Casado y Ferreiro, Jose Biografia
De Todoavante.es
Contramaestre de la Real Armada Española.
Orígenes
Vino al mundo en la Real Villa de Mugardos, provincia de La Coruña, el día nueve de octubre del año de gracia de 1867, siendo sus padres don José y doña Teresa.
Al cumplir los catorce años y terminados sus estudios primarios, intentó en varias ocasiones ser admitido en la Constructora Naval Ferrolana, pero le fueron denegadas.
Hoja de Servicios
Por lo que se esperó a tener los diecisiete, para ingresar como aprendiz de marinero, siendo admitido con fecha del día veintiocho de febrero del año de 1884, pasando a recibir su instrucción en el Cuartel pertinente a ello.
Al terminar esta instrucción, se le ordena embarcar en la corbeta Villa de Bilbao, en donde sigue sus estudios y prácticas, del primer y segundo curso de la especialidad de marinaría, al termino de ellos, y habiendo sacado la nota de ‹distinguido›, se le destinó a la fragata Almansa.
Continuó a bordo de este buque y siguió, con sus estudios y prácticas, por lo que con fecha del día veintiocho de noviembre del año de 1885, se le asciende a cabo de mar de segunda clase.
Prosiguió en sus trabajos a bordo de este buque y mejorando en todo, lo que le llevó a ser ascendido a cabo de primera clase, el día catorce de febrero del año de 1886, al recibir este ascenso, le acompañaba orden de desembarco y su nuevo destino, esta vez en tierra al Arsenal Naval de Ferrol, donde se incorporó el día diez de julio del año de 1886.
Poco tiempo estuvo en tierra, pues el día cuatro de septiembre del mismo año, recibió la orden de embarcar en el vapor Ferrolano, con el que realizó varias travesías y comisiones, recibiendo la orden de trasbordar al crucero Reina Cristina, el día veintiocho de julio del año de 1887.
Por necesidades de falta de personal, recibió la orden de trasbordar a la goleta Prosperidad, que estaba de dotación de buques en el apostadero de La Habana, por lo que solo estuvo dos meses de destino en la goleta.
Al terminar su periodo de actividad, pasó a la reserva con fecha del día diecinueve de noviembre del año de 1890, quedándose en el mismo apostadero.
Pero no se quedó parado, pues al poco tiempo demandó de nuevo ser admitido, pero como esa autorización debía ser aprobada por la Dirección de Personal de la Real Armada, tuvo una demora, pero no se quedó en tierra, pues el comandante del apostadero conocedor se sus virtudes, lo destinó a la lancha guardacostas Caridad, en la que permaneció, hasta el día diecisiete de julio del año de 1894.
Al desembarcar de la lancha, ingresó en el depósito del mismo apostadero, con el propósito de pasar un nuevo examen, el cual aprobó y se le concedieron los galones de tercer contramaestre.
Con este cargo, se le destino al cañonero Cuba Española, incorporándose el día diecisiete de agosto del mismo año, con el que permaneció de vigilancia de las costas de la isla, hasta que por la falta de personal y con fecha del día trece de febrero del año de 1895, se le ordena trasbordar al crucero Colón, permaneciendo en él, hasta la fatídica fecha del día veintinueve de noviembre del mismo año, en que el buque se fue a pique.
Por una comisión especial encomendada al crucero Infanta Isabel, se le ordena el embarcar en él con fecha del día diez de diciembre del mismo año, permaneciendo a su bordo hasta cumplir la misión encomendada, desembarcando el día veintiocho de diciembre del mismo año.
Pasó a tierra destinado al depósito del apostadero, permaneciendo en él hasta el día veintidós de noviembre del año de 1896, pasando a embarcar para desempeñar una comisión en el cañonero Lince, en la que permaneció hasta la finalización de ella, reincorporándose a su puesto en el Depósito.
Estando en este destino, cayó enfermo y al mismo tiempo con fecha del diecisiete de diciembre de éste año, y por Real Decreto, se le comunica que ha vuelto a ser admitido en la corporación, pero esta vez como indefinido.
Como no había mejoría en su enfermedad, se ordena el traslado a la Península, por ello se le embarca el día veinte de diciembre, arribando a ella el día cuatro de enero del año de 1897, pasando a reponerse a la fragata Almansa.
Al estar ya repuesto de su afección, se le dio el alta y a los pocos días, el siete de febrero del mismo año, recibió la orden de embarcarse en el crucero fajado Infanta María Teresa.
Este buque zarpó de su base, en el puerto de Mahón el día tres de abril del año de 1897, con la comisión de representar a España, con ocasión de inaugurarse en la ciudad de Nueva York la estatua al general Grant, cumplida ésta realizó de nuevo el cruce del Atlántico, con destino a su puerto de partida, al que arribó el día veinticuatro de mayo del año de 1897.
El día nueve de abril del año de 1898, zarpa con el resto de la escuadra de Instrucción, con una controversia muy notable, inducida tanto por la propia Corporación, como por los medios de información, lo que al final se tradujo en una orden tajante del Gobierno, de intentar alcanzar la isla de Cuba, salida casi inesperada y que tendría sus consecuencias después.
Ya que al principio, estaba dispuesto por el Gobierno el arribar al puerto de La Habana, pero el bloqueo que ya ejercía la marina norteamericana, no le permitió el lograrlo, por lo que en una maniobra de enmascaramiento, se consiguió el llegar al puesto de Santiago de Cuba, donde la escuadra quedó inmediatamente bloqueada por las unidades navales de los Estados Unidos.
Amaneció el fatídico día tres de julio de 1898, la escuadra zarpó de la ratonera en la que estaba y sucedió, lo que ya estaba más que previsto, por la gran diferencia de la potencia de fuego entre las dos escuadras.
Al dirigir al crucero fajado Infanta María Teresa a embarrancar, para que no pudiera ser cogido como trofeo de guerra, se fueron lanzando los hombres al mar y se aprovechó una única lancha, para realizar el desembarco de los tripulantes, llegando como pudieron muchos a tierra, estando en ella, fue cuando surgió la heroicidad de Casado.
Pues al mirar a su buque, se apercibió de que había alguien aún en él, pues asomaba por el portalón, el cual pedía auxilio, ya que en el buque se sucedían las explosiones y se encontraba en llamas, las aguas estaban con muchos tiburones en las cercanías del buque merodeando, pero Casado no se lo pensó, solo se dirigió a algunos de sus compañeros, para que le explicaran a su familia lo que había sucedió, pues ya prácticamente se daba por muerto.
A pesar de ello, se encaramó como pudo y se asió a un cabo, trepando por él hasta la cubierta, recorrió un pedazo de cubierta entre llamas y consiguió llegar, a donde se encontraba el que demandaba auxilio, se lo cargo a la espalda y logro descender al agua, donde nadando unos metros, hicieron pie en tierra, siendo el rescatado el cabo de mar Ricardo Bellas, que contaba en su cuerpo con catorce heridas, de ahí su imposibilidad de hacer el trayecto sólo.
De aquí fueron recogidos por los americanos y conducidos, como prisioneros de guerra, al puerto de Portsmounth donde fueron alojados los enfermos y heridos, mientras que los que no estaban en estas condiciones, fueron trasladados a la academia Naval de Anápolis, entre ellos el propio Cervera y todos sus comandantes.
Estando en este lugar, con fecha del día treinta y uno de agosto, se recibió un telegrama del Secretario interino del Departamento Naval, que decía:
- «El Presidente ordena la libertad de los prisioneros españoles y hombres en la custodia del Departamento Naval. El almirante Cervera concertará la transportación de ellos a España de acuerdo con las directrices recibidas del ministro español de Marina. VD. le presentará cualquier asistencia que él pueda desear. Debe ser entendido que los arreglos completos tienen que ser hechos por el Almirante, para el regreso de todos los prisioneros en la custodia de este Departamento antes de que ninguno de ellos parta.»
El almirante Cervera, enterado le contesta a McNair, con la misma fecha del día treinta y uno de agosto del año de 1898:
- «Tengo el honor de acusar recibo a V. E. de su carta de hoy en la que me participa que el Sr. Presidente ha tenido a bien concedernos la libertad a todos los prisioneros de guerra que están bajo la custodia de la Marina.
- Respecto a todos los que pertenecieron a la escuadra que yo mandé, me estoy ocupando de buscar los medios de transporte para su repatriación.
- De lo ajeno a éstos, y de quienes he hablado a V. E., he pedido instrucciones al general en Jefe de La Habana.
- Doy a V. E. las más expresivas gracias por la asistencia que me ofrece en las cosas que pueda necesitar, y ruego a V. E. las trasmita al Sr. Ministro de Marina. Quedo de V. E.….
- Pascual Cervera»
Posteriormente escribe muchas cartas que no vienen al caso, como demandando el poder enviar médicos a Portsmounth, para valorar las posibilidades de embarque de los heridos y mutilados, pero de entre ellas están estas, en las que pide permiso: «Necesitamos enviar a Nueva York, al teniente de navío de primera clase don Juan Aznar.;»; «Necesitando que uno de los médicos que se encuentran en Portsmounth, se traslade a Nueva York para que en unión del teniente de navío don Juan Aznar, busque los vapores más adecuados para el transporte a España.»; «Necesitando enviar a Nueva York al contador de navío don Eduardo Urdapilleta, para la contrata de vapores…»; «Necesitando enviar a Nueva York al capitán de navío don Antonio Eulate…»
Como se podrá apreciar, el Almirante no descansaba un momento, con tal de abandonar América y regresar a España lo antes posible.
Por lo que escribe también al ministro Auñón, demandado dinero disponible en bancos británicos, para efectuar el pago de los posibles buques que se pudieran contratar, el ministro le contesta el mismo día uno de septiembre: «Puede V. E. contratar vapores necesarios regreso prisioneros, por razones sanitarias diríjase si un buque, a Santander, y si dos, uno a Santander y el otro a Vigo.»
El día tres, el Almirante vuelve a contactar con Auñón, diciéndole: «Comisión que envié a Nueva York ha encontrado transporte gente por 11.185 libras, pagaderas a la vista en Londres, orden Krajewski Pesant y Co. Giro contra Comisión Marina. Avisaré salida»; el día cuatro Auñón, confirma el flete del buque: «…y siendo un solo buque, diríjase a Santander y avise salida.»
Por lo que fueron trasladados por cuenta de la Marina Americana, hasta el puerto de Nueva York, con la perdida de un marinero, que falleció ese mismo día: «…Francisco Núñez Chapela, marinero del Oquendo, murió desde la fecha del último informe.»; y otro marinero, José María Vilar Toimil se tuvo que quedar en Portsmounth, «…porque los médicos manifestaron que su traslación constituía un peligro inminente para su vida.»; enterado el Almirante de este último caso, le entregó cincuenta dólares al comodoro G. R. Remey, para que cuando se encontrara mejor pudiera viajar hasta Nueva York y embarcarse en el primer buque que realizara escala en España.
El día ocho de septiembre se pusieron en marcha a las 17 horas, todos los miembros de la expedición para embarcar en el puerto de Nueva York, pero solo los que estaban en Norfolk y Annapolis.
Mientras todo esto ocurría el almirante Cervera, visitó Norfolk, Nueva York y Portsmounth, para comprobar que todo estaba listo: «…antes que el vapor estuviese listo…;alegrándose de ello, pues zanjé pequeñas dificultades que tal vez hubieran entorpecido la marcha del vapor, haciéndonos pagar estadías.»
Con la ayuda del médico que se había desplazado con la comisión, se dio el visto bueno para contratar al vapor City of Rome, perteneciente a una naviera británica, que embarcó en el puerto de Nueva York, a los que allí habían acudido y desplazándose después al de Portsmounth, donde fue abordado por las clases de suboficiales y marinería, siendo este puerto donde embarcó nuestro biografiado.
A su vez, el médico, se encargó de comprar suficientes medicamentos para realizar bien la travesía y poder atender a los enfermos, ya que el vapor fletado, no contaba con una farmacia suficiente para tantos heridos, esto tendría su resultado después, como se verá.
Por ello ya embarcados todos, el almirante Cervera escribía a Auñón: «Ayudados muy eficazmente por las autoridades americanas, se hizo todo el embarco sin incidente alguno, sin faltar nadie, y a las doce del día 12 estábamos en movimiento, camino de la Patria.»
Fueron acompañados por cuatro miembros de la Cruz Roja, y se estimó que el número de enfermos era de unos trescientos, por lo que abordaron al vapor: dos, generales; ocho, jefes; setenta, oficiales y guardiamarinas; mil quinientos setenta y cuatro, entre suboficiales y marinería, más dos, oficiales y veintiún soldados, del ejército, con lo que sumando al Almirante, viajaban un total de mil seiscientos setenta y siete hombres, lo que equivalía, a un costo por persona del transporte de 6’66 dólares.
El día trece perdieron de vista las tierras americanas, en el transcurso de la travesía, el número de enfermos se redujo hasta alcanzar la cifra de ciento ochenta, lo que facilitaría el desembarco de todos ellos, además de no sufrir ni una sola perdida humana en ese lapso de tiempo, lo que dice mucho de la previsión del médico encargado de sus cuidados (no hemos podido averiguar su nombre).
Arribaron al puerto de Santander, el día 19 de septiembre, terminado el atraque del vapor, a las 11:25 horas, por lo que por fin había terminado su odisea.
De aquí fueron trasportados al Arsenal de Ferrol, donde se le dieron, al igual que a todos los participantes de la guerra con los americanos, cuatro meses de permiso para recuperarse, pero al llegar se encontró con la grata noticia de haber sido ascendido a contramaestre de tercera, con fecha del día 9 de julio del mismo año, por lo que estaba cautivo, pero sin fecha de antigüedad.
Como siempre, el Gobierno lleva su retraso, por ello con fecha del día veintidós de agosto, por un Real Decreto, se le reconocía la antigüedad, pero con fecha del día 2 de junio del mismo año, por lo que fue tardío el reconocimiento, pero se le anticipó la fecha de su ascenso.
Se incorporó de nuevo al servicio, al finalizar su licencia, pero al regresar se encontró otra vez mal y se le concedieron otros dos meses, por convalecencia.
Regresando de nuevo al servicio al recuperarse del todo, pero con fecha del día treinta y uno de agosto del año de 1899, se le pasa a situación de reserva.
Por Real Decreto del día dieciséis de julio del año de 1900, y por el Boletín Oficial nº 82, que con base a la Orden del día trece de junio, próximo pasado, se le notifica la concesión de la Cruz del Mérito Naval, con distintivo Rojo, por el heroísmo demostrado en la acción del rescate del compañero, por lo que se le da a su vez, la pensión vitalicia asociada a la Medalla, por un importe de veinticinco pesetas mensuales.
Por necesidades del servicio, con fecha del día veinticuatro de febrero del año de 1901, es llamado al servicio activo, siendo destinado al arsenal de Cádiz y embarcándose, en el crucero Princesa, que pertenecía a este departamento, permaneciendo a su bordo, hasta el día cuatro de octubre, en que por las razones de siempre (falta de persona) recibe la orden de trasbordar al cañonero Nueva España, con la misión de permanecer de guardacostas en las aguas del norte de África, permaneciendo en él hasta el día cinco de noviembre del año de 1903, en el que se le notifica que, por Real Orden del día veintisiete de octubre del mismo año, pasa destinado al departamento de Ferrol.
Solo estuvo un poco tiempo sin estar embarcado, ya que el día veintiuno de diciembre de ese año, pasa embarcado al acorazado Pelayo, con el que realizó varios viajes y comisiones, así como alguno para enseñar bandera, abandonando este buque por la orden de pasar a desarme, que fue recibida el día diecisiete de febrero del año de 1906.
Dada la escasez de buques en estas fechas, permanece en el departamento de Ferrol, en trabajos de destino en tierra, hasta que le llega la orden de regresar al departamento de Cádiz y en este arsenal, se le ordena embarcar en el cañonero María de Molina, con fecha del seis de marzo del año de 1908.
Permaneciendo a bordo de este buque, con fecha del día 12 de julio del año 1909, se le notifica su ascenso a segundo contramaestre.
El mismo día de su ascenso, pero que él recibió un tiempo después, se encontraba frente a las costas norteafricanas, realizando un bombardeo sobre las posiciones de las cabilas de Benisair en la bahía de Alhucemas. (Curiosa coincidencia cuando menos, con la fecha).
La continuada permanencia en el mar, y casi sin descanso, le volvió a provocar el caer enfermo, por lo que fue desembarcado y transportado al arsenal de Cádiz, donde llegó el día 20 de diciembre de año 1909, donde pasó un reconocimiento médico y se le dio licencia hasta el día uno de abril del año 1910, en la que se presentó a su sección, donde permaneció unos días en espera de destino.
Por otra Real Orden del día 25 de abril del año 1910, publicada en el Diario Oficial nº 52, se le comunica la concesión de la Medalla de la Ciudad de Melilla, por su participación en los bombardeos antes mencionados.
Ya que con fecha del siete del mismo mes y año, se le destina a las ordenes de Comandante General de la Segunda División Naval de la escuadra de Instrucción, donde a su vez se le ordena embarcar en el crucero Extremadura, perteneciente a ella, permaneciendo a su bordo, realizando las disciplinas propias de esta escuadra, hasta que le llegó la orden de incorporarse de nuevo a sección del Departamento de Cádiz, llegando a ella el día 1 del mes de marzo del año 1911.
Cansado ya de tanto destino y cambio, escribe su solicitud de retiro voluntario, ya que las cosas en la Armada no estaban yendo bien, declarándose una crisis en la Corporación, que lleva a varios mandos superiores, intermedios y subalternos, a demandar la separación del servicio activo, por la falta de objetivos en la directrices, lo que causa un gran mal estar.
Esta petición la envía con fecha del día 26 de abril del año 1911, lo que significaba para él, prácticamente toda su vida entregada a la Armada y realizado una carrera, a base de grandes sacrificios, que a lo largo de los muchos años, le habían hecho ganar un gran prestigio.
Al parecer, todo esto es consecuencia de la aventura que significó el enviar a la isla de Cuba, unos buques inadecuados e incapaces de poder enfrentarse a los americanos, pues un marino muy relevante en la época, llego a decir, que: «…los que habían dado todo por su patria, como agradecimiento ésta, les pagaba teniéndose que ir incluso por la puerta falsa.»
Mientras se esperaba la decisión del Gobierno, él y muchos de su compañeros, fueron trasportados al Departamento de Ferrol a la espera de la notificación oficial de causar baja en la Corporación, hasta que le llegó la noticia de que el Consejo Supremo de Guerra y Marina, con fecha del día 30 de junio del año 1911, se les concedía la baja en la Armada.
Estando ya en su retiro, le llego la grata noticia, por la que el Ministro de Guerra y Marina, don José Pidal y Rebollo, habiendo elevado a su Majestad la petición, había firmado la concesión a Casado de una pensión mensual y vitalicia de cien pesetas, las que se añadían a las ya concedidas por la concesión de la Medalla al Mérito Naval.
Este gran marino, vino a perder la vida en un desafortunado accidente, pues se encontraba en la entrada al dique seco del acorazado España y a su bordo, para ayudar como hombre de mar entendido a realizar las maniobras pertinentes, siendo esto el día 20 de septiembre del año 1915.
El destino quiso que hallándose en la cubierta dirigiendo la colocación de las estacas, al ir reduciéndose el agua en el dique, éstas iban teniendo más presión y al haber una mal colocada, saltó de su punto, yendo a dar a Casado en las piernas, quien por causa del impacto lo arrojó sobre la cubierta, dando de lleno con la cabeza sobre ella, lo que le causo una mortal fractura del cráneo, a pesar de ser atendido inmediatamente nada se pudo hacer por su vida, la cual perdía cinco horas después de haber sufrido el accidente.
En el año 1921, el Gobierno adquirió en el Reino Unido un buque carbonero y acordándose de este gran marino, ordenó se le bautizara con su grado y apellido, siendo así bautizado Contramaestre Casado, acompañando a esta orden, la de que al llegar a puerto español el buque, se reunieran las dotaciones de todos los buques que se hallaran surtos en el Arsenal y se les leyeran las hazañas de tan insigne marino, así como su comportamiento en el fatídico combate de Santiago de Cuba.
Siguiendo la tradición, en la actualidad tenemos un buque con su nombre, siendo un transporte ligero y con el numeral A-01 (1982-2023).
Bibliografía:
Concas y Palau, Víctor M. La escuadra del almirante Cervera. Editorial San Martín, S. L. Madrid, 1998, tercera edición.
Enciclopedia General del Mar. Garriga, 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.
Fuerza Naval nº 65. Páginas 50 a 56.
Gómez y Amador, Luis. La Odisea del almirante Cervera y su escuadra. Editorial Biblioteca Nueva, S. L. Madrid, 2001.
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