Fernandez de la Puente y Patron, Ricardo Biografia

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Ricardo Fernández de la Puente y Patrón Biografía


Ricardo Fernández de la Puente y Patrón.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.


XXXV Capitán General de la Real Armada.

Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III.

Ingeniero Naval.

Orígenes

Vino al mundo en el 6 de julio de 1855.

Hoja de Servicios

Ingresó en la Escuela Naval Flotante instalada en la antigua fragata Princesa de Asturias, la cual por efecto de la revolución de 1868 pasó a llamarse Asturias, estando fondeada en el arsenal de Ferrol como aspirante en 1871, por su buena preparación anterior pasó el examen y se le ascendió a guardiamarina de 2ª clase en 1872.

Al ascender pasó a realizar sus estudios náuticos, casi a la mitad de su formación recibió la orden de embarcar en la fragata Vitoria, para comenzar las prácticas de mar permaneciendo varios meses, trasbordando más tarde a la Concepción navegando por las Antillas, en viajes de instrucción pero en la verdadera de guardacostas vigilando del contrabando de armas a la isla de Cuba, siendo como se demostró la mejor forma de aprender náutica y otras materias propias de un futuro marino, regresando a la península a principios de 1875.

El 16 de septiembre de 1876 se le entregó la Real orden con su ascenso al grado de alférez de navío, poco tiempo después se le destinó al bergantín Subio, siendo su oficial de derrota, estando destinado en comisión de guardacostas en la comprensión del Departamento de Cádiz.

Se le ordenó embarcar en la fragata Carmen por ser este buque destinado a las islas Filipinas, arribando a su apostadero de Manila en 1876. La fragata se convirtió en el buque insignia de las fuerzas navales de éste apostadero, llegando en el momento en que los combates contra los piratas de la isla de Joló estaban en su máxima intensidad, fue destinado en el buque a mandar una banda de la batería, participando en la toma de la misma isla de Joló, la de Parang y posteriormente la de Mainbun.

Permaneció en las islas los tres años preceptivos, al término de ellos regresó a la península por la ruta portuguesa, doblando el cabo de Buena Esperanza a vela pura, siendo su arribada a principios de 1879, poco después se le destinó a servicios en el Arsenal de Cádiz, pasando esa época que todo oficial necesita, no siendo otra que aprender a ser un oficinista para saber rellenar partes, libros de bitácora y la varia documentación necesaria para obtener el mando, a ello se dedicó hasta 1883, en que por Real orden del 30 de julio siguiente se le ascendió al grado de teniente de navío.

Siendo destinado al Departamento de Cartagena, donde se incorporó a las clases que se impartían de la nueva arma, el torpedo, por ser imprescindible en esos momentos contar con técnicos en ellos. Y no los perdió la Corporación, pues al terminar fue designado para montar el sistema en el crucero Navarra, (antigua corbeta de construcción en madera) al completar su instalación y comprobar su buen funcionamiento se le otorgó en 1885 el mando del torpedero Retamosa, pero pasando a ser el jefe de una escuadrilla de ellos en el Arsenal de Cádiz, quedando compuesta por el de su mando e insignia, más los Barceló y Orión.

Al cesar en el mando de su buque, elevó petición para ser incorporado a un curso de Ingeniera Naval, el cual cursó en la escuela entre 1887 á 1891, al salir con buenas notas quedó destinado en el Arsenal de la Carraca, donde recibió la Real orden del 2 de abril de 1895 comunicándole su ascenso al grado de teniente de navío de 1ª clase (que pasó en 1912 a ser el actual de capitán de corbeta), continuando en su trabajo en el Arsenal.

Recibió la orden de embarque en 1897 como tercer comandante en el crucero Emperador Carlos V, por pasar este buque a reparaciones en el puerto francés de El Havre, incorporándose a la comisión de inspección de las mismas, en el ramo que más entendía, los torpedos, pero como ingeniero que era estuvo vigilante de todo un poco. Se encontraban en este puerto al declarase la guerra con los Estados Unidos de Norteamérica, por ello ante el riesgo de poder ser inmovilizado el buque por el Gobierno francés quien se había declarado neutral, se vió forzado a hacerse a la mar sin estar completadas las obras.

Con él navegó en la escuadra del contralmirante Cámara hasta cruzar el canal de Suez, por estar destinada a recuperar las islas Filipinas, pero fondeados a la salida del canal recibieron la noticia de la destrucción de la división de cruceros en Santiago de Cuba y por ello la orden de regresar a la península dada por el Ministro de Marina.

A su regreso y una vez firmada la paz se le destinó de nuevo al Arsenal de la Carraca, donde en 1905 se le nombró jefe de los trabajos de Ingeniería Naval, permanecía en esta misión cuando recibió la Real orden de su ascenso al grado de capitán de fragata, continuando en el puesto hasta 1909, por ser nombrado Segundo comandante del crucero Princesa de Asturias, comisionado a navegar enseñando bandera por varios países, tanto del Mediterráneo como del Atlántico.

Al desatarse la guerra del Rif en el mismo 1909, continuaba en el crucero teniendo una destacadísima actuación al conseguir pasar por tierra la lancha Cartagenera, dejándola intacta después de un mes de arduos trabajos junto a sus hombres en Mar Chica dejándola a flote, desde donde protegía el avance de las tropas del ejército, realizando patrullas para dar protección a los convoyes hasta Nador.

La lancha tenía un peso de treinta toneladas, para ser puesta a flote en Mar Chica debía cruzar algo más de un kilómetro y medio de tierra sin más medios que los brazos, estando al descubierto todo el tramo y batido por el fuego rifeño, habla por sí solo la complicada y arriesgada operación conseguida.

Al año siguiente se le otorgó el mando del cañonero Álvaro de Bazán, apoyando con sus fuegos a las tropas españolas, al terminar el mando en el mismo 1910 es llamado por el Rey don Alfonso XIII para formar parte de la Casa Militar de S. M., pero no estuvo mucho tiempo, pues se le entregó la Real orden del 1 de agosto siguiente con su ascenso al grado de capitán de navío, siéndole otorgado el mando de la fragata acorazada Numancia, en esta época estaba convertida en acorazado guardacostas.

Al terminar su tiempo de mando en la Numancia se le otorgó el del buque planero Urania, tomando posesión el 4 de noviembre de 1912 realizando los levantamientos náuticos de las costas de Galicia, por tener fama de cobrase demasiadas vidas se intentaba poner fin a ese grave problema. Entregó el mando del buque por recibir la Real orden de su ascenso en 1913 al grado de contralmirante, siendo destinado como jefe de Sección de Material en el Ministerio de Marina, pasando un tiempo después a ser el segundo jefe del Estado Mayor Central, puesto que ya marcaba su carrera y futuro, pues en las ausencias de su jefe era quien tenía el mando.

Al año siguiente 1914 se le nombró Director General de Navegación y Pesca Marítima, se le entregó la Real orden del 8 de noviembre de 1915 con su ascenso al grado de vicealmirante, siendo nombrado el 7 de mayo de 1916 Comandante General del Apostadero de Cádiz (por el desastre del 98, perdieron su categoría de Departamentos, por eso se convirtieron en apostaderos), pasó un tiempo y se le nombró Consejero del Supremo de Guerra y Marina, como le correspondía por ser de los pocos de su grado en la Corporación.

En 1919 se le entregó la Real orden con su ascenso al grado de almirante y por una nota de prensa del diario La Vanguardia con fecha del 3 de noviembre de 1921, sabemos que le fue concedida la Gran Cruz al Mérito Naval con distintivo Blanco.

Como muchos militares y marinos de esos años se presentó a unas elecciones para el Senado, de las que salió elegido y se le admitió con fecha del 10 de mayo de 1922, pero no pudo tomar posesión de su sillón, pues por Real decreto fechado del 22 de abril próximo pasado se le otorgaba la más alta dignidad de la Armada siendo nombrado Capitán General de ella, pasando inmediatamente a ocupar la Presidencia del Consejero del Supremo de Guerra y Marina.

Permaneció en su alta posición desempeñando su misión, como lo que realmente era, un hombre de ciencias, adornado de gran modestia y exquisitos modales, pero todo esto se truncó el 23 de octubre de 1928, por sobrevenirle el fallecimiento en su casa de Madrid, contaba con setenta y tres años de edad, de los que cincuenta y siete estuvo al servicio de España.

Era tal su modestia que pidió no se le dieran los honores correspondientes a su alta dignidad, por considerar no era merecedor de ellos.

Entre otras muchas condecoraciones estaba en posesión de: Placa y Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo; Placa del Mérito Naval con distintivo Rojo; Placa del Mérito Naval con distintivo Blanco; Gran Cruz al Mérito Naval con distintivo Blanco; Cruz del Mérito Naval con distintivo Rojo; Cruz al Mérito Militar con distintivo Rojo; Medalla de Joló; Medalla de Melilla, Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III; Cruz de Caballero de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III y Benemérito de la Patria. Extranjera: Comendador de la Orden de San Mauricio y San Lázaro, italiana.

Bibliografía:

El Capitán General de la Armada. Excmo. Sr. D. Ricardo Fernández de la Puente. Revista General de Marina, en su apartado de Necrología. Madrid noviembre 1928.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1968. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Apéndice Tomo 5. 1931, páginas, 744.

Estado General de la Armada para el año de 1877.

Estado General de la Armada para el año de 1890.

Estado General de la Armada para el año de 1896.

Estado General de la Armada para el año de 1913.

Estado General de la Armada para el año de 1917.

Fernández Gaytán, José.: Extremadura y la Mar. Revista de Historia Naval. N.º 27, págs. 81 y 82 Madrid, 1989.

González de Canales, Fernando.: Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Tomo II. Ministerio de Defensa. Madrid, 2000.

González de Canales, Fernando.: Galería de los capitanes generales de la Armada. Revista General de Marina. Cuaderno del mes de octubre de 2004, páginas 505 y 506.

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