Manrique de Lara y de Balbanera Ramirez de Arellano, Inigo de la Cruz Biografia

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Íñigo de la Cruz Manrique de Lara y de Balbanera Ramírez de Arellano Biografía


 Representación de un Capitán General del siglo XV-XVII
Íñigo de la Cruz Manrique de Lara
Composición ficticia


Capitán General de Mar y Guerra.
Grande de España.
Caballero de Calatrava.
V Marqués de la Hinojosa.
XI Conde de Aguilar de Inestrillas.
IV Conde de Villamor.
III Conde de Frigiliana.
XIV Señor de los Cameros, Mayalde, La Cala y otra villa.


Orígenes

Vino al mundo el 3 de mayo de 1673 en la ciudad de Madrid siendo sus padres, don Rodrigo Manrique de Lara, conde de Frigiliana y de su esposa, doña María Antonia de Balbanera Ramírez de Arellano, condesa de Aguilar.

Quedó huérfano de madre a los siete años, pasando a ser el heredero de todos sus títulos. Su padre quiso darle una formación propia de su hidalguía y siendo él teniente coronel del Regimiento de la Guardia del Rey, sentó plaza en el mismo comenzando a conocer muy joven la rigidez, con sus bondades de la profesión militar.

Hoja de Servicios

En 1683 con tan solo diez años, su padre fue nombrado Capitán General de la escuadra del mar Océano, llevándose a su hijo con él, así comenzó a saber lo que era la mar y aprender, pues permaneció en ella hasta el año de 1691.

En éste mismo año regresó a Madrid y S. M. le entregó el mando de una compañía de infantería, donde permaneció dos años hasta el de 1693, el Rey le entregó el mando de dos escuadrones de caballería con destino a la guerra en la ciudad de Barcelona, consiguiendo demostrar su valía de mando y valor.

El mismo año por fallecimiento del marqués de Solera, con fecha del 4 de octubre lo nombra en su lugar, como jefe del Tercio de Lombardia en la ciudad de Milán, siendo el mejor de la caballería española, al mismo tiempo lo nombra Gobernador de Novara en la misma ciudad, cargo que también ocupaba el fallecido marqués, participando con su acostumbrada eficacia en la campaña de 1694.

Al año siguiente de 1695, estando en el sitio de la ciudad de Casal, como Maestre de Campo se le dio la orden para que su unidad y a su frente él fuera en vanguardia, logrando sobrepasar las trincheras defendidas por los franceses que hasta ese momento no se habían podido doblegar, dando con ello la victoria a las armas del Rey de España.

Terminada la guerra, satisfecho el Rey con fecha del 28 de diciembre del mismo año, le hace merced al entregarle el collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro, siéndole enviado a Milán.

Obtuvo licencia para viajar a Nápoles, pero estando en la ciudad supo de una nueva invasión francesa, por lo que se puso en camino, pero antes de partir el Virrey a la sazón el duque de Medinaceli le entregó cincuenta mil escudos, para entregárselos al marqués de Leganés, fue tan rápido el viaje que a los siete días ya estaba en Turín, pasando a participar en la defensa, para tomar el mando de su Gobernación fortificando Novara, hasta firmarse la paz.

Con fecha del 14 de noviembre de 1697 don Carlos II lo nombró Gentil-Hombre de Cámara, permaneciendo al lado del Monarca hasta su fallecimiento el 1 de noviembre de 1700, quedándose en la Corte a la espera del nuevo Rey.

Al llegar a Madrid don Felipe V le nombró General de la caballería extranjera del ejército de Milán, encontrándose en 1702 en todos los combates que se dieron por el intento de invasión austriaco, participando muy activamente en el combate de Santa Victoria.

Por sus brillante trayectoria el Rey lo ascendió a Teniente General de los ejércitos y de la Armada, en 1704 estuvo al lado del Monarca en combate, elaborando el plan de ataque que dio como resultado la toma de la plaza de Salvatierra.

De nuevo el Rey le demostró su personal agradecimiento, nombrándole Coronel de los Reales Guardias de infantería española y capitán de la primera compañía de los Reales Guardias de Corps, ocupando este destino y como Director general de la infantería, en 1706 viajó junto al Monarca hasta el campo de Sopetran.

De nuevo S. M., le concedió la encomienda de Manzanares en la Orden de Calatrava, de la que era profeso y canciller, pero por incompatibilidad tuvo que renunciar al Collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro.

En 1710 el Rey le asciende a Capitán General de Mar y Tierra, con la responsabilidad de reorganizar el ejército, tarea nada fácil dadas las circunstancias del momento, pero movió todo lo posible y consiguió que en poco tiempo las tropas estuvieran reforzadas y lo mejor, entrenadas.

Mientras tanto los defensores del Rey Carlos III (pretendiente a la corona de España) habían tomado Madrid, los cuales permanecieron cincuenta días en la capital, tiempo que le costó junto a su amigo el conde de Castelar, para levantar un ejército de veintidós mil hombres que fueron vestidos y armados con los caudales entregados por Andalucía y Castilla, pero demostró que era el único capaz de realizar tal proeza, y al frente de su caballería realizar constantes cargas que mermaban a los enemigos.

La gran fama alcanzada y su demostrado valor, quedó patente en el combate de Villaviciosa, el cual ya daba por perdido el francés duque de Vendôme, pero la astucia de don Íñigo fue tal que les permitió avanzar, al hacerlo, las bien formadas líneas enemigas se descompusieron un tanto, siempre pendiente de los movimientos aprovechó éste y unido a la caballería del marqués de Valdecañas, atacaron el ala derecha enemiga, cogiéndolos de través provocando el pánico entres las sus filas y de estas sus hombres salieron huyendo. Tal fue la alegría de don Felipe V, que esa noche la quiso pasar en el centro del campo de combate y allí se montó la tienda para que descansara S. M.

Durante toda la guerra de Sucesión los generales españoles eran infravalorados por los franceses, pero a su vez no había día que alguno de los españoles se quejara de la torpeza de los francos, pues desconocían el terreno y eso a veces se convertía en derrota, que posteriormente la achacaban a la ínfima instrucción de las tropas españolas.

Por esta razón y ya cansados muchos Generales y Jefes españoles, entre ellos don Íñigo en 1711 le pidieron al Monarca les diera de baja en los Reales Ejércitos, esto no le sentó nada bien a S. M., pero vista la decisión tomada, prefirió darles la venia que mantenerlos forzados en las líneas de combate por si le traicionaban. Razón toda ella fuera de sentido por lo ya demostrado.

Se retiró don Íñigo a sus posesiones, donde aún le faltaba tiempo para atenderlas, aparte de estar ya algo enfermo, falleciendo el 9 de octubre de 1733 en la población de Santa Fe de Granada.

El marqués de Santa Cruz de Marcenado, vizconde de Puerto, don Álvaro Navia Ossorio y Vigil en su obra: «Reflexiones Militares», en el segundo tomo folio 145 lo denomina como: «Scipion de nuestra España y el Caton de nuestro siglo»

También cogió la pluma y ya a los quince años escribió:

«Theses matemáticas defendidas por el Excelentísimo Señor Don Íñigo de la Cruz, etc. en el colegio de la compañía de Jesus de la ciudad de Cádiz.» Siendo dedicadas al Rey nuestro Señor año de MDCLXXXVIII, día XXII de junio. En la Imprenta del colegio, por Cristóbal de Requena. Un tomo en 4.º de 214 páginas con dos láminas.
«Defensorio de la religiosidad de las órdenes militares de España, con un proyecto para hacer el servicio segun su instituto en grande utilidad del Estado.» Madrid, 1731. Es una gran obra en la que comienza por atacar a las órdenes militares de Alcántara y Calatrava.
«Principios de fortificaciones.» Consta en el catálogo de Escritores militares españoles.

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 16. 1913, páginas, 657 y 658.

Fernández de Navarrete, Martín.: Biblioteca Marítima Española. Obra póstuma. Imprenta de la Viuda de Calero. Madrid, 1851.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» Madrid 1895-1903.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

Santa Cruz de Marcenado, Marqués de.: Reflexiones Militares. Ministerio de Defensa. Madrid, 2004. Edición facsímil de la de 1885.

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