entre ellos sus jefes, Valdés, Monet, Villalobos y el brigadier de caballería Ferraz, todo dispuesto y acomodados el 5 de enero de 1825, se hicieron a la vela el navío Asía, los bergantines Aquiles y Constante y la fragata de transporte Clarington, con rumbo a las islas Filipinas. Mientras la corbeta Ica y el bergantín Pezuela, con rumbo al Atlántico y la balandra Real Felipe y el transporte Trinidad a Chiloé.
En la división de Guruceta a los dos meses comenzó a faltar el agua, por esta razón se puso rumbo a las islas Marianas y en la rada de Umatag, en la isla de Guajan, capital del archipiélago, pudieron abastecerse de ella y se dispuso a zarpar, por ello el 10 de marzo siendo de noche se dio la orden de levar anclas, pero los que para ello estaban se negaron, hubo un enfrentamiento del que resultó herido por dos golpes de sable en la cabeza, por su efecto le manaba sangre abundantemente, nada más se pudo hacer y fueron obligados a desembarcar todos los procedentes de la península. Igual paso con el bergantín Constante que se sublevó al mismo tiempo; el Aquiles a los tres días y a la fragata de transporte se le dió fuego para impedir pudiera ser utilizada. Todo porque la mayoría de las dotaciones eran de origen americano y contra ellas, solo los oficiales algún contramaestre o maestrante y los pocos marineros, se vieron impotentes no pudiendo hacerles frente, siendo los buques marinados y entregados a las marinas de los ex virreinatos del mar del Sur.
Terminado este primer combate el cirujano pudo atender debidamente a Guruceta, quien casi ni se dejaba tocar, pero por la pérdida de sangre se quedó sin fuerzas, momento aprovechado por el facultativo para tratar de parar aquella hemorragia, lo consiguió al poco tiempo. Al recobrar el conocimiento, ordenó a su oficial de órdenes el teniente de navío don Antonio Doral, viajar al puerto de Apra donde seguro habría algún buque que pudiera transpórtales a todos a las islas Filipinas, así consiguió hacerse con el contrato de una fragata británica dedicada a la caza de ballenas llamada Suplay, habló con el patrón y tomó el mando trasladándose al puerto de Umatag, donde embarcaron todos zarpando el 20 de marzo arribando a Manila el 4 de abril. En la capital del archipiélago fueron recibos muy amablemente, donde permaneció hasta su total recuperación, zarpando de transporte en la fragata Sabina en enero de 1826, arribando a la bahía de Cádiz el 7 de junio, un tiempo después se le entregó la Real orden del 14 de julio siguiente con la notificación de su acenso al grado de capitán de fragata.
Por Real orden del 20 de marzo de 1827, se les concedió a todos los comandantes y oficiales de la escuadra del mar del Sur, por su excelente comportamiento en todo momento, una licencia de descanso para recuperarse de su salud y de los malos momentos pasados.
Al incorporarse de nuevo, por Real orden del 17 de noviembre siguiente se le otorgó el mando del bergantín Guadiana, pasando a tomar su mando al Departamento de Ferrol donde se encontraba el buque, haciéndolo efectivo en los primeros meses de 1828. El buque estaba destinado a la misión de guardacostas, marcando sus límites de aguas a vigilar entre el cabo Prior y la desembocadura del río Miño, para evitar se cansara de ver siempre lo mismo, al mismo tiempo se le encomendó levantar las cartas náuticas de la rías de Vigo, Pontevedra, Villagarcía y Muros, permaneciendo varios meses en ambas comisiones.
Recibió una Real orden del 2 de noviembre de 1828, otorgándole el mando del bergantín Jasón, permaneciendo en la misión anterior hasta el 20 de enero de 1829, por ser cesado por el Director General de la Armada, al haber recibido una acusación sobre su persona del subdelegado de rentas de Vigo, por ella al parecer Doral hacía de intermediario y se quedaba con parte de los impuestos. Se formó el Consejo de Guerra en Madrid, a pesar de los esfuerzos del subdelegado nada pudo achacársele, siendo absuelto con todos los merecimientos por el Tribunal, recibiendo la Real orden del 13 de abril siguiente, en ella el Rey ordenaba le fuera devuelto el mando de su bergantín, pues la acusación solo era maliciosa sobre su persona y S. M. lo tenía en gran aprecio, por ello el 25 seguido pasó de Ferrol a Muros, donde volvió a tomar el mando del su buque, continuando en su doble trabajo de vigilancia y levantamiento de las cartas náuticas.
Por Real orden del 1 de agosto siguiente se le entrega el mando del bergantín Guadiana, alargándole la zona a vigilar y levantar las cartas náuticas, hasta Santander y Santoña. Estando en esta localidad se le entregó la Real orden del 30 de octubre de 1830, con su ascenso al grado de capitán de navío, con el especial encargo Real de continuar con su estimable trabajo, el cual concluyó el 3 de abril de 1831, por ser cesado por Real orden en el mando del bergantín y ordenándole viajar a la Corte, permaneciendo en ella con el beneplácito de todos por su buen trabajo realizado en la comisión hidrográfica, como premio S. M. firmó la Real orden del 2 de mayo siguiente otorgándole el mando de la fragata Perla.
De nuevo regresó a Ferrol a tomar el mando de la fragata, pero esta aún se encontraba en armamento, al terminarse de armar y dotar zarpó en varias ocasiones para formar la tripulación, cuando creía estar listo, pues no le dejaron terminar, recibió unos pliegos reservados debiendo ser entregados en las ciudades de Palma de Mallorca, después Barcelona y por último Valencia, realizando una corta escala en el Arsenal de Cartagena, de donde zarpó de nuevo con rumbo a la bahía de Cádiz, donde dejó caer las anclas el 16 de agosto de 1832, al mismo tiempo recibió la orden de quedar incorporado a la división del capitán de navío don Antonio Quintano.
(Hay que hacer notar que cuando el Rey (de turno) tomaba confianza con algún marino en particular, como es el caso, se le manda a cumplir una comisión, zarpando de Ferrol en el Mediterráneo por confiar en él, cuando lo lógico hubiera sido enviar a cualquier unidad del Departamento de Cartagena, pero contar con esa confianza Real pesaba mucho y para ello no se miraba el mayor gasto.)
En diciembre siguiente le fue ordenado trasladar su buque al Arsenal de La Carraca para desembarcar por pasar a desarme, quedando en tierra en el mismo Departamento y sin destino, hasta recibir la Real orden de octubre de 1833, siendo cesado en el mando de la fragata oficialmente y ordenándole incorporarse a su Departamento de destino en Ferrol. Llegó el 4 de marzo de 1834, al presentarse se le entregó el mando de la fragata Cristina, encontrándose aún en construcción en el Arsenal, como se retrasaba el alistamiento en agosto embarcó de transporte en el bergantín Manzanares, con rumbo al puerto de Santander, donde tomó el mando de unidades sutiles para cumplir la comisión de guardacostas, donde permaneció hasta el 1 de diciembre, por ser reclamado para entregarle el mando de su fragata, donde continuó primero alistando el buque y luego zarpó para realizar los cruceros en protección del tráfico marítimo.
Elevó a S. M. un cambio de Departamento, por ello en 1836 se le concedió el pase al de Cádiz, embarcando de transporte en el bergantín Estatuto Real arribando a la bahía, pero por falta de buques quedó de momento cumpliendo servicios de su grado, permaneciendo en ellos hasta llegarle la Real orden del 16 de agosto, nombrándole capitán del puerto de Cádiz, permaneció en él hasta el golpe de Estado del general Espartero, pues por orden de la Junta Revolucionaria de la ciudad de Cádiz quedó exonerado de su cargo.
Al quedar sin responsabilidad ninguna decidió viajar a la Villa y Corte, consiguiendo pasar a desempeñar diferentes cargos y trabajos, pero siempre dentro del Ministerio de Marina, donde se le entrego la Real orden del 24 de diciembre de 1843, por ella la reina doña Isabel II, lo nombraba Mayor General de la Armada y como cargo anexo vocal de la Junta de Dirección de la Armada y por la misma, su ascenso al grado de brigadier.
Al parecer tuvo un enfrentamiento con el Capitán General y Director General de la Armada, don Ramón Lorenzo Romay, donde Doral tenía la razón, pero no lo llevó a buen término dada su falta de forma en su reclamación, provocando la reacción de su superior quien le acusó de insubordinación, siendo cesado por ello de todos sus cargos por Real orden del 14 de septiembre de 1845, recibiendo la orden de partir a su Departamento de destino, Cádiz, para alejarlo de la Corte.
Llegó a su cuartel y se quedó sin mando, pero no estuvo mucho tiempo, pues recibió la Real orden del 10 de marzo de 1846 nombrándole con plaza de Ministro del Supremo Tribunal de Guerra y Marina interinamente, pues en esos momentos el Ministro de Marina también interino era el general don Juan Bautista Topete (padre), por ello de nuevo tuvo que viajar a la Villa y Corte, pero al llegar y presentarse al Ministro, éste ya había cubierto la plaza, siendo destinado como vocal de la Junta de Dirección de la Armada. Permaneció en el puesto hasta serle entregada la Real orden del 30 de abril seguido (por ello no llegó a dos meses en su anterior destino), por pasar a ocupar interinamente la plaza de Comandante General del Ferrol, donde recibió la Real orden del 10 de octubre siguiente, con el ascenso al grado de jefe de escuadra, por la misma se le entregaba en propiedad el destino que ocupaba.
Tampoco estuvo mucho tiempo, pues de nuevo se le entregó una Real orden de septiembre de 1847, siendo nombrado Vocal de la Junta Directiva y Consultiva de la Armada, por ello entregó el mando al segundo del Departamento y viajó a Madrid para tomar el cargo.
(Hay que hacer notar que con diferentes nombres, siempre había una Institución de alto rango en la Armada, solía cambiarse a gusto del que llegaba al poder, no sabemos las veces que tanto la Dirección Consultiva de la Armada, Dirección y Mayoría de la Armada o simplemente el Almirantazgo, fueron activados y desactivados siendo cambiado el nombre por los mencionados. Todo el problema consistía, en que al ser el Almirantazgo, su poder estaba por encima del Ministro de turno, mientras los demás era el propio Ministro el Presidente de ellos, por lo tanto nadie le podía llevar la contraria y siempre se salía con la suya, de ahí que el Almirantazgo no prosperase nunca en España. ¡Una pena más!)
Prestó sus buenos servicios hasta febrero de 1848, por ser de nuevo desactivada la Institución, activándose la Dirección General de la Armada, pasando a ser nombrado Vocal de la misma. En este tiempo inventó un instrumento por el cual se mejoraba el error de la aguja, pasó las debidas pruebas y fue aprobado por la Armada, siendo publicado el mismo año 1848: «Círculo de marcar para perfeccionar la aguja de la bitácora», pasando a ser más conocido como el «Círculo de Doral»
Estando en su alto cargo por Real orden del 11 de mayo de 1850 se le nombra Vocal de una Comisión especial, para inspeccionar el estado de los servicios de la Armada y del Ejército en la isla de Cuba, siendo su presidente el teniente general Conde de Mirasol. Para poder cumplir la orden se trasladó a Cádiz y allí embarcó en el vapor Pizarro, saliendo el 14 de junio de la bahía de Cádiz, al llegar a la Habana se puso a trabajar muy rápidamente y pronto terminó su informe, pues lo presentó en la Villa y Corte el 7 de noviembre siguiente.
Por los vaivenes de la política de la época, por Real decreto del 20 de junio de 1851, se le ordena encargarse interinamente de la cartera de Marina en el Gobierno formado por Bravo Murillo, permaneciendo en el puesto hasta la llegada de su propietario el general Armero el 8 de agosto siguiente. Pasando a ocupar un puesto como Consejero Real, siendo anexo el de vocal extraordinario de la Junta Consultiva de la Armada. Y como a tal Consejero Real se le otorgó la Llave de Gentil Hombre de Cámara de S. M. y el título de Senador Vitalicio, cargo que ocupó en las legislaturas de 1851 y 1852.
Por Real orden del 24 de diciembre de 1852 fue nombrado Ingeniero General de Marina, pero de nuevo casi ni llegó a ejercerlo, pues por otra Real orden del 14 de abril de 1853 fue nombrado por Real decreto Ministro de Marina, en el Gobierno presidido por don Francisco Lersundi. Ocupó la cartera entre los meses de abril y septiembre del mismo, pues al parecer encontró irregularidades con la empresa Pinto Pérez, la suministradora del carbón a la Armada, por ello rescindió el contrato. Esta defensa de los interés de la Armada y con ella los de España, no fue bien acogida por sus compañeros de gabinete, pues al parecer estos habían convenido que en el caso de no estar de acuerdo antes de anular el suministro con la empresa primero se debía consultar en el Consejo de Ministros, como Doral no cumplió con esta exigencia fue abandonado por ellos y por ello dimitió. (Política imperante)
Estas formas no le gustaron, razón por la que en las próximas elecciones se presentó, saliendo elegido y ocupando su escaño en la Cámara de Diputados, reclamando a su presidente explicarse ante ellos de los hechos acaecidos durante su mandato como Ministro de Marina. Pidieron la palabra los señores Pastor y don Manuel Bermúdez de Castro, quienes fueron compañeros en el gabinete, diciendo ambos que el tema debía de verse en la Cámara, porque estaban convencidos de las malas artes usadas con el señor Doral.
El Presidente admitió a trámite la reclamación del diputado Doral, pero se tuvo que formar una Comisión para ser oídas las partes y dictaminar, llevando su tiempo, pero tanto que no les dio tiempo de casi nada, pues el único que habló ante la Comisión fue el propio Doral, porque la noria de la política dio al traste con sus intenciones, dado que volvió a girar la ruleta y de nuevo se produjo la dimisión en pleno del Gobierno, y con él las Cortes se cerraron, quedando todo en agua de borrajas y como siempre sin saber la verdad el resto, a excepción de los que formaban el gabinete del anterior Consejo de Ministros.
En 1854 estalló una nueva revolución, por ello fueron convocados los miembros de las Cortes salientes, regresando Doral a su escaño donde hizo lo imposible por reabrir su Comisión, pero el Presidente siempre le contestaba que ahora había otras cosas más importantes para el país. Él no cejo en verse libre en justicia de todo lo que habían vertido los diarios e incluso compañeros de gabinete sobre su persona, por ello en cuanto le dejaban un resquicio por ahí entraba a ver si de una vez se podía ver su causa, a pesar de todos sus intentos no pudo verlo concluido, pues este estado de impotencia ante el sistema, le produjo una serie de achaques los cuales le adelantaron su fallecimiento, teniendo lugar el 21 de junio de 1855 en Madrid, cuando contaba con sesenta y ocho años de edad, de ellos, cincuenta y nueve de excelentes servicios a España.
El caso fue archivado en algún cajón o archivo de las Cortes y nunca más se pudo aclarar. (Lo lamentable y patente es que al entrar en la telaraña de la política, casi siempre termina por autodestruirse. Es una corporación cerrada e incluso podríamos añadir antagonista de la verdad. Se mueve por la mentira, las verdades a medias (que son mentiras), los silencios, incluidos los ocultismos pero nunca por la sinceridad que el pueblo necesita, por eso cada vez hay más personas que le huyen y otros en cambio por su mediocridad, se apuntan a ella como medio de vivir a costa de quienes les votan. ¡No hay nada nuevo bajo el Sol!)
Entre otras condecoraciones estaba en posesión de: Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel La Católica; Comendador de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III; Condecoraciones particulares de la Guerra de la Independencia, del Ejército de la Izquierda y del Asturiano.
Bibliografía:
Diccionario Enciclopédico. Salvat. Tomo 8. Madrid, 1990.
Enciclopedia General del Mar. 1968. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.
Martínez Friera. Coronel.: Las Batallas de España en el Mundo. Editorial Gran Capitán. Madrid 1950.
Guardia, Ricardo de la.: Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.
Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.
Válgoma y Finestrat, Dalmiro de la. Barón de Válgoma.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.
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