Algeciras combate y perdida de dos tres puentes 12/VII/1801

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Algeciras combate y pérdida de dos, tres puentes 12/VII/1801

Pensamos que, por la tragedia ocurrida, bien podría ser llamado: La Noche Triste de la Real Armada Española.



A finales de junio se encontraba en viaje de Tolón a Cádiz una división de tres navíos y una fragata franceses, al mando del contralmirante Linois, cuando el 4 de julio encontrándose a la altura de la bahía de Cádiz se avisto otra británica, mandada por el contralmirante sir James Saumurez, compuesta por seis navíos y una fragata. La escuadra francesa tenía la orden de reunirse a otra de su nacionalidad al mando del contralmirante Dumanoir, a quien se había puesto a sus órdenes los navíos españoles entregados a Francia, los: Conquistador, Pelayo, San Genaro, San Antonio, Intrépido y Atlante. Estos buques fueron entregados en virtud del tratado firmado en San Ildefonso el 1 de octubre de 1800. Cuyo titular dice: «Artículos preliminares entre España y Francia, obligándose la primera á ceder la Luisiana y entregar seis navíos de línea en compensación del establecimiento territorial que ofrece la última con título de rey al infante duque de Parma. En su artículo 5.º dice: Su Majestad católica se obliga á entregar á la república francesa en los puertos españoles de Europa, un mes después de la ejecución de la estipulación relativa al duque de Parma, seis navíos de guerra en buen estado, de porte se setenta y cuatro cañones, armados y arbolados y en disposición de recibir equipagues y provisiones franceses.»

Linois al tener noticia de ello prefirió no entablar combate sobre todo al saber la superioridad enemiga optando por entrar en la bahía de Algeciras y formar sus buques en fortaleza, siendo el Indomptable, de 80 cañones, Desaix, de 74 y Formidable, de 80, (por este orden) pero muy pegados a tierra para impedir ser doblados por su banda de estribor quedando casi encallados, dando la de babor para presentar combate, la fragata Muirón se guareció detrás de los navíos, hasta que igualmente su banda de estribor tocó fondo y detrás de ella dos mercantes apresados a los británicos, quedando toda la división entre la isla Verde con su batería de siete cañones de á 24 al S., y la de Santiago con cinco piezas de á 18 al N. La escuadra británica apareció por Punta Carnero el 6 siguiente, formada por los navíos Cæsar, de 80 cañones e insignia, Pompée, Spencer, Venerable, Hannibal y Audacius, de 74, y la fragata Thames de 40. Casi al mismo tiempo, como se había acordado con el Gobernador de Algeciras, se incorporaban a la defensa de la división francesa siete lanchas cañoneras del Apostadero, [1] al ver el enemigo su gran diferencia de poder y al parecer desconocedor de esas costas se lanzó sin pensar al ataque.

Como era su costumbre no abrió fuego hasta encontrarse a tiro de pistola, pero los franceses no se quedaron parados y le fueron devolviendo todos los fuegos. Cegados por no obtener los resultados esperados de tan rápido y contundente ataque, dos de sus navíos intentaron doblar la línea, por ello ambos quedaron encallados, el Pompée lo hizo de proa frente a la isla Verde y el Hannibal en la misma posición frente a Santiago. Como es obvio los oficiales y artilleros de las batería en tierra no perdieron la ocasión, comenzando sobre ellos un duro fuego, ya que en este caso ambos enemigos estaban parados, lo que no daba casi error en cada disparo, pero al estar de proa los británicos no podían efectuar ningún fuego sobre las baterías, a su vez las cañoneras desde algo más lejos los batían de costado, lo que llevó en un principio al Hannibal arriar su bandera por quedar completamente desarbolado, lo mismo que hubiera tenido que hacer el Pompée, de no haber acudido todos los botes de la escuadra y a fuerza de remo conseguir sacarlo de tan apurada situación, siendo trasladado a Gibraltar.

En estas condiciones los británicos no podían soportar por mucho tiempo el castigo, por ello se detuvo el fuego al separarse los enemigos sobre las doce y media. El resultado del combate fue desastroso por ambas partes, dada la distancia de fuego y la quietud de los contrincantes impedía desaprovechar un solo proyectil. El navío Cæsar recibió en el palo mayor cinco proyectiles que lo atravesaron, más dos en cada uno de los restantes, así como en sus vergas, quedando casi imposibilitado de navegar por sus medios, el Pompée, sin palo, mastelero ni verga y el Hannibal mocho, el resto con grandes averías, salvándose sólo por estar muy cerca de su Peñón donde se pudieron reparar.

Sufrieron la pérdida de ciento treinta y cinco muertos más doscientos cuarenta heridos, pero los franceses no padecieron menos, pues perdieron doscientos hombres y trescientos heridos y entre los muertos los capitanes de los navíos Indomptable y Formidable. Los españoles también sufrieron la pérdida de cinco cañoneras, fueron las nº 2, 4, 8, 12 y 13, falleciendo el alférez de navío don Jerónimo Lobatón, tres patrones y dos marineros, más nueve marineros heridos, al igual que algunos de los sirvientes de las piezas de tierra. La división francesa aunque victoriosa no estaba en condiciones de seguir sola, por ello zarpó de la bahía de Cádiz en su socorro el general don Juan Joaquín Moreno el 8 seguido, con los navíos Real Carlos y San Hermegildo, del porte de 118 cañones, San Fernando, de 94, Argonauta y San Agustín, de 74 y la fragata Sabina, de 34, siguiéndole los franceses Sant-Antoine, de 74, las fragatas Liberté e L’Indinne, de 44 y el bergantín Vautour, de 14. Mientras el almirante británico recibió la ayuda del navío Superb. Pero se planteó un problema al llegar la escuadra española a Algeciras el 9, no siendo otro que el contralmirante Linois quería reparar el navío apresado para llevárselo como presa, por esta razón la escuadra no zarpó hasta el 12, esto dio tiempo al enemigo a su vez para poder alistar los suyos. Por las prisas que daba Moreno a Linois, se zarpó el mencionado día pero el Hannibal iba a remolque de la fragata francesa L’Indienne, por su lentitud obligaba a quedarse muy a retaguardia de la línea formada por la escuadra.

Comenzaron los británicos a reparar sus buques el 8 anterior, el insignia estaba arbolado de los palos machos comenzando a encapillar la jarcia, el 9 al ver arribar a Algeciras la escuadra española, el almirante británico como su navío no estaba listo, ordenó pasar al Audacius, visto esto, el capitán seguido de toda la dotación del Cæsar le rogaron los dejaran trabajar a su aire para poder aprontar el buque lo antes posible, por ello en vez de repartir a su dotación entre los demás buques, les permitió continuaran para recuperar el suyo, estos comenzaron a trabajar de firme de día todos ellos y por la noche a dos guardias, cuando el 12 se vio zarpar a la combinada en el Cæsar volvió a estar izada la insignia del almirante sir James Saumurez. Un gran mérito que por ser enemigos no hay que dejarlo en el olvido. Y si el francés hubiera dejado su presa en el puerto, al británico le hubiera sido imposible dar la vela el mismo 12. A veces ciertos favores se pagan muy caros.

Fue zarpando la escuadra combinada y casi al mismo tiempo la británica de Gibraltar con sólo cinco navíos contra nueve. Al entrar en el Estrecho trasbordó el general Moreno a la fragata Sabina del mando de don Miguel María Gastón, por consejo del jefe francés y poco tiempo después la abordó el contralmirante galo Linois, navegando en esos momentos con las gavias tomados rizos para no adelantarse en demasía al buque a remolque. La formación se había variado, quedando por su mal estado los navíos de la división francesa los tres en vanguardia, Desaix, de 74, Indomptable y Formidable, de 80; en una segunda línea por la popa del Formidable pero abierto a estribor un cable el bergantín Vautour, de 14; en una tercera línea la Sabina a popa del Indomptable en el centro de la formación y a estribor a proa del San Agustín la fragata francesa Muirón y en cuarta línea los españoles, San Fernando, el francés Sant-Antoine, al mando de Mr. Le Roy, Real Carlos, al mando de capitán de navío don J. Ezquerra, San Hermenegildo al mando del capitán de navío don J. Emparan, Argonauta y San Agustín.

La noche del 12 de julio era cerrada con nula visibilidad lo que aprovechó el navío Superb a quien le acompañó la suerte en forma de una racha de viento de Levante, consiguiendo acercarse todo lo posible al Real Carlos, sobre él descargó casi simultáneamente toda su artillería por la aleta de popa estribor del navío español, era algo más tarde de las 22:00 horas, pero algunos proyectiles fueron a impactar por la cercanía a la que se encontraba en el San Hermenegildo, el cual al recibirlos pensó que algún enemigo estaba a su altura aprovechando la oscuridad casi completa, viéndose atacado ordenó abrir fuego, recibiendo los proyectiles de lleno el Real Carlos, éste a su vez al ser atacado pensó lo mismo que su compañero, por ello los dos arribaron sobre el contrario, llegándose a lanzar granadas de mano y frascos de fuego, provocando un gran incendio en el Real Carlos, el cual alumbró la escena y nadie podía creer que dos tres puentes españoles se hubieran atacado hasta aniquilarse mutuamente, pues el fuego en el San Hermenegildo era incontrolable.

Mientras el Sant-Antoine fue atacado por el Cæsar, Venerable, Superb y la fragata Thames, obligando al navío francés a rendirse. Al amanecer del 13 fue cuando los mandos comprobaron el desastre, pues era obvio por haber desparecido los tres buques que formaban el centro de la retaguardia. Al salir el Sol el viento calmó, encontrándose al O. de Sancti Petri, quedando rezagado el navío francés Formidable, viéndolo los británicos arribaron sobre él, el Venerable a tiro de pistola apoyado por la fragata Thames, el navío francés se defendió tan arduamente que en muy poco tiempo el británico estaba desarbolado de los masteleros, causa por la que no pudo evitar irse contra un arrecife próximo, por ello el navío francés logró doblar el castillo y desentenderse del británico, al cual y muy oportunamente acudieron en su ayuda el Cæsar y el Spencer, quienes lo sacaron de su apurada situación. Los demás buques iban por delante fondeando en la bahía de Cádiz.

El resultado en bajas de este desafortunado suceso fue tremendo, pues de los más de dos mil cien hombres de entre ambos navíos españoles, sólo en torno a los trescientos fueron rescatados. La mayor parte consiguió llegar a nado al Sant-Antoine, pero como fue capturado cayeron en poder de los británicos, entre ellos el segundo comandante del San Hermenegildo, capitán de fragata don Francisco Vizcarrondo, el resto fueron rescatados por el Superb y el siguiente 13, por la tarde con la falúa del Real Carlos entró en la bahía de Cádiz, al mando del guardiamarina don Manuel Fernández Flores con cuarenta hombres extenuados, detrás de ellos en el chinchorro del mismo buque entraron otros seis con el segundo comandante don Francisco Vizcarrondo, quien se había arrojado al mar en un descuido de sus aprehensores, siendo rescatado por los del chinchorro y un contramaestre que, asido a un trozo de un árbol la corriente lo arrastro a la playa.

Notas

  1. Eran las numeradas: 2, 3, 4, 7, 8, 12 y 13, a los mandos respectivamente de don Adrián Valcárcel, don Francisco Birminghan, don Rafael Domínguez, don José de la Puente, don Bernardo Rojas y don Nicolás Abreu.

Bibliografía:

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895-1903.

Guardia, Ricardo de la.: Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

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